vitoria - Tuvo que ser en Jueves Santo donde Baskonia resucitó, firmando probablemente uno de sus mejor partidos de la temporada ante un Fenerbahce que ofreció una imagen lamentable en Vitoria, y eso que acudía al Buesa con la intratable tarjeta de presentación de nueve victorias consecutivas en todos sus partidos como visitante en este Top 16. Sin embargo, ayer abandonó ese estado celestial para bajar y conocer el infierno al que le sometió el Laboral Kutxa, imperial en todas las facetas del juego hasta el punto de ningunear durante todo el partido al coloso turco, forjado a base de talonario pero incapaz ayer de ser siquiera una sombra de su equipo juvenil. Ese demérito no fue casual. Lo provocó un estado de excitación colectivo que Ibon Navarro se había encargado de cocinar en las jornadas previas. Y así, desde el minuto uno, Baskonia lideró el partido desde una hoja de ruta en la que no faltó prácticamente ningún ingrediente. Desbordó el equipo intensidad, seriedad, defensa, concentración, equilibrio y ese control que tantas otras veces le había ocasionado tantos disgustos. Causeur y San Emeterio fueron siempre la punta de lanza; Colton Iverson y Begic rozaron un altísimo nivel, igual que Kim Tillie, y por primera vez este año la explosiva e imprevisible pareja de bases, Adams y James, entendió por fin la importancia del tempo para firmar una de sus mejores actuaciones. El equipo lo agradeció. Y en ese contexto, la escuadra de Navarro se llevó con justicia los parciales de los cuatro cuartos, brindó un merecido homenaje a su sufrida afición y consiguió el objetivo marcado para estas alturas del año en Top 16, llegar vivos a la última jornada. Será el todo o la nada. El próximo jueves en Málaga ante un Unicaja ya desahuciado en Euroliga donde Baskonia deberá decidir si juega a correr, pensar y defender como ayer, o no.
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