La locura de Heurtel. El Baskonia dominaba con claridad en Badalona (52-67) hasta que un cruce de cables, la ansiedad y las pérdidas del base francés supusieron el principio del fin.

Debilidad mental. El Laboral Kutxa evidenció en el Olímpico que necesita muy pocos empujones externos para desmoronarse como un castillo de naipes. Tiene una asombrosa capacidad para autodestruirse y el Joventut se aprovechó de ello.

Tristes absentismos. Culpar al galo de todos los males carece de sentido, porque la ruinosa aportación de otros jugadores clama al cielo. Para lo bueno y lo malo, Heurtel es el único que se juega los balones calientes mientras otros escurren el bulto.

vitoria - Si no quieres taza, taza y media. Se escapó vivo el Neptunas hace 72 horas en Klaipeda y un nuevo ejercicio de masoquismo desembocó ayer en otro naufragio en el torneo doméstico. Disfrazado de prematuro Rey Mago, el Baskonia adelantó las Navidades con un obsequio de lujo al Joventut y los espectadores congregados en el Olímpico, testigos de un acto de caridad difícil de presenciar hoy en día en el deporte profesional. Cuando la primera victoria de la temporada a domicilio ya se acariciaba con la yema de los dedos merced a una ventaja incontestable en las postrimerías del tercer cuarto (52-67), el conjunto vitoriano decidió tirar por la borda su buen trabajo y consentir la reacción de un moribundo que prácticamente había arrojado la toalla.

Enloqueció Heurtel, imperial hasta su incomprensible cruce de cables, y se autoinmoló un visitante otra vez de mantequilla en un lastimoso epílogo donde salieron a flote tanto su falta de madurez como su fragilidad mental. Incapaz de suministrar cloroformo a una matinal que apenas requería en su arreón final de unas mínimas dosis de cordura y sangre fría, la temeridad del base francés hizo un flaco favor a un Laboral Kutxa que necesita muy pocos empujones para descomponerse, convertirse en una presa fácil para cualquiera y despeñarse hacia el vacío. Sus infantiles pérdidas de balón sepultaron las esperanzas azulgranas mientras los demás jugadores miraban hacia otro lado y rehuían su cuota de responsabilidad.

A la hora de la verdad, tan caótica fue la pésima gestión de los minutos finales por parte de Heurtel -para lo bueno y lo malo, el único con bemoles para jugarse los balones calientes- como el sangrante absentismo laboral de otros compañeros lastrados por las dudas y escasa confianza. Posiblemente, sea el uno nacido en Beziers el menos grave de los problemas de un Baskonia inestable y para quien encadenar cuarenta minutos completos representa una impensable quimera. Un nuevo capítulo de la autodestrucción, del sinsentido y de la esquizofrenia colectiva en espera de que la directiva asiente los cimientos de una vez por todas y propicie la ansiada estabilidad.

Si el billete para el Top 16 de la Euroliga se encuentra plagado de sombras, el tropiezo de en Badalona también compromete al máximo las aspiraciones coperas. Un escenario cada vez más preocupante mientras los sucesivos cambios en el banquillo y la cancha no terminan de obrar el revulsivo deseado. Pese a los arduos intentos por revertir la situación, la ansiedad pasa facturas desagradables a un grupo dotado del potencial suficiente para estar más arriba y evitar tantas apreturas clasificatorias.

Desplome imperdonable Maniatado durante buena parte del choque por los grilletes alaveses, el Joventut no desaprovechó la ocasión de seguir hurgando en las heridas azulgranas. El desgobierno en la dirección terminó por conducir hacia el infierno a un Laboral Kutxa que agudizó su crítico momento. Si Heurtel equivocó el camino para rematar una labor de aliño, volvió a carecer de un recambio de altura. Bajo el timón de Perkins, los albores del último cuarto resultaron descorazonadores y permitieron revivir a una Penya que en primera instancia extrajo petróleo de sus incesantes rebotes ofensivos y, más tarde, del vigor de Hannah, el oficio de Vidal y la calidad de Suton.

Con todo, resultó imperdonable el desplome de los vitorianos en una reedición de los numerosos pecados que vienen coartando el crecimiento desde el arranque de la temporada. Cuajó notables minutos el Baskonia en el Olímpico sostenido por su acierto exterior y la hegemonía del dúo Iverson-Begic, pero regresó de vacío a Vitoria con otra dolorosa derrota que alimenta el ya de por sí peligroso caldo de cultivo de las últimas semanas. Si el estado emocional resulta fundamental para medir la temperatura de cualquier colectivo, el Baskonia necesita urgentemente una terapia de choque con el psicólogo para erradicar sus miedos.

El desorden final, encarnado en la figura de Heurtel, se tradujo en un castigo inapelable. Dos canastas seguidas del galo colocaron el 76-79 a poco más de un minuto para la conclusión, pero sus posteriores pérdidas, unos pasos de Iverson y la serenidad de Vidal desde el tiro libre resucitaron los fantasmas en un epílogo surrealista. De nada sirvió el estratosférico triple de Bertans. La ansiedad ya había devorado por entonces a un visitante que se pegó un tiro en el pie.

Sin la ansiedad de duelos precedentes, escogió bien sus tiros y fue un factor clave para el despegue. Su asignatura pendiente reside en su lectura del juego y hacer daño en otras facetas.