vitoria - Todos los análisis previos del encuentro de ayer en el Palacio de los Deportes apuntaban a un duelo desigual entre dos conjuntos con una situación bien diferente. Por un lado el anfitrión aspirando todavía al primer puesto de la fase regular y, por otro, un conjunto vitoriano sin absolutamente nada en liza y con el mayúsculo desgaste mental y físico de la reciente Final Four de Berlín a cuestas. Por una vez, las previsiones se cumplieron de cabo a rabo. Durante los cuarenta minutos de contienda resultó meridianamente evidente quién necesitaba más la victoria y quién se encontraba allí únicamente porque la obligación del calendario lo marcaba. Como consecuencia, el peso de la lógica terminó imponiéndose con claridad -aunque el marcador final fuese bastante más ajustado de lo que reflejó durante la mayor parte de la contienda- y el Baskonia encajó su décima derrota del curso liguero. Un tropiezo sin absolutamente ninguna trascendencia clasificatoria -el equipo tiene asignado el cuarto puesto desde hace semanas- ni tampoco anímica, puesto que la predisposición grupal era claramente la de cumplir con el trámite.
Y eso que el inicio de las hostilidades invitó a soñar con un inesperado cambió de guión. Pero se quedó en un mero espejismo. El choque amaneció con un triple estratosférico de Davis Bertans y durante los primeros minutos el Laboral Kutxa fue capaz de llevar incluso la iniciativa en el marcador. Justo el tiempo que el Real Madrid tardó en apretar el botón de on y conectarse a una cita en la que necesitaba sumar la victoria para continuar presionando al Barcelona hasta la última jornada de la temporada regular en la pelea que los dos grandes mantienen por el primer puesto de la clasificación.
Ese espejismo inicial duró hasta que Bertans puso el 10-11 desde la línea de personal mediado el primer cuarto. Fue la última vez que la escuadra azulgrana disfrutó de una ventaja. A partir de ahí Sergio Llull y Gustavo Ayón se echaron a su equipo a los hombros y comenzaron a abrir una brecha que se convirtió en el cañón del Colorado para un Baskonia con escasa predisposición para tener que enfrentarse a un nuevo gran esfuerzo para reengancharse al partido.
Con este escenario se alcanzó el primer descanso entre cuartos con una decena de puntos de ventaja para el plantel de Pablo Laso (29-19) y la clara sensación en el ambiente de que el encuentro estaba ya prácticamente finiquitado. Con un Adams muy desacertado al mando de las operaciones y la defensa brillando completamente por su ausencia, el segundo parcial no fue sino la continuación de una película ya vista con anterioridad.
El Real Madrid continuó apoyándose en Llull y fundamentalmente Ayón para hacer más grande la herida sin que desde el bando visitante apareciese siquiera un atisbo de reacción. Con un conjunto plano tanto en lo anímico como en lo baloncestístico enfrente, el plantel merengue pudo dedicarse a ir dejando pasar los minutos sin necesidad siquiera de firmar una gran actuación para sacar adelante el trámite con solvencia.
El paso por los vestuarios no cambió ni mucho menos el escenario. Además los cerca de diez minutos que estuvo parado el choque por problemas técnicos con el marcador tampoco ayudaron precisamente a que el Laboral Kutxa entrase en calor. Si bien es verdad que, al menos, los de Velimir Perasovic conseguían mantener las distancias dentro de unos límites razonables -entre los diez y los veinte puntos como mucho- que permitían soñar al menos con un hipotético milagro.
Una ensoñación que pareció tener lugar en el inicio del último cuarto, cuando con un parcial de 0-7 el Baskonia se acercó a menos de diez puntos. Pero volvió a ser otro espejismo. El Madrid solo tuvo que apretar mínimamente el acelerador para recomponer la situación y el cuadro vitoriano se tuvo que conformar con maquillar el resultado final.
Nada en juego. El encuentro de ayer en Madrid se había convertido para el Baskonia en una incómoda cita a la que debía acudir obligado por el calendario. Sin nada absolutamente en juego al tener asegurada hace semanas la cuarta posición y todavía con la herida abierta por lo sucedido en la ‘Final Four’ de Berlín, resultaba harto complicado pensar que el equipo pudiera encontrar la motivación imprescindible para afrontar un partido de este calibre con garantías.
Ayón, imparable. El pívot mexicano dominó a su antojo ambas zonas y no pudo ser contenido por ninguno de los jugadores interiores del Laboral Kutxa.