Barcelona - El Baskonia despidió ayer en el Palau Blaugrana una Euroliga de mínimos donde fue claramente de más a menos. Desde 2008, año en que dio por última vez con sus huesos en la Final Four de Madrid, el máximo torneo continental está retratando la paulatina pérdida de pujanza azulgrana. Lejos han quedado ya aquellos dorados tiempos en los que el cuadro vitoriano tuteaba a los grandes atlánticos. Hoy en día, la cruda realidad es bien distinta y le mantiene lejos de las posiciones de privilegio. El decepcionante trayecto de este curso por el Top 16, donde toda esperanza de alcanzar algún hito ambicioso se había marchado por el sumidero a la conclusión de la primera vuelta, constituye otra prueba inequívoca de que los grandes ogros de la competición resultan cada vez más inalcanzables.

Tras colarse en la pasada edición entre los ocho mejores conjuntos continentales, el Laboral Kutxa arrancó a mediados de octubre el torneo con unas lógicas miras modestas. Tras la confección de una plantilla huérfana de grandes nombres relevantes y comprobar cómo otros rivales directos se armaban hasta los dientes, Querejeta y Scariolo fueron meridianamente diáfanos a la hora no de colocar excesivamente alto el listón de la exigencia. Con el fin de evitar un varapalo económico que dañase el ya de por sí delicado estado de las arcas, el club fijó únicamente la meta del Top 16 para no resucitar el angustioso fantasma de lo sucedido en la temporada 2011-12. En aquella ocasión, el inquilino del Buesa Arena se despidió en la ronda inicial por primera y única vez en su historia en lo que constituyó una puñalada para la autoestima.

Pese a estar encuadrado en un exigente lote junto a dos clásicos como el Panathinaikos y el Maccabi, un nuevo rico procedente del Este con el aval de haber conquistado unos meses antes la Eurocup (el Lokomotiv) y otros dos rivales peligrosos (Estrella Roja y Lietuvos), el Baskonia rayó por encima de las expectativas iniciales. En la primera vuelta se complicó la existencia tras una inesperada derrota ante los balcánicos en casa y un golpe de mala fortuna en la lejana Krasnodar, pero se rehizo a lo grande después con varios triunfos de grato recuerdo como el cosechado, por ejemplo, en el Nokia Arena de Tel Aviv.

Su meritorio segundo puesto, lejos de depararle un camino exento de complicados obstáculos en la siguiente fase, le envió directamente al grupo de la muerte. Varias de las peritas en dulce que sobrevivieron a la primera criba del torneo, entre las que figuraban el Zalgiris, el Partizan, el Bayern Munich, el Galatasaray o incluso el Lokomotiv, fueron a parar al otro lote. De ahí que creciese el pesimismo respecto a las opciones de sorprender a rivales dotados de un presupuesto astronómico y con plantillas muy superiores a la alavesa.

Sin embargo, mucho más pernicioso que la rutilante calidad de los oponentes fue la propia falta de ambición de un Laboral Kutxa que acreditó un conformismo evidente a la hora de intentar romper moldes. En este sentido, el discurso de Scariolo ayudó a que la plantilla adoleciera de hambre, especialmente en muchos partidos celebrados en el Buesa Arena que se convirtieron en una auténtica tortura por lo hiriente de algunas derrotas escandalosas. Carente de alma, el conjunto vitoriano ofreció en varias ocasiones unas prestaciones paupérrimas que le llevaron a ser sonrojado con un puñado de marcadores fuera de cualquier lógica. Nadie estaba en condiciones de exigirle su presencia en el Top 8, pero sí de competir con más dignidad de la que ha paseado.

Aplausos para Nocioni. A pocos minutos del final, con el partido ya decidido, el Palau despidió al argentino con una sonada ovación cuando Scariolo le dio descanso. El público se puso en pie y reconoció la soberbia actuación del 'Chapu', que sumó 37 puntos.

El Baskonia se ha convertido en uno de los mejores equipos fuera de casa en este 'Top 16'. Prueba de ello es que ayer añadió al Barcelona en su lista de víctimas tras superar con anterioridad al Unicaja, al Panathinaikos y al Efes. Lástima que en el Buesa no diera la talla.