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Ningún reproche. El Baskonia jugó un partido muy completo en el Palau. El desenlace fatídico no hizo justicia con el trabajo de un equipo que desplegó el baloncesto más sólido y armónico de toda la temporada. El técnico italiano volvió a depositar su confianza en únicamente ocho hombres y jugó hábilmente sus inferiores cartas a las de un Xavi Pascual con infinidad de recursos.
barcelona - Tuteó durante más de tres cuartos a un rival armado hasta los dientes y se pareció por momentos a aquel equipo tan venerado que firmó en su día triunfos conmovedores, pero todo eso no fue suficiente para batir a un dragón de innumerables cabezas. Aniquilado por Navarro y Oleson, dos pesadillas huérfanas de antídoto, el Baskonia cedió ayer una batalla crucial en su pedregoso camino hacia la semifinal liguera. Consumido por un esfuerzo titánico, adoleció de gasolina y también de una pizca de fortuna en el epílogo para recibir la recompensa y dar el tiro de gracia a un Barcelona dubitativo que no se ha recuperado de las heridas abiertas por la Euroliga. A medio minuto para la conclusión, el electrónico del Palau reflejaba un esperanzador empate a 87 tras un triple de San Emeterio. Sin embargo, el intento de rebelión no pudo hacerse realidad.
Mientras Nocioni yacía sentado en el banquillo víctima de un doloroso golpe por parte de Dorsey, todas las esperanzas de hacer saltar la banca en la Ciudad Condal quedaron reducidas a la magia de Heurtel. Poco después de que Navarro conectara nuevamente con el aro, el imprevisible francés se jugó la posesión ganadora para rematar una faena torera que le hubiese permitido salir por la puerta grande tras las heroicidades del tercer cuarto. Sin excesivo aire en los pulmones y carente ya de la mente fresca a la hora de escoger la mejor acción, buscó una canasta de dos. El balón dio varias vueltas al aro local y finalmente se salió. Se enterraron así las últimas esperanzas de un Baskonia que desaprovechó una ocasión inmejorable y, posiblemente, se hizo acreedor a otro desenlace. Con ocho jugadores, se le escurrió de las manos el éxito en el último momento.
Para más inri, le ajusticiaron dos antiguos integrantes de su casa: Oleson y Dorsey. El de Alaska, un asesino silencioso que jamás mostró ese instinto asesino en el Buesa Arena, fue un martillo pilón que se cebó con la tibieza de sus débiles defensores. El fornido poste estadounidense se hinchó a maltratar el aro. Pese a todo, el Barcelona sintió un vértigo atroz. Y es que el conjunto vitoriano le metió el miedo en el cuerpo desde los compases iniciales. La poca fe que anidaba en el entorno antes del salto inicial se fue tornando en ilusión a medida que transcurrieron los minutos. El ogro culé, con las secuelas del batacazo en la Final a Cuatro visibles en su melancólica figura, destapó su vulnerabilidad. Le perdió rápidamente el respeto un Laboral Kutxa impulsado por su fe, su rigor táctico, la sorprendente munición de Hamilton y el asombroso acierto de Heurtel. Poco importó el desequilibrio numérico en una velada donde la debilidad mental blaugrana salió a flote. Pese a su inferior fondo de armario, Scariolo jugó hábilmente sus cartas. Combinó la presencia de dos cincos puros, también simultanéo la presencia de dos bases, escogió de forma sabia el descanso para sus guerreros... La dirección del técnico italiano, tan criticado a lo largo de la temporada, fue impecable.
las fuerzas, al límite Para enseñar los dientes a un rival tan poderoso y con tantos recursos, todos los soldados estaban obligados a sacrificarse. No respondió como se esperaba Pleiss, pero el plus necesario para conseguir el ansiado salto cualitativo procedió de una figura muy cuestionada. El renqueante Hamilton, un visto y no visto en los últimos meses por culpa de sus problemas físicos, brindó una ayuda colosal para instalar la zozobra en un Palau desértico y de uñas por el dramático papel de sus pupilos en Milán. Pascual no halló la fórmula para dar la réplica a un Baskonia clarividente y altruista que dio un paso al frente en todas las facetas. Limitó las pérdidas, atacó los cambios defensivos del anfitrión, halló las imprescindibles gotas de acierto desde el perímetro y buscó con inteligencia un pase extra para provocar el cortocircuito defensivo culé.
Las emociones fuertes llegaron, eso sí, tras el descanso. El duelo de pistoleros entre Heurtel y Navarro resultó apoteósico. Si el francés destapó el tarro de las esencias con 15 puntos, la Bomba resucitó de la tumba para resquebrajar la solidez alavesa. 18 puntos llevaron la firma de un escolta que en las grandes ocasiones se crece y se convierte en un demonio. Con las fuerzas al límite, el Laboral Kutxa recibió un último varapalo con la lesión de Nocioni. El Chapu, inmune al dolor a lo largo de su carrera, demostró que no es de piedra. El golpe de Dorsey le dejó fuera de combate y Scariolo perdió a un elemento indispensable para culminar la machada.
Pesadillas. Navarro y Oleson, indefendibles para los exteriores de Scariolo, se confabularon para anotar entre ambos la friolera de 53 puntos y cercenar las esperanzas alavesas de romper el pronóstico en el Palau.
Heurtel, el sostén. El desparpajo y talento del francés, bien secundado por un excelente Hamilton, permitieron al Baskonia llegar vivo a los compases finales. Sin embargo, el cansancio le llevó a desperdiciar dos tiros que pudieron haber propiciado otro desenlace.
Fuerzas desiguales. La mayor amplitud de banquillo del Barcelona se dejó sentir a lo largo de un duelo plagado de alternativas.
Exhibición descollante en ataque, especialmente en un tercer cuarto donde destapó el tarro de las esencias con 15 puntos. La gloria se le negó en los dos últimos tiros a canasta.