Vitoria - Del frac y fuego artificial a nivel continental para hundir en la miseria al inofensivo Limoges al buzo y pico domésticos que mantuvieron a raya a un respondón Gran Canaria. El granítico Baskonia de Perasovic posee una habilidad única que le lleva a enfundarse diferentes trajes con el fin de satisfacer un objetivo innegociable. Puede sofocar los intentos de rebelión por aplastamiento y acometer la defunción de su rival por la vía rápida gracias a un poderoso directo al mentón o es capaz de apelar a la vía de sufrimiento, picar piedra y cocer a fuego lento las victorias. Frente a los insulares, sucedió esto último y pudo prolongarse la imbatibilidad en la ACB gracias a ese gen destructor que le ha inoculado el técnico croata. Tras una matinal de altibajos en la que careció de la fluidez y clarividencia de jornadas precedentes, la formación vitoriana terminó saliendo airosa sostenida por su capacidad agonística.

A falta de continuidad, virtuosismo en el juego y gotas de acierto en ciertos tramos del duelo ante las trampas diseñadas por el viejo zorro Aíto, surgieron una incandescente intensidad defensiva y el temple de Bourousis para prolongar la inercia victoriosa de estos albores de curso. En un combate entre dos alternativas de poder por la cúspide liguera, que registró sonrojantes tramos de ofuscación por parte de ambos bandos, el Gran Canaria se marchó con las manos vacías tras aterrizar en el Buesa Arena con un plan perfectamente ideado en la pizarra que maniató a los estiletes locales. Ni siquiera la ausencia de última hora por migrañas de Kuric, su mejor artíllero del perímetro, ni los problemas físicos de Newley, restaron un ápice de competitividad a un conjunto amarillo extremadamente rocoso que justificó que su privilegiada posición en la tabla clasificatoria no es fruto de la casualidad.

Faltó continuidad y también algo de pausa para haber cerrado mucho antes el triunfo, pero el Laboral Kutxa se sostuvo durante los cuarenta minutos gracias a un encomiable espíritu defensivo -el principal sello impuesto por Peras- y halló soluciones de peso en el epílogo. La frescura de algunos titulares como Bourousis, perfectamente dosificado por ese pulpo llamado Ilimane Diop pese al nulo respeto arbitral, resultó capital. El griego tiene un don para producir y su ascendencia en el colectivo no conoce límites. Mientras le dure la cuerda, difícilmente perderá la compostura un Baskonia que le ha sabido rodear de forma atinada con obreros de lo más sacrificados (Blazic o Hanga) y detonadores de primer orden (James o Causeur). El oscuro trabajo de intendencia llevó la firma del esloveno, del húngaro y Kangur. Las contadas pinceladas de efervescencia anotadora corrieron a cargo del base estadounidense, letal en el conato de despegue del segundo cuarto, y del escolta francés, autor de 13 puntos tras el intermedio y también del postrero triple que sepultó a los insulares dentro del último minuto.

Con todo, los alaveses debieron exprimirse al máximo en una matinal de perfil árido que, además de agigantar la figura de Bourousis, premió el espíritu indomable de varios secundarios de Perasovic. Si la pasada temporada provocaba sarpullido en la piel la apatía atrás, el actual Baskonia conmueve por su entrega, raza, fe y tesón. Nunca se marcha de los partidos y sus ramalazos de corazón recuerdan a los de su época más dorada. La puntería brilló por su ausencia y la precipitación se convirtió por momentos en un pésimo aliado, pero la tropa alavesa sorteó todos los obstáculos con oficio y madurez. Hacía años que la afición no detectaba un espíritu defensivo de este calibre, algo que sostiene los cimientos de cualquier grupo en los momentos más difíciles y enmascara la pérdida de talento.

Tras una ardua pelea con Omic, que se ganó una técnica infantil por gesticular más de la cuenta ante la grada, Bourousis ingresó fresco mediado el último cuarto. La integridad azulgrana se vio entonces salvaguardada por un poste con un imán para producir en cada posesión. Con una falta provocada, una asistencia o un triple, el heleno disipó las últimas dudas respecto a la identidad del ganador. El golpe de gracia definitivo a un Gran Canaria combativo que vendió cara su piel pero claudicó ante un anfitrión decidido a resolver conla máxima celeridad el billete para la Copa.

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Estaba rayando a un nivel más humano que en días precedentes mediatizado por la sombra de Omic, pero se reivindicó con una álgida producción en los minutos finales.