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Furibundas críticas. El entrenador italiano empieza a quejarse amargamente de la escasa predisposición defensiva de sus pupilos. Ayer, probó toda clase de quintetos sin que el equipo consiguiera alcanzar el mínimo grado de solidez para discutir el plácido triunfo insular. No se entiende, de todos modos, que Ilimane Diop continúe sin disfrutar de oportunidades ante el poco crédito de otros interiores.
Ternura habitual. El Baskonia volvió a ser un coladero atrás y encajó un número desmedido de puntos en las Islas. Las desatenciones en el puesto de ‘uno’ y ‘cuatro’ claman ya al cielo.
Un visitante manso. Cinco partidos ha disputado a domicilio hasta la fecha el Laboral Kutxa y cinco derrotas. Se trata de un balance paupérrimo bajo el que se esconde la falta de madurez y solidez de un grupo extremadamente tibio.
Dinamismo amarillo. El Gran Canaria, como el Valencia Basket hace 48 horas, también afrontaba el choque con dudas por sus últimos resultados. Sin embargo, circuló a través de una autopista con cinco hombres por encima de los 10 puntos.
Vitoria -La temporada ha entrado en ebullición y el Baskonia continúa emitiendo vibraciones descorazonadoras. Sus débiles costuras salen a relucir en cuanto enfrente figura cualquier rival aseado. Tres victorias consecutivas en el Buesa Arena habían disparado un optimismo, a la postre, irreal. En cuanto el calendario ha deparado un par de ochomiles con las salidas de alto riesgo a Valencia y Las Palmas, ha reaparecido ese grupo desangelado, anárquico y carente de madurez que propició un inquietante inicio de curso. Tras competir con cierta entereza durante muchos minutos en la Fonteta, la formación vitoriana naufragó ayer con estrépito en el Gran Canaria Arena.
Un ejercicio de impotencia desde el salto inicial barnizado de una sangrante apatía defensiva que enciende ya las primeras alarmas y desencadenará en breve un nuevo movimiento de fichas con la salida de Doron Perkins, ya con fecha de caducidad a las órdenes de Crespi. Dentro de unos meses, el recinto insular acogerá una nueva edición copera y a estas alturas es una incógnita si el Laboral Kutxa formará parte del cartel a tenor de su candidez y escasa pegada en los partidos a domicilio. Todos los desplazamientos de la presente temporada han desembocado en derrota con más o menos dignidad. El problema reside en que los alaveses ni siquiera compitieron y acreditaron algo de orgullo ayer para revertir el signo de un duelo que amaneció torcido desde el salto inicial. Únicamente una solitaria ventaja -el 0-2 inicial plasmado por Colton Iverson- antes de ver cómo el dinamismo, la fluidez y el baloncesto eléctrico del Gran Canaria castigaban una y otra vez su escaso rigor atrás.
Transcurren las jornadas y no se atisba con nitidez la identidad de un colectivo sin un átomo de intensidad para proteger su aro y al ritmo de una tortuga a la hora de correr hacia atrás. Las deserciones de piezas como Heurtel, Shengelia o Tillie claman en este sentido al cielo. Cuando brilla por su ausencia el sacrificio y la entrega, el talento no sirve de nada. De ahí que el vivaz conjunto de Aíto se sintiera como pez en el agua. Cinco de sus integrantes anotaron un mínimo de 10 puntos en una clara demostración de la desidia visitante. Por si ello fuera poco, el progresivo desquiciamiento del Baskonia -las técnicas a Crespi, Shengelia y Heurtel fueron una buena prueba de ello- terminó por colocar una alfombra roja a un anfitrión que, si bien afrontaba con dudas el choque, paseó una suficiencia atroz.
No hubo antídotos para contener el desparpajo de Bellas en la dirección, la explosividad física del todoterreno Newley o la versatilidad del dúo Báez-Kendall. Pese a los problemas físicos del gigantesco Tavares y la ausencia de Summers, la pintura sólo tuvo el color amarillo gracias a la potencia del menudo dominicano y la elegancia del canadiense. Si el Baskonia ha decidido activar soluciones en la dirección, también debería replantearse aplicar la cirugía a un juego interior endeble y frágil de solemnidad donde Iverson es el único que pone en práctica el imprescindible trabajo subterráneo.
carrusel de técnicas A remolque desde el comienzo, la matinal constituyó un doloroso monólogo insular. Fue una lucha desigual entre un anfitrión rebosante de clarividencia y un visitante intermitente que se movió a impulsos individuales. Hizo en todo momento la goma un Laboral Kutxa abandonado por el acierto. La ansiedad de Bertans y el escaso tino de Vujacic, venido a menos en las dos últimas jornadas y que ejerció como base al final del tercer cuarto cuando Crespi retiró su confianza a Perkins, cercenaron muchas de las opciones de éxito. Los fogonazos de Heurtel desde el 6,75 tras el intermedio apenas sirvieron para prolongar la agonía porque el Gran Canaria recuperó el pulso para gobernar la confrontación a su antojo.
A medida que transcurrieron los minutos, creció el grado de impotencia. De hecho, los alaveses descargaron en el epílogo su frustración sobre los colegiados, implacables a la hora de castigar el exceso de verborrea de Crespi, Shengelia y Heurtel. En definitiva, nuevo jarro de agua fría para culminar una semana para olvidar, renovadas dudas respecto al potencial de una plantilla con algún bulto sospechoso y la imperiosa necesidad de que el preparador italiano se saque algún conejo de la chistera para revertir la tibieza de un plantel blando como la mantequilla. En caso contrario, la temporada promete ser ruinosa.
El baskonista más consistente en una matinal para olvidar. Produjo puntos bajo los aros, contuvo esta vez sus problemas con las faltas y evidenció que se encuentra solo bajo los aros.