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Espectáculo muy triste. Solo él sabrá si fue intencionada o no su actitud en el Fernando Martín, donde ya ha protagonizado otros desmanes cuando era jugador. Su injustificado comportamiento no es de recibo en un profesional. Fuera de sus casillas y completamente desquiciado, se ganó la expulsión en el tercer cuarto. Su Baskonia sigue careciendo de toda identidad y emite señales muy preocupantes.
Inicios catastróficos. Tanto en el primer como en el tercer cuarto la puesta en escena del Baskonia resultó descorazonadora con errores de todo tipo que le hicieron ir a remolque.
Sin rumbo ni identidad. Los anteriores partidos ya habían sido preocupantes, pero el conjunto vitoriano tocó ayer fondo en Fuenlabrada con una imagen impropia de un grupo que aspira a estar en la pomada en todos los frentes.
Defensa e individualismo. Los continuos cambios automáticos atrás generaron unos desequilibrios clamorosos y permitieron al rival anotar con insultante facilidad. En ataque, el equipo vitoriano se mueve a impulsos de Huertas, Granger y Shengelia.
Dudas en aumento, un equipo desnaturalizado a más no poder y un técnico sin argumentos para cambiar el oscuro decorado que descargó su furia con quien no debe con un desproporcionado grado de ensañamiento en sus protestas hacia los colegiados, sin culpa alguna de un nuevo correctivo a domicilio. El Baskonia extrajo pésimos réditos de su visita a Fuenlabrada, donde confirmó su terrible fragilidad anímica y ausencia de rumbo. Caótico, desangelado, sin ideas y a merced de un anfitrión rebosante de ambición, sufrió un justo castigo pese a su intento de remontada final. Amagó pero no terminó golpeando un equipo sumido en el desquiciamiento que no termina de cogerle el pulso a la temporada.
Todo lo que sucedió en el bullicioso Fernando Martín fue una especie de película de terror. Desde el nuevo sonrojo a domicilio, la abúlica imagen de un Baskonia empeñado en empeoras sus actuaciones precedentes al injustificable comportamiento de Prigioni, superado por los acontecimientos y completamente fuera de sus casillas. El novel argentino, sobre el que ya se ciernen las dudas con tan solo cinco partidos oficiales disputados, perdió los papeles y se ganó la expulsión en las postrimerías del tercer cuarto. Solo él sabrá en su fuero intento si esa actitud pendenciera ante el colegiado Óscar Perea fue a propósito con el fin de despertar a sus discípulos del letargo o, por el contrario, el simple desquiciamiento de un entrenador que, de momento, no consigue dar con la tecla ni inyectar sangre a un colectivo apático ni engrasar una maquinaria oxidada.
La escuadra alavesa agravó ayer su catatónico estado con otra fea cornada en el sur de Madrid, donde tras deambular como alma en pena durante 30 largos minutos acabó ahogándose en la orilla. Con Sergio Valdeolmillos al mando de las operaciones y bajo el liderazgo de Shengelia sobre la cancha, estuvo cerca de aprovechar el ataque de pánico sufrido por un Fuenlabrada al que se hizo muy largo el partido. El triple esquinado de un desdibujado Timma subió el esperanzador 77-75 al electrónico a falta de trece segundos, pero el Baskonia realizó en ese instante la enésima grosera concesión bajo su canasta y se le escurrió de las manos la posibilidad de milagrosa redención. Tras un saque de fondo lanzado por Eyenga, O’Leary rubricó de manera inexplicable el descabello azulgrana con un 2+1 que aprieta un poco más el cuello de la camisa. En las entrañas del Buesa Arena, las alarmas ya están encendidas cuando el ejercicio no ha hecho sino dar el pistoletazo de salida.
ramalazo de orgullo final Cierto es que las lesiones en la cuerda exterior -el de Beaubois fue un viaje en balde, ya que ni siquiera se vistió de corto ante sus recurrentes problemas de rodilla- están minando lo suyo hasta ahora o el calendario ha deparado de una tacada varias salidas envenenadas, pero ello no justifica la caída libre de un Baskonia sin alma, carácter ni estilo. Esa preocupante falta de identidad es lo que más escama en un sonrojante arranque de temporada que ni el más pesimista de los seguidores barruntaba tras el halo de esperanza con que aterrizaron tanto Prigioni como un puñado de fichajes ilusionantes. El Fuenlabrada, autor de un inicio antológico, en estado de gracia durante muchos minutos ante un visitando sumido en la desorientación más absoluta y astuto también a la hora de castigar los desconcertantes cambios automáticos en defensa ordenados por Prigioni, echó más leña al fuego de la inestabilidad e indefinición que preside en estos instantes el juego azulgrana. Debió verse el Baskonia al borde del más espantoso de los ridículos (65-47) para exhibir algo de orgullo y vergüenza torera en el cuarto final. Le quedaba una bala en la recámara ante el conservadurismo de los locales, que se limitaron a agotar las posesiones y se creyeron vencedores antes de tiempo. Resquebrajó Shengelia con su dinamismo la tela de araña tejida por Nestor García y también acudió al rescate Marcelinho, pero el estropicio causado por el Fuenlabrada era demasiado grande. Le faltó tiempo a un forastero incapaz de sostenerse en pie con cierta regularidad y siempre tarde a la hora de dar respuesta a un rival sobrado de disciplina táctica. Siguen pintando bastos y a la vuelta de la esquina aparece otro viaje continental a Tel Aviv, donde se impone de una vez por todas una reacción.
De los pocos que puso amor propio para evitar lo inevitable, sobre todo en un cuarto final donde se echó el equipo a la espalda. Un generador constante que estuvo solo ante el peligro.