Vitoria - El Baskonia protagonizó ayer una de esas victorias que tienen un valor añadido por el cómo más que por el qué. Ganar siempre resulta positivo, pero hacerlo con una canasta prácticamente sobre la bocina final y firmando una remontada cuando ya todo parecía perdido suma todavía más desde el punto de vista psicológico. Impulsó todo el Buesa Arena la carrera de costa a costa de Rodrigue Beaubois contra los segundos que se escapaban ya del cronómetro, le ayudó a superar la defensa en falta de Nick Calathes y le dio el soplo de aliento definitivo a su lanzamiento ya desequilibrado para que, con el balón cayendo definitivamente dentro del aro, Rodri volviese a sacar a pasear su mano santa y propiciase la primera victoria de la temporada en Euroliga con una canasta final que fue prácticamente calcada a la que decantó del lado vitoriano el reciente derbi ante el Gipuzkoa Basket y que le erigen en el amo del clutch Time, el jugador determinante en el tiro decisivo.
Al escolta francés se le ve todavía renqueante de los permanentes problemas que arrastra en la rodilla y cuando abandona la cancha rumbo al banquillo lo hace con evidentes síntomas de dolor y una notoria cojera. Pero todo eso parece que se le olvida cuando se encuentra dentro del parqué y saca a relucir su capacidad como ejecutor. Su fluidez en el juego hace parecer el baloncesto un deporte tremendamente sencillo. Todo lo hace de manera mecánica, a un ritmo que no parece demasiado rápido pero que resulta demoledor. Todo un dechado de facultades, digno de recoger en vídeo -una delicia verle ejecutar el movimiento de finta de tiro y salida- y enseñarlo en las escuelas.
En este arranque de temporada, Beaubois está respondiendo a ese cartel de anotador letal con el que aterrizó hace ya más de un año en Vitoria. No por nada dio en su día el salto a la NBA. Cada vez que recibe el balón, es una auténtica amenaza. Y, además, apenas consume posesiones al manejar un nivel de acierto excepcional.
Ayer se fue hasta los 15 puntos sin necesidad de lanzar demasiado (3/4 de dos, 2/3 en triples y 3/4 en tiros libres) y acabó convirtiéndose en el protagonista de dos acciones que explican muy bien lo que fue el partido. Primero, un espectacular tapón sobre Zach Auguste que explica a la perfección el empeño del Baskonia durante todo el partido para no dejar escapar al Panathinaikos. La segunda, aún más decisiva y que quedará como uno de los momentos mágicos de la temporada. Cuando el balón quemaba, no hubo dudas de quién era el jugador que tenía que marcar la diferencia. Apareció, por segunda vez, la mano santa de Beaubois, héroe del clutch time, para poder alcanzar la victoria.
El base griego dominó por completo el ritmo del encuentro -especialmente tras el descanso- y dirigió con gran criterio a sus compañeros. Además de los catorce puntos que anotó, repartió otras tantas asistencias. Casi tantas como todo el Baskonia (16).