Vitoria - Si algo estaba demostrando el Baskonia en sus últimas comparecencias era un notable criterio para encontrar buenas posiciones de tiro y, como consecuencia de ello, relativa facilidad para alcanzar anotaciones elevadas. Sin embargo, nadie lo diría después de ver el encuentro de ayer ante el Fenerbahce. El conjunto vitoriano fue una sombra de sí mismo y lo que hasta entonces eran movimientos acompasados para ejecutar un armonioso baile se transformó en una sucesión de espasmos inconexos. Pero desde luego esta transformación no fue fruto de la casualidad. Muy al contrario, en ella tuvo mucho que ver el comportamiento del visitante del Buesa Arena.
Porque lo cierto es que la escuadra turca, como si de un experto cirujano plástico se tratara, alteró por completo la fisonomía azulgrana. Con un guión minuciosamente elaborado por el maestro Zeljko Obradovic, el Fenerbahce puso en práctica una asfixiante defensa que, salvo en el cuarto inicial, consiguió ahogar por completo a un Baskonia que se quedó muy lejos de su nivel habitual. Prácticamente ni un tiro cómodo pudieron realizar los pupilos de Pedro Martínez, que incluso sufrían al máximo a la hora de intentar mover la pelota con un mínimo de sentido.
Fuese en la zona del campo que fuese, siempre aparecía algún jugador de amarillo para hacer sombra al adversario hasta terminar empequeñeciéndolo y limitando al máximo su capacidad de movimiento. Debido a ello, las posesiones vitorianas se agotaban una vez tras otra sin que la pelota pudiese acercarse siquiera al aro.
30 minutos sin triples Así, los ataques alaveses se cortocircuitaron totalmente. Un dato que lo explica a la perfección es el pésimo balance de triples (5/21) que firmó la escuadra del Buesa. Pero más allá del porcentaje, lo peor fue que tras anotar cuatro en el cuarto inicial, el Baskonia estuvo más de treinta minutos sin convertir ningún otro hasta que Huertas lo hizo en el último segundo de la contienda. Algo casi increíble pero desgraciadamente cierto.