Vitoria - Taquicardia, agonía y las uñas en carne viva por verse al borde de la eliminación y maldecir las alocadas decisiones de un pirómano llamado Mike James, pero a la postre victoria balsámica que vale su peso en oro. La moneda al aire salió cara de milagro en un epílogo delirante donde, a falta del gran Dios griego lesionado en su casa de El Pireo, nadie dio la impresión de querer ganar con ataques a cada cual más confuso. Agobiado por la victoria del Efes y sin margen de error pero con el colchón de seguridad que produjo la ausencia de Spanoulis, un despiadado killer que ha ganado por sí solo cientos de partidos apretados como el de ayer, el Baskonia solventó ayer su primer match ball en la Euroliga y conserva intactas las opciones de acceder al Top 8.

Esta vez le sonrió la fortuna en un final apretado, aunque volvió a contraer méritos para haber besado la lona con una derrota que habría sido mortal de necesidad. El 74-73 definitivo supuso un resoplido de alivio porque cual trapecista que camina sobre un fino alambre estuvo a punto de despeñarse hacia el vacío tras no aprender la lección de errores pasados. Tres jornadas restan para clausurarse la segunda fase de la competición más glamourosa y el billete hacia los cuartos de final ya se ha convertido en un mano a mano con los otomanos con un calendario más propicio. Algo impensable hace muchas semanas y por lo que hay que felicitarse pese a la inexperiencia e inmadurez de un colectivo gobernado por dos directores incendiarios e inestables.

Tanta angustia mereció la pena, aunque el susto de muerte perdurará posiblemente varios días tras un final kafkiano en el que las volteretas y los vaivenes en el marcador fueron inexplicables. Cada parcial de uno fue respondido por el rival con igual contundencia dentro del último cuarto. James quiso enfundarse el disfraz de héroe y lo único que consiguió fue colocar a sus compañeros de reparto al borde de la histeria. Tristemente se convirtió en el mejor aliado del Olympiacos hasta que en la posesión de la verdad Causeur y San Emeterio, cansados de tanta anarquía y de que Ibon Navarro no pudiera atar en corto a un base indomable, trataron de imprimir algo de cordura a un equipo que perdía la respiración de la forma más absurda. Las delirantes determinaciones del ex del Kolossos insuflaron oxígeno a un conjunto griego que, huérfano de la magia de Spanoulis, no aprovechó los regalos. Primero perdonó la vida el veterano Printezis desde el tiro libre y en el último suspiro Lafayette con un tiro parabólico que tampoco venía excesivamente a cuento cuando lo fácil habría sido buscar una doble. Esos segundos entre los que salió el balón de la mano del fornido estadounidense, fue repelido por el aro y cayó en las manos de San Emeterio se hicieron eternos en un Buesa Arena al borde del infarto.

Spanoulis se quedó lesionado en Atenas, pero el Olympiacos conserva un envidiable gen competitivo y oficio para competir en cualquier cancha europea. El Baskonia se chocó ante un muro de hormigón y salió rebotado varios metros hacia atrás. Le costó imponer su estilo, liberarse de las pegajosas marcas helenas y frenar el pick and roll central de Mantzaris y Sloukas, amos y señores del tempo frente a un inoperante Adams. El orden y el rigor helenos contrastaron con las imprecisiones azulgranas, encarnadas otra vez en el base estadounidense. Sólo los triples iniciales de Bertans y los fogonazos de James permitieron al Laboral Kutxa agarrarse a una velada teñida de color rojo durante la primera mitad.

La supervivencia vitoriana en la Euroliga estaba en juego tras la victoria ante el Efes y la tropa vitoriana hizo acto de presencia en la pista con excesivas dudas y un agarrotamiento pernicioso. Enfrentó se topó, además, con uno de los rivales más desaconsejables para pasear su célebre electricidad. El Olympiacos nunca le dejó correr y le maniató en corto, aunque afortunadamente le dejó escapar vivo para que el sueño del Top 8 siga más vivo que nunca.