Vitoria. Nada más quedar configurado el cuadro de la Copa del Rey, todos los aparatos mediáticos de Madrid y Barcelona se frotaron las manos porque el azar hizo que la final soñada por muchos tenga visos de hacerse realidad si no se producen sorpresas. Las páginas web de los principales periódicos aludieron como principal consecuencia del sorteo al hecho de que los dos grandes del baloncesto español circulan por lados diferentes y se convierten una edición más en los grandes favoritos para copar la final del domingo 9 de febrero en el Martín Carpena. Una vez más, menospreciaron a los seis restantes invitados en el atractivo cartel y dieron casi por sentado que un nuevo clásico entre merengues y culés -ambos se reparten los títulos desde que el Baskonia conquistase la edición de 2009 celebrada en Madrid- verá la luz con total seguridad en tierras costasoleñas a partir del próximo fin de semana.

Antes de que eso suceda, los máximos candidatos de la competición deberán dar buena cuenta en primera instancia de los dos conjuntos insulares que se han colado en la cita con todo el merecimiento del mundo. Los blancos se medirán al siempre rocoso Gran Canaria de Pedro Martínez, que en la pasada Copa de Vitoria rompió por primera vez en su historia la barrera de los cuartos de final. Mientras tanto, los culés lo tendrán un poco más fácil ante el Iberostar Tenerife. Los chicharreros, incapaces de vencer el domingo a La Bruixa d'Or, fueron los últimos en obtener el pasaporte tras la derrota del Gipuzkoa Basket frente al Estudiantes.

En semifinales, todo hace indicar que ambos deberán sudar tinta china. El Real Madrid se verá las caras con el ganador de la eliminatoria entre el Unicaja y el CAI. A priori, los malagueños poseen el pronóstico de la cátedra a su favor debido a su condición de anfitrión, pero la lesión de Calloway y el precedente del actual curso en el Martín Carpena -resuelto con el triunfo de los maños- equilibran las fuerzas.