Ni tan siquiera María Pita, histórica heroína gallega que ejemplifica la resistencia coruñesa ante el asedio inglés en el siglo XVI, pudo contener ayer el avance de las hordas baskonistas. Más bien al contrario, optó por unirse a ellas. Y es que la figura que recuerda su leyenda en una de las más céntricas plazas de A Coruña -con el imponente Ayuntamiento de fondo- se convirtió en el punto de reunión para una numerosísima tropa azulgrana que, al ritmo de ataque marcado por la fanfarre, estaba dispuesta a quemar la ciudad hasta reducirla a cenizas.

Con un incendio, eso sí, festivo a más no poder. La afición alavesa, sin discusión posible alguna la que más colorido aporta un año más a este evento, decidió en esta ocasión adelantar las incomparables fiestas de Vitoria y trasladarlas al centro neurálgico de Galicia estos días. La fórmula perfecta para disfrutar y, al mismo tiempo, hacer partícipes de la alegría a los locales y los visitantes procedentes de otros puntos de la geografía. La hoja de ruta estaba trazada desde días atrás y únicamente requería de dos ingredientes. Ganas de diversión -el fundamental- y, a ser posible, acudir con la indumentaria adecuada.

No puede haber un paseíllo que se precie sin los blusas y las neskas y, como por arte de magia, una notable representación de ellos hizo acto de presencia en las calles del casco histórico de A Coruña. Abandonando el retiro en el armario -bien ganado descanso, por otra parte- al que suelen estar condenados durante once meses, los trajes volvieron a lucir sus mejores galas y con ellos la fiesta se desató contagiando a todos con cuantos se cruzaba.

“¿Pero esto qué es, una manifestación?”, preguntaban incrédulos los primeros que se topaban con la marea azulgrana. Las dudas se disiparon de inmediato y el río humano fue creciendo cada vez más de caudal a medida que arrastraba nuevos integrantes a su paso. Cual estrellas de Hollywood en la alfombra roja, los baskonistas eran fotografiados desde los bares, los comercios y las ventanas de las viviendas por incrédulos reporteros amateur. “¡Qué espectáculo! Se merecen ganar”, acertaban a balbucear justo antes de empezar a seguir de manera inconsciente el ritmo del inevitable Celedón ha hecho una casa nueva, Celedón... Más de uno repetirá a buen seguro, pero en el mes de agosto y por las calles de Vitoria.