Vitoria - Con las brasas aún calientes tras la ejemplar victoria del pasado viernes en el Buesa, comenzó a preparase ayer Baskonia para el siguiente envite, el tercero de la serie que se disputará el martes en el OAKA ante unos más de 20.000 encolerizados aficionados. La madre de todas las batallas donde el conjunto azulgrana podría sellar de forma definitiva el pase a la Final Four de Berlín si logra la tercera victoria consecutiva de la serie. En caso de no hacerlo, la escuadra azulgrana aún tendría una segunda oportunidad (el jueves a la misma hora) para colarse en la que sería su quinta Final Four e incluso habría una tercera en caso de empate, que esta vez se dilucidaría la siguiente semana en Vitoria.
A la espera de acontecimientos, las sensaciones vividas en los dos partidos de esta semana ante los griegos invitan al optimismo. No solo porque desde el punto de vista de la estadística el resultado con el que Baskonia viaja a Atenas juega a su favor -ningún equipo desde la temporada 2008/09 ha sido capaz de remontar un 2-0 en unos cuartos de final-, sino porque sus jugadores, auténticos gladiadores, han sido hasta ahora mucho mejores que su rival y, sobre todo, porque el jefe de la tropa, Perasovic, pizarra en mano, le está dando un soberano repaso a su colega del Pana, el laureado Sasha Djordjevic. Por que ahí también, aunque no luzca al calor del foco público, también el croata se está jugando su particular cruce de cuartos ante el serbio. Y de momento también con una ventaja considerable.
Ya en el primer partido de la serie (84-68), con las dudas propias de una plantilla muy justa de recorrido que debía medirse ante uno de esos equipos, a priori, llamados de campanillas, Peras borró del mapa a su colega a partir de un planteamiento frenético e intenso que siempre partió de una exigente labor defensiva y, sobre todo, una inteligente gestión de su segunda unidad, especialmente con Darko Planinic, que disputó 13 minutos, anotó siete puntos y, especialmente, mantuvo a raya a las torres helenas mientras Bourosusis, la gran referencia del equipo, descansaba en el banquillo. En este entramado de ilusión, pasión y defensa, que es sin duda la verdadera seña de identidad de este colectivo, cimentó Perasovic su primer golpe en la mesa. Tal fue la superioridad sobre el Panathinaikos que incluso le sobró el último cuarto, aunque semejante descaro jamás saldría nunca de la boca del entrenador croata, que a día de hoy y a pesar de la ventaja, continúa sin fiarse de su rival. Lo avisó el miércoles por la noche nada más terminar el primer partido y no se equivocó. Vaticinó el técnico una “batalla” para el segundo duelo de la serie y sus pronósticos se cumplieron. Baskonia tuvo que emplearse a fondo y remar a conciencia hasta la orilla para poder llevarse otra vez la victoria tras una prórroga. Fue otro triunfo a la fe. Otro repaso táctico de colega a colega que coloca a Perasovic sin ningún genero de dudas en el núcleo central del éxito de este grupo. Porque alcanzar el nivel competitivo de Baskonia a estas alturas de la temporada con menos efectivos es prácticamente imposible. Un milagro se mire por donde se mire que, al igual que está ocurriendo con el Leicester en la Premier League, no deja de romper moldes cada semana.
la arrogancia de djordjevic ¿La clave? Perasovic mueve a los jugadores como piezas de ajedrez y dota a cada uno de ellos de la suficiente confianza para convencerles de que son mucho mejor jugadores de lo que ellos mismos cree. Solo así se explica que ante el desolador parte de bajas -a las de Causeur y Shenghelia se sumó el pasado miércoles la de Hanga-, el grupo haya hecho de la necesidad virtud y haya sido capaz de revertir la situación con Mike James actuando de dos, Bertans cambiando de rol, Diopp como jefe de la pintura...
Atónito ante la jugada, Djordjevic continuaba el viernes dando bandazos a pesar del talento que oferta su banquillo. Otra vez lideró un equipo irreconocible e indolente, y continuó protagonizando esa inexplicable política de rotaciones que acostumbra y que nunca permitió a sus pupilos coger el ritmo del partido. La única diferencia respecto al primer partido la marcó Diamantidis, al que esta vez sí entregó los galones para tratar de enderezar la nave. Su estratosférico triple en el último segundo que dio lugar a la prórroga fue la respuesta a la mejor decisión, y casi única, del serbio en estos dos partidos. Al final de la noche, desafiante y altivo, prometió volver al Buesa, una muesca más de su arrogancia para la que, seguro, Peras ya tiene respuesta en su milagrosa pizarra.