Santiago - El Baskonia es un cazador furtivo que no deja ni las migajas a los demás. Llega a la Copa en un momento brutal de juego y confianza. Podría adoptar sin problemas el cartel de claro favorito a izar la séptima corona de su historia en A Coruña porque se lo ha ganado a pulso. Nadie sabe a ciencia cierta lo que deparará el futuro, pero la solidez de su proyecto ha metido el miedo en el cuerpo a los restantes protagonistas del torneo más atractivo del ejercicio. Su primera piedra de toque en tierras gallegas, el anfitrión Obradoiro, probó ayer en su cuerpo la particular medicina azulgrana. La batalla psicológica ante el combinado compostelano ya está ganada antes del salto inicial porque el Laboral Kutxa le devoró como y cuando quiso. Físicamente se encuentra en otra dimensión y pocos son capaces de aguantar el salvaje cuerpo a cuerpo que propone en cada partido.
En cuanto se puso el mono de trabajo y apretó las tuercas atrás a un anfitrión extremadamente limitado y anímicamente destruido debido a su pésima racha de resultados, sobrevino por pura inercia el triunfo en la última prueba antes de afrontar el asalto al título copero. Porque una primera mitad de lo más discreta precedió la tormenta. La reprimenda de Perasovic en el intermedio debió ser de órdago porque la intensidad fue diametralmente opuesta. Con varias marchas más en todas las facetas, el Obradoiro quedó reducido a cenizas. La Copa siempre está abierta a las sorpresas, pero se antojaría un milagro que el Rio Natura pueda plantar algo de cara al gigante alavés. El aperitivo de ayer en el Fontes do Sar resultó sintomático de la aplastante superioridad visitante. Demasiada diferencia entre un equipo que cotiza al alza con un rendimiento sideral y otro en estado depresivo que acumula ya once derrotas en sus últimas doce comparecencias ligueras.
Ni siquiera fueron precisas las mejores versiones de Bourousis y Adams para prolongar la racha a nivel doméstico. Se vieron eclipsados los principales bastiones de Perasovic por la pujanza de Hanga, Tillie, James, Blazic y Bertans. El secreto del Baskonia es que, aun a sabiendas del liderazgo y la personalidad del mariscal griego, siempre encuentra múltiples alternativas en su plantilla para sobrevivir. El ingreso del francotirador letón ha aumentado la pegada de un plantel que ya tiene de todo: obreros con capacidad de sufrimiento, talento físico para cortocircuitar la circulación de balón y estilistas con una inteligencia supina a la hora de mantener el rigor. Vitoria disfruta de esta época de vacas gordas con un grupo cuya credibilidad es máxima hasta en las jornadas donde el viento no sopla a favor.
Los partidos siempre resultan muy largos ante el Laboral Kutxa, que coció a fuego lento a los gallegos tras disfrazarse de perdonavidas en una sosa primera mitad. Demasiado intermitente en su rendimiento, el cuadro azulgrana careció del brío y clarividencia de otras ocasiones para dar continuidad a sus ventajas en el marcador. El defectuoso control de los tableros y las innumerables pérdidas revivieron a un anfitrión que mostró sus carencias pero opuso todo el entusiasmo del mundo para hacer menos visible su inferioridad. Una pequeña fase de descontrol en los minutos previos al descanso, castigada con un parcial desfavorable de 10-3, alimentó de forma ficticia la esperanza compostelana.
Tras el descanso, sí emergió el Baskonia reconocible, voraz e intenso que sabe desfigurar el rostro de cualquier oponente. Gracias a la atinada batuta de James, la mordiente defensiva de los exteriores o los tiros abiertos de Tillie y Bertans, vio sepultadas sus esperanzas el Obradoiro. A raíz del 39-41 establecido por Caloiaro, quedó fraguado el break en un duelo sin historia. Las incesantes recuperaciones se tradujeron en una catarata de contragolpes mientras los pupilos adiestrados por Moncho Fernández acataban su inferioridad y una de las canchas más bulliciosas de la ACB guardaba un escrupuloso silencio. Enfrente estaba un tirano que había metido la directa.
Omnipresente en todas las facetas y marcando la diferencia con su portentoso físico. Además de su tradicional ardor defensivo, también dejó pinceladas de enorme calidad en ataque.