82 - 91
El Baskonia más reconocible. Sumó ayer la tropa vitoriana una de las victorias de mayor mérito de la presente temporada y varios jugadores discutidos, léase Bargnani, Larkin o Budinger, dieron un paso al frente. Pese a que trata de alimentar la confianza de un ansioso Beaubois, el francés sigue muy por debajo de lo esperado. Rotaciones más lógicas que en partidos precedentes.
Una pareja letal. Larkin y Bargnani, letales con el bloqueo y continuación, causaron un estropicio al Andorra en un último cuarto donde el Baskonia paseó su instinto asesino.
A gusto en el vértigo. El cuadro vitoriano evidenció una vez más que le sientan bien los partidos de altísimas revoluciones en los que tiene lugar un intercambio de canastas. Su mayor calidad respecto al anfitrión quedó patente.
Pesadilla Shermadini. El gigante georgiano provocó sudores fríos a lo largo de la matinal. Voigtmann, Bargnani e Ilimane fueron incapaces de reducir su álgido manantial ofensivo, pero el Baskonia terminó imponiendo su ley.
Pegó ayer con más contundencia el Baskonia en el intercambio de golpes gracias a los derechazos de una pareja demoledora (Larkin y Bargnani) en el dos por dos y, por ende, asaltó una fortaleza hasta ahora inexpugnable en la ACB. Habían desfilado a lo largo de esta temporada por Andorra toda clase de visitantes con escasa fortuna hasta que aterrizó un rival herido en su orgullo y necesitado como el comer de una reivindicación de este calado para apaciguar la intranquilidad del entorno. En un momento crítico donde varios de sus integrantes estaban bajo sospecha, emergió la asociación letal entre dos jugadores rebosantes de talento y la puesta en práctica de ese estilo vertiginoso con el que la tropa alavesa se siente como pez en el agua.
Pese al maratoniano viaje del sábado y con la herida de la cornada ante el Real Madrid todavía abierta, el Baskonia supo domar a una de las revelaciones ligueras que, al calor de su público, no presentaba ningún borrón en su expediente. Y lo hizo con un derroche de clase por parte de dos jugadores obligados a justificar su caché. El eléctrico Larkin desparramó su instinto asesino con canastas de todos los colores y Bargnani, siempre a cámara lenta pero con una efectividad pasmosa en sus estéticas suspensiones, apeló al bloqueo y continuación -la acción favorita de su consabido repertorio-, para masacrar el aro andorrano desde el 6,75.
Ambos se confabularon en el último cuarto para comandar un triunfo que fortalece la autoestima del Baskonia en vísperas de la trascendental visita a Tel Aviv. Fue el suyo un martilleo constante sobre un anfitrión animoso que purgó su apuesta por realizar cambios automáticos en cada bloqueo visitante. El base estadounidense, tan embaucador como en los albores del curso, recuperó la clarividencia y la pegada al frente del timón. El italiano, autor de 15 puntos en el cuarto final, se aprovechó del marcaje de pares más pequeños para lucir su muñeca o incluso realizar algún fuera-dentro con óptimos dividendos. Cada misil embocado por el hombre que alimenta todas las tertulias baloncestísticas en Vitoria se convirtió en una puñalada salvaje en el corazón de un rival tan entusiasta como liviano en cada emparejamiento sobre la cancha. Lástima que Il Mago, a falta de consistencia en otras facetas del juego, no se prodigue con más regularidad a la hora de lucir su inmenso talento. De lo que no hay duda es que, cuando el balón le llega en buenas condiciones y se diseñan jugadas para que despliegue su magia, puede erigirse en ese hombre diferencial que brinde un salto de calidad al Baskonia en todos los frentes.
respuestas colectivas Este desenfreno anotador surgió en un momento providencial para reducir a un Andorra sostenido durante buena parte de la matinal por Shermadini. El gigante local fue un incordio constante para, por este orden, Voigtmann, el propio Bargnani e Ilimane. Mientras el peaje de las faltas iba minando a las torres azulgranas, Sito Alonso no encontró la pócima para reducir su caudal. Pese a todo, el dominio del Baskonia resultó nítido en cuanto al marcador y las sensaciones. En realidad, encontró por fin el técnico madrileño respuestas corales por parte de todo su plantel. Solo desentonó Beaubois, cuya ansiedad va a más y al que su pasividad defensiva -David Navarro también le dejó en evidencia en el tercer cuarto- amenaza con relegarle durante muchos minutos en el banco en el futuro.
Obligado a recuperar la identidad y endurecerse, el cuadro vitoriano dio un paso al frente en una de las canchas más inaccesibles de la ACB. Una primera parte presidida por la discontinuidad y el punto de mira desviado desde la larga distancia precedió la tormenta. Y es que un vendaval descargó tras el descanso sobre un Andorra siempre a remolque y reducido a las voraces acometidas de Shermadini y Stevic. Al margen del instinto asesino acreditado por dos de sus piezas más talentosas, emergió el todoterreno Hanga en el juego de transición o la silenciosa sobriedad de Tillie. Laprovittola y Budinger también pusieron con anterioridad su granito de arena para minar al anfitrión, cuyos intentos de rebelión resultaron estériles ante una de las mejores versiones alavesas a domicilio de la presente temporada. El objetivo reside ahora en dar continuidad en la Euroliga a este meritorio despertar. Este jueves espera una final en Tel Aviv.
El base embaucador apreciado al inicio de este curso regresó por fin en Andorra. Salvaje exhibición en un último cuarto donde acribilló el aro local y alimentó magistralmente a Bargnani.