vitoria - En marzo del año pasado al baskonismo le tocó la fibra sensible, le embargó la emoción y se le pusieron los ojos vidriosos cuando, en vísperas del arranque del derbi vasco ante el Bilbao Basket, vio desfilar dos décadas después a través del túnel de vestuarios del Buesa Arena hasta el centro de la cancha a los héroes de la Recopa del 96, el único título europeo que descansa en las vitrinas azulgranas sellado ante el PAOK de Salónica. Los Millera, Nicola, Perasovic, Ramón Rivas y compañía fueron agasajados por una afición agradecida que conserva todavía fresca en la memoria un recuerdo tan imborrable. Posiblemente, supuso una de las primeras piedras en la ascensión del club de Zurbano hacia la élite.
Poco más de un año después, se repite la iniciativa este fin de semana para rendir tributo a los protagonistas de la mejor temporada de la historia del Baskonia, aquella 2001-02 en la que un grupo indomable e irrepetible se ganó la admiración eterna. La única vez en que la formación vitoriana ha sido capaz de adjudicarse la Liga y la Copa en un mismo año con el gen de la competitividad extrema tatuado en el rostro. Aprovechando la visita del Unicaja, rival precisamente al que doblegó en la final del torneo doméstico, el Buesa Arena vestirá este domingo sus mejores galas para acoger mucho tiempo después la llegada a Vitoria de, entre otros, Luis Scola, Elmer Bennett o Andrés Nocioni, ubicados entre los tres jugadores más determinantes de la historia azulgrana y figuras carismáticas que sentaron los cimientos del ya bautizado como Carácter Baskonia. El imparable crecimiento de la entidad de Querejeta no se habría entendido nunca sin el talento, la ambición y el gen ganador de esta columna vertebral sin parangón.
Benito, casi un vitoriano más y el mejor base que ha vestido la elástica alavesa, era un prodigio de saber estar, inteligencia y clarividencia sobre la cancha. Una perfecta fuente de alimentación que hacía funcionar la maquinaria a la perfección. Era la prolongación en pista de Dusko Ivanovic, el técnico que instaló definitivamente la cultura del esfuerzo en Vitoria. Ese ‘no hay dolor ni cansancio’ llevado a las máximas consecuencias que no todos pueden ni quieren soportar. Si bien aquella exitosa temporada constató el éxito de un modelo basado en una disciplina castrense, no es menos cierto que el doblete también precipitó una desbandada para muchos previsible.
estrellas y obreros Y es que aquel TAU de ensueño se desharía en pedazos en verano. La pareja titular de pívots emigraría al Valencia Basket ante el brutal desgaste físico y mental que implicaba trabajar a las órdenes de Ivanovic, un capataz que con tal de extraer hasta el último jugo de sus pupilos era capaz de sobrepasar los límites del cuerpo humano. Fabricio Oberto y Dejan Tomasevic confesarían después a micrófono cerrado que, de haber seguido más tiempo bajo la tutela del sargento montenegrino, se habrían visto obligados a retirarse antes de tiempo. Juan Roig, dueño del imperio Mercadona, les puso a ambos interiores un cheque en blanco para recalar a orillas del Turia, donde ganarían más dinero y también sufrirían menos en los entrenamientos.
Aquel plantel también se nutría de la aportación de otras piezas destacadas. El guerrero Hugo Sconochini, apodado El Condor, llegaría con la temporada ya iniciada en lugar de Mindaugas Timinskas, víctima del farragoso conflicto de los comunitarios B y expedientado por acudir al entierro de su suegro sin el permiso del club. Sin la calidad de otros compatriotas de la generación dorada argentina pero sobrado de pundonor y raza, terminó la temporada a un nivel pletórico. Chris Corchiani, una mente privilegiada ya en la recta final de su dilatada carrera cuando recaló en Vitoria, conformaría junto a Bennett una pareja de bases de enormes quilates, mientras que un jovencísimo todoterreno llamado Sergi Vidal, predispuesto como pocos al sufrimiento, se convirtió rápidamente en un jugador ideal para los férreos postulados de Ivanovic.
El Baskonia ha dispuesto de plantillas espectaculares a lo largo de su historia, pero difícilmente habrá otra que haya reunido todos los ingredientes básicos para reinar, en este caso a nivel doméstico. Aquel TAU no sólo irradiaba talento por todos sus poros, sino que poseía una mentalidad granítica y una dureza mental a prueba de bombas para sortear las emboscadas más delicadas. En caso contrario no habría izado, por ejemplo, el título de Copa tras varios ejercicios de supervivencia. Primero se deshizo del Joventut con una canasta milagrosa de Scola en el último segundo, ante el Unicaja protagonizó una remontada increíble en semifinales y en la final dio buena cuenta del Barcelona con una postrera canasta de Bennett contra tablero que desató el delirio en el Buesa.
Meses más tarde, también llegaría la joya de la corona: una primera Liga ACB de la historia que serviría para dejar atrás la amarga decepción vivida años atrás ante el TDK de Joan Creus. Pese a no disponer de la ventaja de campo en la final ante el Unicaja, el Baskonia golpeó en dos ocasiones en el Martín Carpena mediante sendas demostraciones de poderío y sentenció al abrigo de su afición.
El morbo estará puesto básicamente con la vuelta de Scola, sondeado por el Baskonia en estas últimas semanas para vivir su segunda etapa en Vitoria. El bonaerense, previsiblemente el más aclamado junto a Bennett, se ha autodescartado ante las dudas que genera su estado físico tras varios meses sin competir desde que fuese cortado por los Nets a finales de febrero. La fiesta no será completa al faltar la estelar pareja de pívots que tiranizó aquel curso las zonas (Oberto-Tomasevic), el elegante Foirest o el propio Ivanovic. Algo más eclipsados durante aquel ejercicio glorioso, Gabriel Fernández, Christos Harissis y el canterano Eduardo Hernández también se dejarán ver por Vitoria en un fin de semana donde, como sucede con esos grandes amigos de la juventud que se encuentran mucho tiempo después, habrá tiempo para las risas y las anécdotas.