vitoria - Todo fue cuestión de desempolvar la agenda, descolgar el teléfono y contactar con viejos camaradas que en su día, para su suerte, presenciaron en directo en el viejo pabellón Araba la final de la Recopa que catapultó a Baskonia al olimpo del baloncesto europeo. En estos días de recuerdos y aniversarios por aquella gesta, de la que el próximo 12 de marzo se cumplirán 20 años, la excusa resultó perfecta para compartir algunas cañas y volver a estrechar la mano de aquellos compañeros que ese año trabajaron sin descanso pero con la ilusión de un niño siguiendo al equipo por media Europa. En este contexto fraguó DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el encuentro que dio lugar a las páginas que ahora mismo tiene entre sus manos. El lugar elegido, la céntrica cafetería de Dendaraba, y los plumillas citados -hubo varios que no pudieron acudir por problemas de agenda como Javier Lekuona, entonces y hoy aún en la SER, o Alberto Olalde, jefe de deportes en su día de Egin-, en perfecto estado de revista.
Lógicamente después de tanto tiempo, el reencuentro fue especial. Satur Vivas, por ejemplo, que aquellos días comandaba la información deportiva de la Cope en Vitoria, hace tiempo que abandonó los micrófonos de la cadena episcopal por las aulas del colegio Escolapias, en Sansomendi, donde aún hoy sigue mostrando algunos pasajes de aquella mítica final entre sus alumnos como ejemplo de “superación” y “trabajo en equipo”. Su llegada a la hora prevista tuvo un punto muy bonito de emotividad, por cuanto a muchos de los colegas presentes hacía años que nos los veía, especialmente a Rafa Muntion, la voz baskonista de Radio Vitoria, con quien aquellos “inolvidables” meses compartió viajes, hoteles, autobuses y confidencias “que jamás verán la luz de mi boca”, evoca con una sonrisa de complicidad hacia su entonces compañero de micro.
También desde la trinchera de las ondas acudió Juan Carlos Cendoya, todavía hoy en RNE, que en aquella final tuvo tiempo de hacer micrófono inalámbrico y saludar a su buen amigo Sibilio, que aquel día llegó a Vitoria para comentar el partido. Por su parte, como representantes de la prensa escrita la convocatoria citó a Jaime San Martín, hoy ya jubilado pero en su día activo corresponsal en Vitoria de la agencia Efe y el diario Marca y Mundo Deportivo, entre otros, y David Erice, hoy redactor jefe de DNA y en aquellos días jefe de Deportes de El Mundo en su edición alavesa.
La terna de invitados la cerró Álvaro González Landa, aficionado aquella noche y periodista en ciernes que con los años pudo desquitarse narrando para los oyentes de varias emisoras locales otras gestas del Baskonia y el Alavés. “Aquella final la viví como aficionado pero luego llegaron otras que cubrí como profesional. ¡Y no hay color! Lo de la noche del Paok fue algo, sencillamente, apoteósico, difícil de olvidar”, evoca hoy este profesional de la comunicación, reconvertido desde hace un tiempo en empresario de hostelería. Como quiera que el guión previsto por este periódico para ordenar la charla amenaza a estas alturas con saltar por los aires, los recuerdos, las anécdotas y los chascarrillos empiezan a fluir sobre la mesa con sorprenderte velocidad y, desde luego, ningún orden. Y así, sin saber muy bien cómo, regresa del pasado el famoso “Viajes jabalí” que acuñó, cómo no, Manel Comas, en crítica alusión a las penurias que aquella temporada tuvo que soportar el equipo en sus desplazamientos a Belgrado, Kaunas o Moscú. “Joder, a la vuelta de tierras rusas tratamos de aterrizar tres veces en Sondika sin éxito y con un acojono que no veas; bueno, todos no porque Marcelo (Nicola) iba dormido el tío, tan campante a pesar de los botes que pegaba el avión. Al final acabamos en Barajas y regresando a Vitoria en el autobús de los jugadores”, recuerda Muntion con socarronería. Al menos de aquel viaje, donde Baskonia jugaría uno de los partidos de semifinales ante el Dynamo, guardan los protagonistas un buen recuerdo de la espectacular estancia. “Estuvimos alojados en el Hotel Cosmos, que era la leche; tenía unas quince alturas y cien habitaciones por planta, con un montón de bares en la recepción, tiendas... ¡De todo! Era como un centro comercial enorme”, coinciden Vivas y Javier Lekuona, que junto al propio Muntion fueron las voces alavesas aquel día en Moscú. “En ese hotel además se rodó después una peli de James Bond”, añade el último.
tintes dramáticos ante la final Antes de aquel triunfo, Baskonia ya había dado otras muestras de su carácter en duelos de campañas anteriores como el que les enfrentó al Cholet de Rigaudeau, Vargas y compañía. Lo recuerda bien San Martín: “Para mí aquel día fue lo más. El pabellón estaba encendido y el equipo dio un señor golpe en la mesa que le hizo ganar mucho prestigio al eliminar a un coco y alcanzar la final de Lausanne”. Al margen de la personalidad que aquel grupo tenía a través de jugadores como Rivas -“que era el gran padre de todos”, recuerda González- Nicola o Perasovic, el verdadero muñidor del proyecto fue Manel Comas, “que era catalán pero con un punto bilbaíno muy gracioso”, recuerda Muntion. “Era un buen tipo, muy listo y, sobre todo, un motivador nato que sabía manejar al grupo en cada momento. Era un técnico que preparaba muy bien los ciclos cortos y las finales”, añade Erice. Con el liderazgo y el proyecto perfectamente cimentados Baskonia alcanzó su tercera final consecutiva tras las de Suiza, “que fue un palo muy gordo porque merecimos ganar”, afirma Cendoya, y Estambul ante una Benneton “que tenía mucho mejor equipo y nos ganó con justicia”, abunda Vivas.
Por eso la revancha de Vitoria contra el Paok -entonces el segundo club más importante de Grecia tras el Aris- llegaba con tintes casi dramáticos. “La sensación que había en el ambiente era que o ganábamos ese día o no lo haríamos nunca”, evoca el experiodista de El Mundo, que al día siguiente arrancaría de esta forma su crónica: “Impresionante. Soberbia demostración de corazón, de madurez... Soberbia mentalidad triunfadora...”. Incluso el actor alavés Txema Blasco se asomaría también a las páginas del mismo diario para reconocer el sufrimiento vivido la víspera. “Ha sido una experiencia que espero no volver a repetir. Zapatero a tus zapatos. Estos nervios con el Taugrés son más fuertes que el más complicado de los estrenos”, reconocía con cierta guasa el protagonista de películas como Tasio.
la amenaza de los ultras Pero mucho antes de todo eso, incluso antes del salto inicial, la tremenda seguridad en torno al grupo ultra del Paok que viajó con el equipo se llevó buena parte de sus comentarios en radio o papel. “Vinieron casi 1.500 tíos que había que verlos... No estábamos muy acostumbrados en Vitoria a eso y el temor a incidentes se quedó ahí porque en todo momento estuvieron controlados por la Ertzaintza, que antes del partido tuvo que repartir algunas caricias entre los más duros para templar los ánimos”, relata con ironía el narrador de Radio Vitoria.
Aquella tarde el pabellón entró en ebullición desde una hora antes del partido. Al comienzo, la típica batalla habitual de cánticos entre ambas aficiones. También camisetas blanquinegras al viento de la Juve y el Newcastle y, sobre todo, una tensa deportividad que estalló cuando un iluminado enarboló una bandera turca que crispó a los griegos, expulsados en su día de Turquía. De nuevo entonces los beltzak tuvieron que repartir otra serie de caricias para apaciguar los ánimos de los más exaltados, cobijados bajo el grupo Black and white fighters from Salonica.
Solventada esta la tensión inicial, el balón voló y con él la ilusión de los miles de alaveses que ese día siguieron el partido en el pabellón y en las pantallas gigantes que se instalaron por Vitoria. Ni que decir tiene que en ese momento también los periodistas presentes comenzaron su particular partido, porque que en el caso de radios como la Cope o la SER llevaron a cabo retransmisiones especiales con estrellas al frente como José María García, que ese día “se pegó un baño de multitudes en la grada nada más llegar que no veas”, recuerda Satur Vivas. El afamado periodista fichó para la ocasión, “y a golpe de talonario”, al exbaskonista Sibilio como comentarista, “que estaba descansando en su República natal debajo de un cocotero”, bromea San Martín. También en el burladero radiofónico afilaba su verbo Ramón Trecet, de TVE, escoltado por Pepe Laso en los comentarios técnicos. El seleccionador español Antonio Díaz Miguel tampoco faltó a una cita llena de vip’s entre los que no falló el patriarca de Taulell, el gran patrocionador, Carlos Camahort, y los 200 empleados de la firma castellonenese que le acompañaron. “Era el sponsor perfecto para Querejeta. Aportaba unos ingresos muy importantes al club y no exigía nada a cambio salvo entradas para su gente en finales como la de Vitoria”, rememora Muntion. “Su crecimiento como empresa fue paralelo al del equipo. Ambos crecieron juntos y Taulell pasó de ser la sexta o séptima firma del sector a convertirse en la segunda más importante en pocos años”, abunda en este sentido Vivas.
Y así, entre una cosa y otra, transcurrió la primera parte, que a pesar de ser muy mala dejaba al Baskonia a solo seis puntos de los griegos (44-50). “Yo no lo veía nada claro porque ni Marcelo ni Peras estaban apareciendo y solo Ramón aguantaba al equipo. Y luego ellos, que tenían un quinteto muy bueno con el amigo Prelevic, que metió aquel día todo lo que tiraba”, recuerda Muntion. El resto de colegas comparten el diagnóstico. “Si no es por los 21 puntos de Ramón y sus nueve rebotes en esa primera parte quizá hoy no estaríamos aquí sentados”, añade Erice, mientras que Cendoya y San Martín, que asienten con la cabeza, añaden otro elemento más, “y decisivo”, para seguir vivos al descanso: el papel de los chavales Cazorla y Garbajosa, que pasaron con nota aquel test. “No solo permitieron a los veteranos un respiro sino que mantuvieron el tipo ante jugadores ya consagrados”, apunta San Martín. Si jugando tan mal los chicos de Manel se fueron al descanso con seis abajo, a nada que jugaran a su nivel todo era posible. Pero la segunda mitad comenzó igual y el desánimo comenzó a flotar en el ambiente, recuerdan todos. Sin embargo, una decisión concreta a falta de 12:53 lo cambia todo. Nicola pierde la cabeza tras un nefasto triple y lleno de impotencia sacude después una falta que se salda con una antideportiva. Es entonces cuando se produce una de las imágenes del partido. Comas lo sienta en el banquillo y en lugar de arengarlo lo mima como a un hijo. “Te necesitamos, Marcelo”, dicen que le pide. Apenas un minuto y medio después el alero regresa a pista. Ya es otro jugador. Triples por aquí y un mate espectacular por allá que supone el 73-69 y que levanta del asiento al mismísimo Trecet, que enloquece en directo con el mítico “Boom, Marcelo, boom...”. Contagiado por la actitud del argentino, el pabellón se viene arriba coreando por primera vez aquello del “este partido lo vamos a ganar”. Todo lo demás ya es historia. 37 años después de su fundación, Baskonia levantó su, de momento, único título europeo. San Martín tuvo que refugiarse en los baños para poder cantar su crónica ante el estruendo de la grada, las radios clamaban justicia y la prensa esculpió sus mejores titulares. El confeti inundó la cancha y los jugadores, llorosos, no dejaron de abrazarse. Querejeta saltaba de alegría y el lehendakari Ardanza ignoraba el protocolo. Solo un protagonista faltó en la foto final. Era Manel, victorioso en la soledad del vestuario pero cachondo por haber vaticinado con fina ironía lo que ya predijo días antes de la final: “Os dije que iban a hacer el viaje en balde y no me equivoqué. La Recopa es vuestra”, celebraría el malogrado entrenador desde la balconada al día siguiente.