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Noche para olvidar. De nada sirvió la monumental bronca en el minuto 6 a sus pupilos. Partidos incalificables como el de ayer hacen que arrecien las dudas respecto a su figura. Probó todo tipo de combinaciones para remediar el desaguisado, pero sus intentos resultaron en balde. Faltó juego y también actitud en muchos minutos. El Baskonia recordó ayer al de los tramos más oscuros del ejercicio.
Infame primera mitad. Cualquier atisbo de finiquitar la serie por la vía rápida se marchó por el sumidero por culpa de un calamitoso comienzo donde el Baskonia fue un coladero atrás.
Monólogo amarillo. El Gran Canaria reprodujo los peores fantasmas de la temporada en un partido donde siempre llevó la delantera y supo hurgar en los puntos débiles azulgranas. El trío McCalebb-O’Neale-Báez causó un estropicio evidente.
Sin ideas. El vitoriano volvió a ser un equipo apático en defensa, que se movió a base de impulsos individuales y reducido a la búsqueda del triple. Tras el descanso aplicó algo de maquillaje, pero su actuación resultó descorazonadora.
El optimismo estaba más que justificado antes del salto inicial para cerrar ayer la eliminatoria por la vía rápida, pero una aterradora primera mitad obligó al Baskonia a un esfuerzo extra. Imperdonable y carente de cualquier tipo de lógica una pájara de ese calibre que devuelve la incertidumbre respecto a la consecución del ansiado billete para semifinales. El Buesa Arena dictará sentencia este domingo tras una actuación lastimosa e impropia de un equipo que pretende encaramarse a la cúspide. Un triste capítulo para alimentar la leyenda negra de las visitas a Las Palmas, territorio inaccesible desde 2012.
El Gran Canaria resucitó los peores fantasmas y se ganó con todo merecimiento un desempate de signo incierto. El embrujo de la cancha de Zurbano deberá evitar en 72 horas el sonrojo de una prematura eliminación. Vida o muerte en apenas cuarenta minutos taquicárdicos donde estará en juego el trabajo de toda una temporada. Y todo ello por obra y gracia de la calamitosa actuación de un Baskonia que navegó entre un océano de apatía y la desorientación más absoluta en una primera parte infernal. Larkin trató de disfrazarse de héroe y emergió algo de orgullo tras el descanso, pero el estropicio ya era irreparable (53-32). Como en otras muchas ocasiones, sonó tarde el despertado para un visitante que tardó demasiados minutos en despojarse las legañas y metió el miedo en el cuerpo de forma estéril a un anfitrión rebosante de confianza.
Al Gran Canaria no le temblaron las piernas y conservó como un tesoro el importante colchón de seguridad facturado en la primera mitad. Los arreones del Baskonia carecieron de continuidad y resultaron infructuosos. Para colmo de males, a la afición azulgrana se le detuvo el corazón cuando Larkin debió enfilar el camino hacia el banquillo con ostensibles dolores en su pierna derecha. Con todo perdido, Sito Alonso volvió a jugar con fuego durante algunos minutos con el estado físico de su mejor baluarte.
coladero incesante Un pésimo arranque puso cuesta arriba la posibilidad de finiquitar la serie por la vía rápida. Compareció una desangelada y abúlica versión azulgrana en el Gran Canaria Arena, donde se produjo la sangría debido a unas desatenciones clamorosas. El Baskonia consintió toda clase de licencias a un anfitrión revitalizado que reculó hacia atrás para ceder descaradamente tiros abiertos y en el primer cuarto se fue hasta los 27 puntos, prácticamente los mismos que convirtió en el Buesa Arena hasta el intermedio.
O’Neale abrió las primeras grietas en la pusilánime defensa vitoriana, castigada también por el rocoso Planinic y dos veteranos sobrados de oficio como McCalebb y Báez. El estadounidense desbordó una y otra vez a un desconocido Larkin mediante su electricidad en las penetraciones. El dominicano empequeñeció a Shengelia, incapaz de contener su voracidad en el poste bajo. El naufragio del Baskonia, sin embargo, fue colectivo. Salvo Diop, no se libró nadie de la quema en una velada presidida por la desidia.
El Baskonia, sin alma ni ambición en la sauna insular, estuvo en todo momento a merced de un efervescente y enchufado anfitrión. El baile adquirió tintes escandalosos en la recta final del segundo cuarto en medio de un desbarajuste que no se presenciaba desde hacía semanas. Naufragaron con estrépito los primeros espada y tampoco pudieron enderezar el rumbo unos suplentes incapaces de dar una vuelta de tuerca a la verbena defensiva. Ledo, del que se esperaba que fuera un soplo de aire fresco para elevar la dinamita del perímetro, protagonizó una aparición fantasmagórica.
Quedó sentenciada virtualmente la velada al intermedio y el interés de la segunda parte se vio reducido a la mínima expresión. Como cabía esperar, el Gran Canaria acreditó otro talante y acierto para hurgar en los conocidos puntos débiles azulgranas. Faltó baloncesto y, al mismo tiempo, actitud, dos ingredientes básicos sin los cuales es imposible rescatar algo positivo en una cancha maldita como la insular. El aluvión triplista tras el descanso tan solo sirvió para aplicar algo de maquillaje a un marcador claramente decantado hacia los locales. En definitiva, todo o nada este domingo en el Buesa Arena en una jornada sin vuelta atrás. La cancha alavesa necesita convertirse más que nunca en una olla a presión para contener el intento de rebelión insular.
De los pocos que opuso algo de amor propio en defensa y trató de partirse la cara atrás, pero se vio demasiado solo ante el peligro. Máxima seguridad desde el tiro libre.