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Convincente paso. Hubo que aguardar al último cuarto para que el Baskonia mostrara sus señas de identidad, pero lo cierto es que el triunfo nunca corrió peligro ante la abrumadora superioridad azulgrana. Pese a la precipitación o el desacierto ante la zona del Gran Canaria, el partido fue un monólogo alavés. El técnico hizo debutar a Ledo tras el descanso en un tramo de sequía anotadora.
Superioridad física. Los equipos de Euroliga poseen una amplia ventaja sobre el resto en este sentido y la asfixiante intensidad alavesa maniató por completo al Gran Canaria.
Destellos suficientes. Tras tres cuartos de absoluta modorra que sumieron al Buesa Arena en el tedio, el Baskonia se soltó al inicio del último periodo con un notable acierto exterior, las transiciones de Hanga y la acertada apuesta por dos bases.
Visitante errático. El Gran Canaria puso su granito de arena para el plácido triunfo local con unos irrisorios porcentajes de acierto y una escasa fe en sus posibilidades. Mucho deberá mejorar para regresar a Vitoria en un tercer encuentro.
Vitoria - Tres cuartos insulsos y de una modorra absoluta como preludio de un epílogo volcánico que sí recompensó al público que pagó su entrada. Así se resumió una victoria que no pasará a los anales de la historia más allá de esos pletóricos minutos finales en los que el Baskonia se soltó la melena para brindar espectáculo a raudales gracias a un aluvión de triples, un puñado de contragolpes comandadas por el purasangre Hanga y, sobre todo, ese prodigioso alley oop entre Laprovittola y Larkin que encendió a un Buesa Arena entre bostezos pese al cómodo dominio de los suyos. Concluyente golpe de autoridad por parte de los vitorianos, sobrados de oficio y muy superiores en el plano físico a un errático Gran Canaria que terminó con unos guarismos raquíticos y nunca pudo desplegar sus armas ante la asfixiante intensidad del anfitrión.
Dice un conocido refrán que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Pues bien, el Baskonia se quitó un peso de encima en el arranque del play off de cuartos sin hacer prácticamente nada del otro mundo. Había mucho en juego, pero ello no es óbice para lamentar un partido esperpéntico que al menos sirvió para subir la primera victoria al marcador y dejar encarrilado el billete para semifinales. Se ve que en tiempos de play off no hay espacio para las florituras porque el Buesa Arena asistió por momentos a un espectáculo dantesco. El consuelo fue una victoria inapelable pese a algunas apreturas en los tres cuartos iniciales.
El descabello llegó al inicio del último periodo, momento en que la apuesta por dos bases reportó grandes dividendos y Hanga justificó por qué será una de las piezas más codiciadas del mercado estival con una electricidad inalcanzable para un visitante intimidado por el escenario y huérfano de fe en sus posibilidades. Con el colmillo afilado y abrasivo atrás pero también indultado por los incesantes despropósitos amarillos, el Baskonia quemó con suficiencia la primera etapa de un play off que ofrece grandes perspectivas de gloria.
En una jornada donde la búsqueda de cada canasta se convirtió en un suplicio, fue el menos malo un Baskonia al que le bastó disfrazarse de fontanero sacrificado para soltar los nervios inherentes al choque inaugural. Poco más hubo que rescatar de una noche insípida en la que Ricky Ledo debutó sin grandes alardes en un momento presidido por la alarmante sequía anotadora azulgrana en el tercer cuarto. Predominó el juego subterráneo y brilló por su ausencia ese ritmo vivo con el que tan cómodo se siente el maratoniano alavés. En cualquier caso, siempre anidó la sensación de que los locales jugaron al ralentí y con el freno de mano echado, conscientes de su abrumadora superioridad sobre un Gran Canaria que, si bien sigue en la cresta de la ola, no infunde ya tanto temor como en campañas precedentes. Cualquier otro resultado que no sea la sentencia por la vía rápida el próximo jueves sería una sorpresa.
Y es que más fácil de lo esperado rompió el partido un Baskonia de trazos siderúrgicos que supo ponerse el mono de trabajo y bajar al barro en un partido donde toda la presión recaía sobre sus hombros. A estas alturas del año, conviene no dejar ni las migajas al rival de turno y los vitorianos interiorizaron rápido cuál era el áspero camino para evitar sobresaltos. Sin el acierto, continuidad ni la clarividencia de jornadas precedentes pero lo suficientemente rocoso, la tropa de Sito Alonso siempre llevó la delantera en el marcador y mantuvo a raya a uno de los mejores ataques de la ACB. Eso sí, adoleció de munición para golpear desde la larga distancia ante las diferentes zonas planteadas por Luis Casimiro.
En una velada de perfil árido, bastaron chispazos aislados para que quedara al descubierto la hegemonía vitoriana. Se palpó la tensión por lo mucho que había en juego en el cruce inaugural del play off. Afloraron los despropósitos en ambos bandos, aunque el desacierto del Gran Canaria resultó si cabe más clamoroso personificado en todas sus piezas. En definitiva, un paseo militar que abre de par en par las puertas de las semifinales, un objetivo que ya se acaricia con la yema de los dedos y debería resolverse en el siguiente capítulo.
Un purasangre que se encuentra en otra dimensión en el plano atlético. Devoró al Gran Canaria en el último cuarto con su electricidad e incandescencia habituales. De nuevo, estelar