vitoria - La desagradable refriega en el reciente derbi de Miribilla dejó el pasado domingo en un segundo plano una derrota hiriente para el baskonismo que constató el inquietante estado de forma de varios jugadores en manos de Ibon Navarro. Más allá del desconcierto en la dirección derivado de las discutibles decisiones de dos bases convertidos en una moneda al aire por su carácter imprevisible, el Baskonia acumula excesivas semanas añorando la figura de su particular gigante en la pintura y el hombre que cambió la errática dinámica del comienzo de temporada.
Si los integrantes azulgranas cotizaran en bolsa, Mirza Begic sería ahora mismo uno de los valores en rojo y de los que generaría pérdidas tras una etapa anterior en la que contribuyó de manera decisiva a hacer de oro a los inversores. Y es que las prestaciones del poste esloveno, principal figura sobre la que el Laboral Kutxa ha sustentado el crecimiento desde su incorporación a finales de noviembre en detrimento del cuestionado Lamont Hamilton, han descendido de forma drástica.
Se trata de un lujo que no puede permitirse un bloque como el vitoriano que tampoco anda sobrado de argumentos en las inmediaciones de los aros pese a la encomiable honestidad de Colton Iverson. El fornido estadounidense le ha desplazado por completo en la rotación gracias a su superior intensidad, su contundencia en el rebote y una interesante producción anotadora forjada en la creciente sintonía con Adams. Coincidiendo con unos problemas en su rodilla izquierda que incluso le obligaron a ausentarse del compromiso continental ante el Unicaja en el Buesa Arena, Begic atraviesa en la actualidad un bache que se refleja básicamente en unos números más discretos y una influencia menor en el juego.
Ni en defensa ni ataque es el mismo interior de trazos dominantes con el que el Baskonia dio un salto cualitativo en su rendimiento en todos los frentes. Demasiada tibieza procedente de su espigada silueta cuando el Baskonia necesita buenas dosis de intimidación, sus ayudas defensivas en el momento que los exteriores se ven desbordados y también un eficaz juego de espaldas al aro para dotar del imprescindible equilibrio a una ofensiva ultradependiente del acierto del perímetro.
apuros ante poste físicos Esas virtudes, acreditadas con solvencia y continuidad durante sus primeros meses en la capital alavesa, aparecen difuminadas en los últimos tiempos con la consiguiente preocupación de Ibon Navarro y la plana mayor, conscientes de que urge su recuperación ante los importantes ochomiles que aguardan a la vuelta de esquina.
Begic, un poste de siete pies de los que escasean en el mercado y sobrado de experiencia en la Euroliga, ha competido con entereza en plazas difíciles como Madrid o El Pireo y forma parte de esa reducida estirpe de piezas que a la larga suma más de lo que resta. Cualquier técnico desearía contar con él en nómina por el poder intimidatorio que ejerce sobre los rivales y la capacidad de cambiar tiros. De ahí la confianza que alberga el preparador vitoriano en que esta pájara sea esporádica y no se prolongue en el tiempo.
En el último derbi vasco de infausto recuerdo, el cinco nacido hace 29 años en Bosnia vivió un calvario en su duelo ante una mole como Latavious Williams. Los emparejamientos frente a esta clase de pares tan extremadamente musculosos y pesados suelen acarrearle problemas. Debido a su liviano cuerpo, le cuesta empujar hacia atrás a hombres altos de esta estirpe cuya voluminosa figura constituye un handicap para su lucimiento. Sólo así se justifican los clamorosos errores que cometió a escasos palmos del aro en varios tramos y que, entre otras razones, impidieron al Laboral Kutxa poner el domingo en más aprietos al Bilbao Basket.
El temible CSKA, plagado de centímetros en la pintura con Vorontsevich y Kaun en el puesto de cinco, supondrá una reválida para que, a partir de mañana, vuelva a remontar el vuelo y pueda erigirse otra vez en ese interior dominante que tanto se echó de menos en los albores de curso. Con muy poquito, ya fue capaz a las primeras de cambio de hacer olvidar a Hamilton.