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La clave del cambio. Llegó en verano entre un mar de dudas a Vitoria, pero ha conseguido dotar al Baskonia de una solvencia y una solidez espectaculares. Con un trabajo serio y riguroso, el preparador croata ha satisfecho el primer gran objetivo de la temporada. Sin embargo, da la sensación de que este grupo no ha tocado todavía techo y que las mayores alegrías están por venir.
vitoria - Entre la nobleza continental volverá a asomar la cabeza en 2016 un Baskonia testarudo a la hora de reclamar su sitio entre la flor y nata continental. La suya está siendo una reivindicación estruendosa en la presente temporada con una solidez y un nivel de baloncesto que invitan a soñar. Imposible pedir más a un colectivo de jugadores y un técnico que irradian seriedad y solvencia en todo lo que hacen sobre la cancha. Con una suficiencia y una antelación inesperadas, los vitorianos han satisfecho el primer gran objetivo de la temporada. Hubo que esperar hasta prácticamente bien entradas las 23.00 horas de la noche ante la tardía finalización del duelo en El Pireo para cantar una nueva clasificación, pero la espera mereció la pena. El Top 16 ya es una realidad a falta de dos jornadas tras consumarse ayer la carambola deseada que coloca al Laboral Kutxa en el selecto club de los mejores.
Se confabularon la previsible victoria azulgrana ante un abúlico Limoges y la derrota del Armani ante un Olympiacos que tardó en imponer su jerarquía pero hizo bueno el pronóstico de favorito. Por tanto, el Buesa Arena celebró un éxito que, a base de repetirse de forma insistente si se exceptúa la decepción del ejercicio 2011-12, ha dejado de valorarse en su justa medida. Los compromisos ante Efes y Cedevita definirán únicamente a partir de ahora la ubicación definitiva del Laboral Kutxa, cuyo gran aliciente es asegurar la segunda plaza en espera de saber la identidad de sus futuros compañeros de baile en una segunda fase repleta de espinas y trampas envenenadas.
Bienvenido sea este problema, pero nadie debería poner freno a la ambición en la Euroliga si se mantiene este estado de gracia. Sin riesgo de caer en la prepotencia, no se vislumbrar más de tres o cuatro rivales inalcanzables para la formación vitoriana, un prodigio de riqueza táctica, intensidad y dureza mental que sabe competir hasta en las más adversas circunstancias. Es el de Perasovic un bloque enchufado, dotado de un consistente patrón de juego y un conmovedor instinto asesino. Por cualquiera de sus poros traslada al exterior una sensación de solvencia que ni los más viejos del lugar recordaban. Si en las derrotas exhibe un espíritu de lucha ejemplar, en las victorias es todavía más arrebatador.
El Baskonia lo tuvo muy fácil en un partido tremendamente desequilibrado que constató la escasa competitividad de la LNB francesa. Hay veladas en esta glamourosa Euroliga cuyo desenlace es conocido antes del salto inicial y, pese a las entendibles reservas de Perasovic antes del salto inicial, desplegaron los alaveses una actuación de lo más profesional para borrar del mapa a un fantasma disfrazado de amarillo. Prendió la mecha Adams en los albores con sus humillantes robos a Westermann, en su día un proyecto de estrella que esta vez ni siquiera fue capaz de trasladar el balón al lado contrario ante las rápidas manos del timonel estadounidense.
Cada vez más consolidado y en una óptima línea desde el arranque del curso, el Laboral Kutxa abusó de un rival inofensivo a base de una asfixiante intensidad sobre las líneas de pase galas y un voraz juego en transición que se cobró infinidad de canastas fáciles. El libro de estilo de Perasovic no consiente bajadas de tensión y sus pupilos le obsequiaron con otra actuación completísima en todas las facetas. Se hinchó a destapar su etiqueta de ladrón y morder al contragolpe un anfitrión desatado que apenas levantó el pie del acelerador. Acabó con el rostro desfigurado un Limoges impotente que enarboló desde las primeras posesiones la bandera blanca de la rendición. Se puso en marcha la locomotora azulgrana y no dejó títere con cabeza ante su colmillo afilado y su pretensión de hacer sangre.
Perasovic entendió rápidamente que se trataba de una velada propicia para economizar esfuerzos y ceder el protagonismo a los hombres de su segunda línea. El técnico croata se permitió el lujo de hacer probaturas y ensayar defensas presionantes ante los mayúsculos desafíos del futuro. Hasta se permitió el lujo de hacer jugar juntos durante un buen puñado de minutos a los hermanos Diop. El indicativo perfecto de lo que fue otro monólogo aplastante en el Buesa, una fortaleza inexpugnable donde visitantes de cualquier pelaje vuelven a sufrir el miedo escénico de antaño.
Apisonadora local. El Baskonia acometió la defunción de su oponente con sus célebres señas de identidad: una asfixiante intensidad sobre las líneas de pase galas, continuas recuperaciones y mucho juego en transición en busca de canastas fáciles.
Adams, el líder. El estadounidense humilló a Westermann, incapaz de despojarse los grilletes del eléctrico estadounidense a la hora de subir el balón al campo contrario.
Rival fantasmagórico. El Limoges, aplastado en la ida, dejó una pésima imagen en la capital alavesa y fue un conjunto entregado desde el salto inicial.
Prendió la mecha al inicio con sus humillantes robos a Westermann y sus dianas desde el 6,75. Con sus brotes de indivualismo, ha alcanzado un nivel extraordinario en la dirección.