Vitoria - Los noviembres negros para los entrenadores del Baskonia se cobraron ayer una nueva víctima en la figura de un Marco Crespi que ya figura en el listado de técnicos que han agotado todo su crédito en unos pocos meses de competición. La bochornosa derrota contra el Estrella Roja supuso la última palada sobre la tumba deportiva de un técnico que ya había sembrado bastantes dudas en los primeros partidos de la temporada y que ha sido incapaz de dar el golpe de timón que precisaba un equipo que viene en caída libre durante los últimos años y que no ha visto frenado su descenso hacia los infiernos de la mano del técnico transalpino. No es Josean Querejeta un mandatario que se caracterice por tomar decisiones en caliente y cuando decide ejecutar es porque su confianza en los entrenadores ha caído a los mínimos. Y es que, más allá de resultados y de juego, que tampoco están siendo positivos con el peor arranque en la historia reciente en la ACB y el pase al Top 16 seriamente comprometido tras el varapalo de ayer, es la patética imagen del equipo en los últimos partidos la que ha propiciado la decisión fatal.

La misma fue fulminante y apenas había pasado un cuarto de hora desde el final del partido cuando Félix Fernández apareció en la sala de prensa. Josean Querejeta mandó a uno de sus hombres de confianza a dar la noticia de la destitución, pero no quiso dar la cara en primera persona como debería corresponder al presidente del equipo después de una decisión de semejante gravedad. “Comunicamos la decisión de la no continuidad de Crespi como entrenador. Ibon Navarro asumirá el control como entrenador del primer equipo”, señaló el director deportivo baskonista, quien al ser repreguntado volvió a insistir repitiendo que “Ibon coge el primer equipo”.

De momento, el equipo queda en manos del técnico vitoriano, que ha sido ayudante de Spahija, Ivanovic, Scariolo y el propio Crespi y que no dudó a la hora de señalar el mal momento mental en el que se encuentra el equipo en estos momentos: “Falta chispa a la hora de jugar y todo el equipo ha bajado los brazos. El equipo era consciente de la importancia de este partido, pero ha bajado los brazos y hay que intentar corregir la respuesta del equipo cuando las cosas se ponen mal. Hay que arreglar los desplomes y luego el baloncesto”.

Ha sido precisamente la paupérrima imagen del equipo la que ha acabado con la trayectoria, corta, de Crespi en Vitoria. El hundimiento en Valencia tras un buen arranque, el tira y afloja constante hasta el hundimiento final frente al Herbalife Gran Canaria y, sobre todo, la catastrófica sensación que el equipo dejó ayer en un pabellón que se fue desertificando según se acercaba el partido a su final. Tan poca gente había en la grada que ni siquiera se escucharon unos silbidos al equipo que fueron una constante en el transcurso del duelo ante los constantes fallos de unos jugadores hundidos moralmente e incapaces de llegar a los mínimos exigibles.

Como siempre en estos casos, no es absoluta la responsabilidad del entrenador, pero la cuerda siempre es más débil por ese costado. El presidente considera que los mimbres que el transalpino manejaba hasta ayer daban de sí para mucho más de lo que se ha podido ver sobre el parqué y que no ha sido capaz de exprimir al máximo las posibilidades que ofrece una plantilla que ha demostrado una desconfianza extrema en sus posibilidades.

Con una apuesta por un tipo de jugadores de más poderío físico, aunque no tanto como se esperaba, la defensa ha sido el gran punto débil de un Baskonia al que ha sido muy sencillo meterle mano. Ni en el uno contra uno ni de manera colectiva ha sido este Laboral Kutxa capaz de frenar a la mayoría de sus oponentes, que han encontrado vías libres hacia la canasta con absoluta tranquilidad. Muchos puntos encajados y un ataque demasiado desdibujado y sin un orden claro. Abuso de las individualidades y del lanzamiento exterior y muy poco juego colectivo, con la sensación de que en no pocas ocasiones cada uno ha hecho la guerra por su cuenta.

La plantilla que se ha confeccionado no es la mejor del mundo y apenas unas semanas de competición han hecho evidentes varios fallos estructurales. Se prescindió de Orlando Johnson, no hay confianza en Doron Perkins, se contrataron un par de temporeros que apenas se utilizaron, el puesto de cinco está absolutamente cojo, jugadores con varios años en el club siguen sin aportar absolutamente nada... En todo caso, la nula evolución del equipo y su lamentable imagen es la que ha socavado la confianza que el presidente depositó hace apenas cuanto meses en Crespi.

Desde ayer, a los mandos de la nave se encuentra un Ibon Navarro que vivirá, de momento, una situación similar a la que le tocó protagonizar a Natxo Lezkano tras la salida del club de Velimir Perasovic. El vizcaíno era entonces el ayudante del croata y tomó su relevo en el banquillo hasta que se certificó que Peras no podía seguir entrenando. Pese a los sensacionales resultados del Baskonia durante la etapa de Lezkano y la química que creó dentro del vestuario, a la hora de la verdad se optó por Bozidar Maljkovic para encarar la parte decisiva de una temporada que terminó como el rosario de la Aurora.

También ahora Ibon Navarro parece abocado a una situación de interinidad, ya que Querejeta ha sondeado el mercado de entrenadores en busca de un hombre que guíe, por fin, la reconstrucción baskonista.