si algún optimista por naturaleza se resistía a ver la cruda realidad, posiblemente ya se haya despojado la venda que le negaba la visión tras asistir a una semifinal teñida de color blaugrana. Tal y como reza el slogan de la campaña de abonados utilizado durante este verano por el club para recobrar la ilusión del baskonismo, se pretendía confeccionar un grupo luchador y con el carácter tatuado en la frente que aspirase, al menos, a dejar atrás los sinsabores de las tres últimas temporadas y discutir en algún momento puntual la supremacía de los dos colosos de la ACB. Pues bien, todo hace indicar que el calvario no ha hecho nada más que empezar vislumbradas las terribles carencias del plantel con menos talento que se recuerda por estos lares posiblemente en la última década.
En la primera prueba de fuego que podía haber servido para enganchar a algún escéptico, el Laboral Kutxa dejó muestras de unas limitaciones hirientes. Desde la obtusa dirección de juego, donde Hodge y Heurtel naufragaron a la hora de dotar de sentido al juego, hasta la tibieza del juego interior, pasando por el irrisorio instinto asesino de un perímetro carente de ese generador de canastas que infunda pavor en los contrarios, el conjunto vitoriano salió trasquilado del Buesa Arena y con uno de esos sopapos que sumen la depresión a cualquiera.
En el verano, la cúpula no dudó a la hora de sacrificar calidad en aras de conseguir un mayor espíritu combativo y, sobre todo, otro compromiso más leal hacia los colores. Cuando los males creían haberse remediados, el Barcelona evidenció ayer todo lo contrario. Para doblegar a un transatlántico como el ogro culé, hace falta pundonor, casta, raza y, también, ingentes gotas de calidad. El Baskonia fue un constante querer y no poder. En definitiva, un monumento a la impotencia.
Solo ha hecho falta esperar al primer cuerpo a cuerpo con uno de los gallos de la ACB para que el Baskonia se haya cerciorado del pedregoso camino que le aguarda durante los próximos meses. Querejeta aspira al Top 16 y al tercer puesto liguero, pero puede que sus previsiones sean demasiado optimistas viendo la insuficiente materia prima de la que dispone un Scariolo cuyo discurso no engaña a nadie. El técnico italiano ha sido el primero en admitir el virtuosismo con cuentagotas del grupo conformado y los temores se acrecentan ante la terca realidad de que la tesorería de la entidad no podrá arreglar el desaguisado ya con la campaña en marcha.
Mientras el Barcelona ha robustecido sus cimientos permitiéndose el lujo ayer de no echar de menos a dos primeros espada como Navarro y Lorbek, el cuadro baskonista evidenció las múltiples carencias con que arranca un curso presidido por las apreturas económicas. Huérfano de automatismos, reducido a escombros en cuanto Pascual echó mano de su interminable fondo de armario y siempre dos o tres pasos por detrás de un rival con infinidad de recursos, el Laboral Kutxa apenas resistió un cuarto los terribles derechazos de un pegador que le noqueó por la vía rápida.
En una velada que había amanecido con remotas opciones de protagonizar la machada, los alaveses purgaron la falta de punch de los hombres de su segunda unidad. Salvo Pleiss, que se multiplicó en la zona ante un bosque de brazos y piernas, el resto no dio una a derechas. Heurtel sumergió al grupo en el caos con una pésima dirección en el preciso instante en el que el Barcelona elevó los decibelios defensivos, un tímido Causeur pasó de puntillas por el encuentro sometido por sus pares y Clark representó un coladero defensivo. El Baskonia se sostuvo gracias al corazón de Nocioni hasta que, una vez más, su intolerable cruce de cables -concretado con una antideportiva y una técnica ganadas a pulso- le hizo borrarse de un encuentro que ya se escapaba sin remisión.