Vitoria - Se abría la luz en el horizonte del baskonismo con un primer cuarto en el que la mano de Pedro Martínez propició unas precisas pinceladas que dieron de sí para la confección de una idea de juego en la que imperaba el orden y el balón se compartía en la cancha en ataque, lo que, acompañado con una defensa bastante bien asentada, dio de sí el mejor inicio de partido de lo que va de temporada. La esperanza se dibujaba, pero del cielo abierto se pasó de inmediato a ese oscuro túnel por el que el equipo viene circulando desde que arrancase la competición. La individualidad condujo al desacierto y el error constante en los lanzamientos llevó a la ansiedad. Todo ello rematado por una defensa incapaz de cerrar el juego del bloqueo directo y un Tecnyconta Zaragoza que, como rivales precedentes, machacó los espacios a golpe de lanzamiento triple. Precisamente, la línea desde la que el equipo vitoriano volvió a naufragar de nuevo, con un nivel de acierto impropio entre profesionales. Lo que evidencia que, además de conceptos, el problema está en la cabeza. Los mismos males de siempre durante esta temporada, en resumen.
El primer cuarto marcó el camino de lo que este Baskonia quiere ser. Sobre todo en un ataque en el que Pedro Martínez recurrió al abecé del baloncesto. Marcelinho Huertas dirigiendo y repartiendo juego, balones interiores en busca de Johannes Voigtmann y reparto de responsabilidades con Rodrigue Beaubois de principal ejecutor y opciones de brillo para todos. Con una buena defensa, el parcial 21-14 lo dice todo.
A partir de ahí, llegó el apagón. Del primer al segundo cuarto la lucidez desapareció. Lentitud en la ejecución, demasiados botes y muy poca circulación. Cada canasta comenzaba a costar un mundo y el equipo de Pedro Martínez se atascaba consecutivamente en el inicio de cada cuarto. Conseguir los primeros puntos costaba una barbaridad y el Zaragoza aprovechaba, primero para remontar en el segundo cuarto y después para abrir los dos siguientes con la acumulación de unas rentas que acabarían siendo un colchón definitivo para su victoria.
Atacó el equipo de José Ramón Cuspinera a la perfección partiendo desde el pick and roll y sacando a relucir conexión entre base y pívot, con Nico de Jong brillando en la definición. Imparable resultó el pívot que fue temporero en la pretemporada baskonista, lo mismo que un Gary Neal que se echó al equipo a las espaldas.
Mientras, el Baskonia jugaba ya a impulsos, sin equilibrio alguno. Cada cual planteando la batalla por su cuenta. Demasiada ansiedad y precipitación. Como en la catarata final de triples cuando la remontada aún parecía factible. Las cotas del desacierto se incrementaban de manera alarmante para un equipo que lanzó hasta el 71 ocasiones a canasta. Con un nivel porcentual muy bajo, sobre todo el 19 % el triples que viene siendo constante y mortal.