Vitoria - Los finales apretados se habían convertido en la gran losa del Laboral Kutxa a lo largo de toda la temporada. Uno tras otro, varios partidos igualados habían terminado con un resultado negativo por culpa de la facilidad de este Baskonia para dilapidar sus acciones en los instantes finales. Malas decisiones, jugadas previsibles, tiros errados de manera increíble... La cruz se había convertido en el signo constante en la moneda del equipo de Ibon Navarro. Nunca cara. Una losa que ha pesado en forma de derrotas, pero también desde el punto de vista anímico. Y es que en no pocas ocasiones han sido los nervios los que se han convertido en protagonistas en este tipo de finales a cuchillo que se deciden por los más nimios detalles. No se puede decir que ayer, ante Olympiacos, el Baskonia gestionase de manera sobresaliente esas últimas acciones, pero en esta ocasión fue al menos capaz de echar el candado en su zona para manejar su mínima ventaja. En el enésimo lanzamiento al aire de la moneda, en una noche en la que la Euroliga se podía convertir en una utopía, la fortuna no se giró de espaldas. Pese a los errores repetidos, esta vez tocaba la cara. Al fin.

En esos instantes finales, como viene siendo costumbre, Mike James se volvió a erigir en el protagonista principal. Eso por no decir que era el actor único en el ataque baskonista, que responde más a la realidad. El base de Portland fue el encargado de coser al Laboral Kutxa al partido cuando el Olympiacos amenazaba con acabar con las esperanzas europeas del Buesa Arena. Con 63-66 en el marcador y el equipo de El Pireo manejando el ritmo, James cogió de nuevo los galones en un último cuarto en el que ya había anotado anteriormente un triple trascendental. Faltaban poco más de tres minutos y medio para la conclusión del partido y el base asumió toda la responsabilidad de nuevo.

Una canasta de dos, una serie de cinco tiros libres consecutivos y una nueva canasta debajo del aro tras robar el balón a Lafayette tras un fallo propio en el tiro. Un minuto y medio de auténtica magia, propio del playground, en el que James sacó a relucir todo su talento individual en el uno contra uno para romper la defensa a base de piernas, ya fuese completando la penetración, haciendo una parada para propulsar su lanzamiento en suspensión o aprovechando su puntería desde la línea de tiros libres.

El problema es que, ya con ventaja, James pareció olvidar que el baloncesto es un juego colectivo y su estilo, muy directo y también previsible, fue interpretado a la perfección por la defensa de Olympiacos -ayer volvió a demostrar que en este sentido es el mejor equipo de Europa- para cerrar las vías de agua.

El Baskonia se hizo previsible y, tras una canasta de dos de Bertans en un contraataque, su caudal ofensivo se redujo a la nada. Durante más de un minuto estuvo el Laboral Kutxa sin anotar. Errores de James, empecinado en resolver por sí mismo en un uno contra todos, pero tampoco sus compañeros fueron capaces de sumar. El atasco final en esta ocasión se salvó por la buena defensa y dos fallos desde el tiro libre de Printezis, que fueron los que evitaron que la historia se repitiese.

Dusko Ivanovic. El montenegrino, poco dado a dar entrevistas en los últimos años, se ha deshecho en elogios hacia el Baskonia en una entrevista a un medio nacional. “Ha mejorado. Ha fichado bien y me gusta. Es el equipo más atlético de la Euroliga”, alabó.