56

83

Un momento crítico. El Baskonia encadenó su tercera derrota consecutiva, aunque la cara mostrada ayer fue muy diferente a la de otras jornadas. Por primera vez, el vitoriano fue un equipo sin ideas, precipitado y en el que cada jugador hizo la guerra por su cuenta. El croata castigó a Bourousis con muchos minutos de banco, cambió continuamente de caballo en la dirección y apostó sin éxito por los dos ‘cuatros’.

Irreconocible Baskonia. Por primera vez en este curso, fue el vitoriano un grupo desdibujado, individualista, ansioso y apático que no dio una a derechas a partir del segundo cuarto.

Sin dirección ni Bourousis. Adams, cuyos brotes de individualismo fueron censurados por la grada, y James arrastraron al equipo hacia un mar de dudas con sus erráticas determinaciones. El griego, inédito en anotación, tampoco dio señales de vida.

Espesura ofensiva. En cuanto se esfumó el acierto triplista del primer cuarto y Plaza retornó a la defensa individual, el Laboral Kutxa vivió un calvario a la hora de anotar y cayó en la tela de araña del Unicaja, que contó con un letal Thomas.

vitoria - Nadie entiende de vez en cuando el baloncesto, un deporte en el que cualquiera pasa del cielo al infierno y viceversa en un santiamén. En caliente, difícil saber si lo de ayer fue simplemente un mal día en la oficina o la constatación de que el Baskonia arrebatador y volcánico de esta temporada vive su momento más bajo y comienza a estar algo falto de gasolina tras los ímprobos esfuerzos realizados para soñar con cotas impensables. A más de uno le costó abrir los ojos porque lo que presenció en el Buesa Arena fue duro y doloroso. El Unicaja, en estado depresivo tras decir adiós 48 horas antes a la Euroliga, le infligió uno de esos correctivos que escuecen especialmente por las formas.

Tras las caídas en Sevilla y Moscú, sobrevino la tercera derrota consecutiva en una tarde caótica donde por primera vez en mucho tiempo se vio a un colectivo superado, desorientado, apático, ansioso y carente de la chispa que le ha permitido rendir muy por encima de sus posibilidades reales. Como si el desgaste de un curso agotador en lo físico y lo anímico empezara a pasar factura ya a un conjunto demasiado corto de efectivos. Soportar el enorme trajín de dos competiciones tan exigentes nunca es fácil y, entre lesiones, bajas formas y absentismos, algunos síntomas ya son inquietantes.

Fue un desenlace inesperado pero, a la postre, justo con los méritos de unos y unos. Una puñalada profunda en un momento crítico antes de afrontar la madre de todas las batallas en la Euroliga. Si se trataba de llenar el depósito de confianza y elevar la autoestima para recibir al Barcelona, el examen no pudo resultar más desalentador. Solo un gigantesco Hanga evitó un descalabro mayor mientras los restantes referentes de Perasovic pasaban de puntillas por una jornada tormentosa. En cuanto se esfumó el acierto triplista del primer cuarto ante la zona visitante, quedó plasmado un cortocircuito de dimensiones gigantescas. Un baloncesto caótico aderezado de precipitación y un pernicioso individualismo en un Buesa de uñas mucho tiempo después. Y con los bases en el ojo del huracán.

Adams, desesperante y empeñado en hacer la guerra por su cuenta, se ganó una buena ración de música de viento. Con James tampoco divisó la luz un Baskonia perdido en un laberinto. El colapso adquirió tintes sonrojantes en el segundo y tercer cuarto con 8 y 10 puntos respectivamente. Con un elemento indescifrable a lo largo de toda la tarde (Will Thomas) y una sucesión de defensas alternativas que maniataron la ofensiva azulgrana, el Unicaja tejió una hegemonía incuestionable e hizo sangre conforme avanzaban los minutos. Tras enmascarar en los primeros compases la espesura de su juego a triple limpio, la superioridad andaluza se hizo patente. La zona 2-3 de Plaza desencadenó un torrente de aciertos -concretamente cinco- desde la línea del 6,75, pero en cuanto el técnico catalán alteró su planteamiento y recurrió a la individual comenzaron a aflorar los problemas para los locales. La mordiente de Hanga se quedó como el solitario argumento azulgrana ante la incapacidad colectiva para sostenerse de pie y capear el temporal.

El Unicaja aterrizó en el Buesa Arena con dudas y sumergido en un débil estado anímico. Sin embargo, no quedó reflejado sobre la cancha alavesa cuál era el equipo corneado tras la reciente eliminación continental y cuál el rebosante de solidez a tras su brillante temporada. Un parcial de 0-11 al inicio del segundo acto volteó la contienda en medio de fatídicos minutos por parte de un Laboral Kutxa desgobernado, completamente plano e incapaz de contener la sangría del rebote defensivo. Las erráticas decisiones de Adams y James le arrastraron hacia la confusión.

Para colmo de males, prolongó una jornada más Bourousis su decadencia de los últimos tiempos y Perasovic adoleció de balas para contrarrestar la disciplina y el orden de los malagueños. Castigado por el croata, cuyos novedosos experimentos resultaron fallidos, el griego se convirtió contra todo pronóstico en un espectador de lujo en el banco. Sin balance defensivo, sin dureza atrás, sin juego colectivo y sin alma, el conjunto vitoriano se vio desbordado por el torbellino andaluz. Una tarde de pesadilla que tampoco puede hacer olvidar de un plumazo lo mucho bueno hasta ahora.

Desde hace varias semanas, es el único baskonista que mantiene la regularidad. La llave para que el equipo dominara en el primer cuarto antes de contagiarse de la vulgaridad colectiva.