Tanto remar para, al final, acabar decepcionado, frustrado y con el rostro desencajado por no haber aprovechado una ocasión de oro en la guarida de un rico vulnerable. Perdió nuevamente con muchas dosis de crueldad el Baskonia, incapaz de gestionar de forma acertada unos fatídicos trece segundos finales en los que vio reproducidas viejas pesadillas de jornadas precedentes. La primera bala fue desperdiciada por James, empeñado en buscar un tiro demasiado lejano en lugar de aprovechar sus excelsas condiciones físicas para una canastas doble o, en su defecto, una penetración. Con todo, dispuso de una segunda opción tras un providencial rebote ofensivo de Tillie. El balón cayó en las manos de Bertans, a priori otro hombre idóneo para acreditar su instinto asesino. Tampoco llegó aquí el golpe de gracia después de que la angulada suspensión del letón ni siquiera tocase el aro.

Otro partido dignamente competido por el Laboral Kutxa y una cornada dolorosa por la forma en que se gestó la caída. Fue una reacción heroica carente de recompensa. Le metió el miedo en el cuerpo hasta el bocinazo final a un Fenerbahce plagado de estrellas rutilantes pero tremendamente endeble. Tras hacer lo más difícil y sobreponerse con grandeza a un aterrador inicio de tercer cuarto (63-48), la tropa vitoriana regaló una victoria que hubiese valido su peso en oro para soñar con el Top 8. Con sus defectos y sus virtudes, con sus imperfecciones y también con los fogonazos de genio de sus indomables bases, con sus escandalosas lagunas y falta de intimidación debajo de los tableros pero igualmente con un orgullo a prueba de bombas, al maratoniano azulgrana únicamente se le escurrió de las manos otra victoria en la foto finish.

Ni siquiera la ausencia de Causeur, fuera de combate por unas dolencias lumbares, constituyó una losa para acariciar la gloria en Estambul. Por si existían dudas, el Baskonia se autoconvenció de que atesora la materia prima suficiente para doblegar a cualquiera. Se le resiste el salto cualitativo de las victorias lejos del Buesa Arena, pero su grado de competitividad se halla fuera de toda duda. Resta tener una pizca de suerte, exhibir una fe más inquebrantable y que varias piezas aletargadas como Shengelia y Begic se enchufen de una vez por todas. Pese a su sangrante debilidad bajo los aros, malvivir por su escasa talla física, carecer de antídotos ante el voraz poderío atlético del Fenerbahce -encarnado en el volador Vesely- y sufrir las acometidas de Goudelock, el Baskonia llegó vivo y entero al epílogo.

Para más escarnio, el verdugo fue Nemanja Bjelica. El balcánico, convertido en una estrella a las órdenes de Obradovic tras su decepcionante periplo por Vitoria, rubricó su particular revancha. Con un perfecto sentido de la colocación, uno de sus muchos rebotes arruinó la última ventaja alavesa (89-90 ) y se cobró la falta que alumbró la derrota. Al balcánico no le tembló el pulso desde la personal y su sangre fría cercenó las aspiraciones del Laboral Kutxa, que protagonizó un milagroso retorno en una velada que parecía vista para sentencia al inicio del tercer cuarto.

Se topó en todo momento el Fenerbahce con una feroz oposición de los vitorianos, sin los millones del altanero anfitrión pero fieles a un suicida patrón de juego y que se manejan con solvencia en la locura. Se zambulleron ambos contendientes en un precioso intercambio de golpes y, como consecuencia de ello, volvió a emerger otro partido de gran vistosidad. Aunque algún visitante confundió un ritmo alto con ciertas dosis de precipitación y una mala selección de tiro, sólo se desconectó el Baskonia a la vuelta del intermedio cuando encajó un parcial de 18-3. Un rival plagado de estrellas como el turco, capaz de hacer cambios automáticos en defensa merced a la altura de todos sus integrantes, renunció a la pausa y se contagió del desenfreno alavés, algo que no casa con los mandamientos de Obradovic. Todo marchó sobre ruedas hasta la venenosa aparición de Goudelock, uno de los pistoleros más despiadados de la Euroliga. El estadounidense monopolizó todos los ataques locales y de ello se terminó beneficiando el conjunto de Ibon Navarro, que se olvidó de San Emeterio en el epílogo. El cántabro había obrado el milagro de la remontada cuando peor pintaba el panorama.

Sin el golpe de gracia. Tras dejar escapar un rebote providencial que acabó en las manos de Nemanja Bjelica, al que no le tembló el pulso desde la personal, el Baskonia careció de instinto asesino en los trece segundos finales. Valía un tiro de dos, pero James buscó un triple en mala posición y Bertans ni siquiera tocó el aro.

A pecho descubierto. Pese a su fría salida en el tercer cuarto y verse quince abajo (63-48), el orgullo azulgrana salió a relucir gracias al célebre frenesí anotador comandado por los dos indomables bases estadounidenses.

Desangrado en la zona. Con un horrible Begic, el Laboral Kutxa fue incapaz de poner en aprietos a los hombres altos del Fenerbahce.