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VALENCIA - Y, de repente, retornan las dudas cuando un cielo despejado se hacía paso entre las tinieblas de la inconsistencia. La visita a la Fonteta, territorio hostil por antonomasia y hogar de una de las bestias negras del Baskonia en la historia reciente, resucitó viejos fantasmas. Sonó demasiado tarde el despertador en una matinal aciaga que reprodujo unas pesadillas teóricamente abandonadas. Para cuando se desperezó un visitante nuevamente bondadoso y se despojó las legañas de sus entristecidos ojos, el agujero era insalvable. El enfermo recayó en una prueba de lo más exigente y la rehabilitación definitiva deberá esperar todavía un tiempo prudencial vista la suficiencia taronja para amasar una renta escandalosa (65-37). Ha costado un ímprobo esfuerzo recuperar la credibilidad durante las últimas semanas para que los progresos se marcharan ayer por el sumidero en diez minutos aterradores. Un tramo infernal donde el Valencia recibió un salvavidas para cicatrizar sus heridas continentales y brindar una bombona de oxígeno al cuestionado Velimir Perasovic, empeñado en cobrarse facturas ante el club de sus grandes éxitos.

Ese parcial de 30-10, forjado a base de defensas fraternales y en medio de la desorientación más absoluta, decantó el partido hacia un anfitrión que impuso su ley del músculo, abrasó a los alaveses en la hoguera con ese inconfundible espíritu gladiador y amargó la existencia a los principales estiletes azulgranas. Mientras el anfitrión acudió al combate con toda su artillería pesada pese a lucir un ejército diezmado (Van Rossom y Lishchuk), el Laboral Kutxa opuso unas nimias balas de fogueo. Incapaz de dar respuestas a un oponente que enarboló más que nunca la bandera de su baloncesto eminentemente físico, la tropa alavesa vivió un calvario únicamente maquillado en los minutos de la basura.

Brusco retroceso para reafirmar el crecimiento derivado de los últimos triunfos, enésima decepción lejos del Buesa Arena y paso atrás que echa paladas de tierra respecto a la consecución del objetivo copero. A siete jornadas para que se realice la criba de los participantes en el Gran Canaria, el nudo de la camisa aprieta el cuello hasta unos límites insospechados. Y con tres desplazamientos a Murcia, Zaragoza y Madrid en el horizonte pintan definitivamente bastos. Cuando parecía haber dado con la tecla hacia el asentamiento, el Baskonia regresó ayer tristemente a las andadas. Resucitó el colectivo extremadamente blando, espeso y sin argumentos que desembocó en la destitución de Crespi. Con varias marchas menos de las que requería la matinal, la formación vitoriana perdió el norte, se desangró ante un rival con un indiscutible propósito de enmienda para ahogar sus penas continentales y rescató del baúl los peores vicios de los albores de temporada.

Afloró tal colección de errores que resultó imposible soñar con la victoria más allá del cuarto inicial. Las ingenuas pérdidas en los saques de fondo, la sangrante falta de concentración a la hora de cerrar el rebote, el pésimo balance defensivo y los desajustes de patio de colegio, que favorecieron un puñado de canastas fáciles a los locales, constituyeron el pasadizo hacia una defunción fulminante y sin ambages. Sometido por los grilletes taronjas, el Laboral Kutxa languideció sin el menor atisbo de competitividad. Sobró una segunda parte anecdótica donde, al menos, quedó amortiguado el impacto de un correctivo doloroso. Sólo cabía un resquicio para propiciar un marcador algo más decoroso de cara al coeficiente de puntos en caso de empates y la irrupción de Ilimane Diop evitó males mayores.

Atado en corto Heurtel, sin rastro de la munición exterior acreditada en los últimos compromisos y con escasas soluciones desde la zona más allá de los chispazos de Begic tras el descanso, el Baskonia acabó con el rostro desfigurado. A merced del ritmo impuesto por Nedovic y Vives, la clarividencia de Ribas e n el pase, la potencia del fibroso Sato, la versatilidad de Lucic y Harangody, la contundencia de Loncar y la desbordante clase de Dubljevic, un poste desequilibrante que sólo halló algo de oposición con la salida del senegalés. Una mañana para olvidar que, al menos, precede este viernes la oportunidad para el desquite. Al calor del Buesa Arena y con la sabrosa oportunidad de rematar el billete para el Top 16 en juego ante un verdugo resignado a su suerte, todo debiera ser diferente. Tener tan a tiro el primer objetivo de la campaña implicará una transfusión sanguínea para ponerse al mismo nivel de un oponente con las uñas siempre afiladas y con una defensa al borde de la ilegalidad.

Viejas pesadillas. El Baskonia completó el peor partido desde que se hizo cargo del equipo. Afloraron los errores de la primera parte de la temporada, especialmente en el segundo cuarto, y nada pudo hacer el vitoriano para remediar la caída. Un brusco paso atrás en un momento donde parecía haber dado con la tecla para hacer carburar al grupo. La agresividad del cuadro taronja careció en todo momento de antídoto.

Cuesta elegir a alguien que estuviese ayer en órbita. El georgiano, que tuvo más que palabras con Lucic y siempre motivado en Valencia, fue de lo poco salvable dentro del gris tono colectivo.