Vitoria. Hecho lo más difícil, esto es, remontar el pasado jueves de forma milagrosa un asalto inaugural que estaba virtualmente perdido a falta de 24 segundos para el epílogo con ese inquietante 51-55 en el marcador, el Laboral Kutxa busca esta mañana en las Islas Afortunadas incrustar su figura en una semifinal liguera por décima campaña consecutiva. La tropa de Zan Tabak confía en asestar el zarpazo definitivo a un Gran Canaria tocado en el plano anímico que, tras acariciar una victoria de oro en el Buesa Arena que le hubiese dejado a las puertas de romper la historia, se halla contra las cuerdas y, lo que es peor para sus intereses, tocado anímicamente. Haber dejado pasar una oportunidad de ese calibre tiene que dejar secuelas y la aspiración azulgrana reside en apuntillar a un rival insular rebosante de corazón pero lastrado por las bajas y condenado a revivir sus viejas pesadillas a poco que los alaveses hagan su trabajo con un mínimo de solvencia.
El salvador misil de Thomas Heurtel, un cruel castigo para el cuadro de Pedro Martínez que previamente desperdició cuatro tiros libres para ver recompensada su nítida superioridad táctica, ha cambiado el signo de una eliminatoria sobre la que se cernían negros nubarrones. Los rictus de desesperación e indignación en la grada por la actuación caótica e impropia de un teórico aspirante al título dieron paso al éxtasis y a los resoplidos de alivio. Pero ese embriagador desenlace no puede ni debe esconder los mayúsculos problemas de un Baskonia que se mira al espejo y no se reconoce por ningún lado.
Dada la inseguridad y la falta de consistencia de un bloque huérfano de respuestas desde todas las vertientes, la duda estriba en saber si el Gran Canaria -obligado a concertar varias citas con el psicólogo en las últimas horas- habrá podido digerir un varapalo terrible para, al amparo de sus aficionados, forzar el desempate. Si la respuesta es afirmativa y su compulsivo anotador Toolson deja atrás sus problemas de isquiotibiales, el billete para la siguiente ronda no estará ni mucho menos amarrado.
Las recientes visitas a la caldera de La Roca, inabordable para la mayoría de los visitantes ligueros, han deparado numerosas alegrías en los últimos tiempos a un Baskonia que, no obstante, emite señales críticas. Si la disculpa para justificar la alarmante indolencia observada en las postrimerías de la fase regular ante el Estudiantes o el Canarias era que el segundo puesto ya estaba en el zurrón y no había alicientes en juego, el primer encuentro de los play off por el título ha servido para detectar que los problemas afectan especialmente al juego y la nula claridad de ideas. El combinado vitoriano carece de un patrón de juego definido y vive pendiente de soluciones individuales, algo que se agudiza si enfrente emerge un oponente serio, disciplinado tácticamente y bien trabajado como el que dirige Pedro Martínez.
Un ritmo más alto Puede que un puntual golpe de talento, combinado eso sí con bastantes dosis de fortuna, como el protagonizado por el temerario base francés haya valido para ganar una batalla puntual y encarrilar el pasaporte hacia la antesala de la final, pero ello será engordar para morir si no se invierte esta peligrosa tendencia cuando la cuesta se empine y se haga realidad el enfrentamiento ante el todopoderoso Barcelona.
Tras verse atrapado en el primer envite en la impenetrable tela de araña amarilla y condenado sistemáticamente al suplicio del juego posicional, las premisas para evitar un cara o cruz el próximo martes pasarán ineludiblemente por forzar un combate de mayores revoluciones, ganar la pelea bajo los tableros que abra la puerta a los contragolpes, buscar con más insistencia a los desasistidos hombres altos y mejorar la puntería desde el perímetro. En caso contrario, la asfixiante temperatura ambiental del CID tiene visos de engullir al Baskonia.