71
65
Saber sufrir. El Baskonia estuvo irreconocible durante muchas fases y disputó el peor partido desde el inicio de la Euroliga, pero aun así pudo salvar los muebles. El croata se mantuvo un día más fiel a su filosofía de utilizar una rotación de nueve hombres ante la falta de confianza en Planinic y Corbacho. El billete para el ‘Top 8’ se encuentra a tiro y esa fue la mejor noticia de la velada.
vitoria - En un partido malo de solemnidad, el Baskonia obtuvo un tesoro de un valor incalculable tras ser indultado por el Zalgiris. De la tiniebla más absoluta rescató una victoria imprescindible para mantenerse en la atalaya del grupo F junto al CSKA. Respiró de alivio en el minuto final un anfitrión que firmó el peor partido de la temporada y únicamente encontró en las limitaciones y el desatino del conjunto lituano su tabla de salvación para salvar el pellejo. Dicen los entendidos que el secreto de los grandes reside en sumar como sea en las noches más tediosas y eso fue lo que hizo un Laboral Kutxa irreconocible que también tuvo la necesaria pizca de suerte gracias a la aparición del irreverente Adams, una moneda al aire que le ayudó a salvaguardar la integridad con una de esas acciones que ponen los pelos de punta al personal.
La locura del pirómano estadounidense evitó un naufragio de consecuencias trágicas. Con 62-63 en el marcador, se disfrazó de héroe gracias a un triple portentoso pero completamente fuera de lugar que colocó al Baskonia en la rampa de lanzamiento hacia su sexta victoria del Top 16. A partir de ese instante, se arrugó un Zalgiris que, si bien planteó una férrea oposición, justificó en el epílogo las razones de su precario estado clasificatorio. Le engulló la atmósfera ambiental de un Buesa incrédulo debido al rosario de errores de un equipo, hasta ayer, muy fiable. Entre la nula clarividencia ofensiva, la falta de contundencia para cerrar el rebote -una pesadilla que concedió infinidad de segundas opciones de tiro a los lituanos- y la precipitación, el Laboral Kutxa coqueteó con el desastre en una noche para olvidar.
El guión de una velada plácida saltó por los aires ante la rebelión de un visitante desahuciado que quiso morir motando. Lo que nadie podía intuir antes del salto inicial era una versión tan abúlica de los vitorianos, ansiosos y carentes de la chispa que les caracteriza. Sin hacer nada del otro mundo, el Zalgiris metió el miedo en el cuerpo con un juego pausado. Jasikevicius quiso por todos los medios que el Baskonia no corriera y su plan se cumplió a rajatabla. Se estrelló en el juego posicional contra el molino de viento báltico hasta que la inteligencia de Bourousis y la electricidad de Adams sacaron las castañas del fuego.
La versatilidad de Jankunas, que llevó a Bertans por la calle de la amargura, y la tiranía interior de Vougioukas, causaron estragos durante la práctica totalidad del choque, clausurado a favor de los alaveses gracias a un parcial de 11-2. Fue un epílogo redentor en el que el Zalgiris desaprovechó tiros cómodos y malvivió por la falta de un rematador. El mérito azulgrana residió en engancharse a un partido que tenía muy mala pinta y fue derivando en una ansiedad colectiva perniciosa por culpa de los rebotes al limbo y los balones perdidos. La defensa de Perasovic subió tantos enteros que Motum fue el único en ver aro entre los bálticos a partir del minuto 36.
Sorprendió negativamente el Baskonia en su primera cita tras su participación copera. No hubo rastro de la explosivad, dinamismo y alegría de las jornadas más conmovedoras de esta temporada. Huérfano de orden, desubicado y fuera del ritmo con el que se siente más cómodo, el cuadro vitoriano sufrió más de lo deseable ante la cenicienta del grupo. El sufrimiento fue la tónica predominante ante la perplejidad de la grada, que ni en sus peores sueños hubiese sospechado un espectáculo tan dantesco.
El Zalgiris, en el que no debutó finalmente el recién llegado Randle, evidenció sus limitaciones, pero supo plantear un partido áspero, cortocircuitar el juego azulgrana e incomodar las evoluciones a los mejores estiletes del técnico croata. El 0-7 inicial constituyó el presagio de los padecimientos posteriores. Tras verse abajo durante todo el último cuarto con rentas inquietantes (45-52, 54-58 ó 60-63), surgió la mano salvadora de Adams en el momento propicio. Denostado en muchas ocasiones, las agallas del estadounidense evitaron esta vez un jarro de agua fría.
Estuvo a merced de Vougioukas durante muchos minutos, pero completó un notable último cuarto que condujo al equipo hacia el triunfo. Un día más, el salvador azulgrana.