vitoria - A dos pasos de hacer historia. Berlín no es una quimera, sino un sueño real que, apreciada la suficiencia del capítulo inicial, tiene visos de hacerse realidad si tanto cúmulo de desgracias llega a su fin. El Baskonia golpeó primero con la seriedad, seguridad y solvencia que le caracteriza en el Buesa Arena, una cancha donde nadie le encuentra un resquicio de debilidad y puede catapultarle ocho años después hacia un éxito grandioso. Para que la noche fuese completa, tan solo hubo que lamentar la pérdida de otro soldado. La lesión de Hanga amenaza con dejar más famélico si cabe al ejército de Perasovic, que sufrió el enésimo sobresalto en el peor momento posible. Con la primera victoria en el zurrón y ni rastro de desasosiego por algún tipo de apretura en el marcador, el húngaro se echó la mano a su muslo izquierdo en las postrimerías del tercer cuarto víctima de los esfuerzos inhumanos a los que se ha sometido en estos meses. Tras sentir un pinchazo, se marchó rápidamente al banco y no volvió a la pista en lo que constituye un percance de consecuencias imprevisibles si la eliminatoria se alarga. No le sobran las piezas al técnico croata y, a poco que sufra algo muscular, su pérdida podría aumentar la precariedad de la cuerda exterior.

Exceptuando este mazazo de índole físico, solo hubo que celebrar noticias positivas en el estreno de una serie, a priori, de signo incierto pero cuya entrega inicial dejó algo bien claro. El hambre del Baskonia en pos de la Final Four es infinita. Está dispuesto a derribar a cabezazos la puerta que se interpone en su camino hacia la cita germana. Y si su rival heleno le allana el camino con una tibieza difícil de imaginar a estas alturas de la Euroliga, pues mejor si cabe. El conjunto vitoriano maniató como quiso a un tierno Panathinaikos que apenas planteó batalla en el primer cuarto y se derritió ante la sobriedad local en todas las facetas.

Mientras el Laboral Kutxa fue fiel a sí mismo, nunca encontró oposición en la acera de enfrente con un forastero, por momentos, paupérrimo que añora la mejor versión de su leyenda (Diamantidis), jugó al ralentí pese a la desventaja en el marcador y en el que Raduljica se convirtió en una boya insuficiente. La fortaleza física del serbio se llevó por delante a Ilimane y Bourousis en los albores, pero la providencial aparición de Planinic frenó esta solitaria vía de agua. Hasta 22 puntos de ventaja (64-42) llegó a saborear un anfitrión de nuevo brillante, solidario y rocoso que vivió de las oleadas de sus bases (Adams y James), la constancia de Hanga hasta su lesión o la eficacia reboteadora de Tillie. Ni siquiera precisó esta vez la versión más descollante de Bourousis para mantener a raya a un histórico de la competición.

Raduljica, eso sí, metió el miedo en el cuerpo al personal durante la primera parte. El internacional serbio, que se hizo hueco en las inmediaciones del aro con una facilidad pasmosa, anotó 17 de los 28 puntos del Panathinaikos en la primera parte en una superlativa exhibición de poderío. Pese a que su veneno era conocido por todos, acaparó todo el protagonismo en las filas visitantes convirtiendo en oro cada balón que recibió con inteligencia por parte de Calathes. Sin embargo, la defensa azulgrana consiguió atajar a los restantes estiletes del cuadro heleno, menos fiero de lo que auguraban los entendidos.

Tras un comienzo nivelado, el acierto triplista del Baskonia en el segundo cuarto comenzó a decantar la balanza a favor de los alaveses. Cuatro aciertos prácticamente consecutivos de Blazic -por partida doble-, Hanga y James encendieron a la grada del Buesa Arena, que también respiró de alivio gracias al trabajo de fontanería de Planinic en los instantes previos al intermedio. En realidad, el Laboral Kutxa no sufrió vértigo ni purgó la falta de experiencia de varios integrantes en la apertura de los cuartos de final. Se mostró tan autoritario, enérgico y explosivo como en jornadas precedentes. Al margen de temer por una posible reacción helena, equipo y aficionados tan solo cruzan los dedos por el estado físico de Hanga. Sería demasiado duro pelear por la Final Four sin el purasangre magiar.