vitoria. Cuando, a falta de medio minuto para la conclusión de la contienda, Thomas Heurtel fue incapaz, incomprensiblemente, de realizar una personal sobre Bellas para continuar forzando la lotería de los tiros libres y permitió al jugador del Gran Canaria ganar unos valiosos segundos antes de que Lampe parase el cronómetro con su falta sobre Beirán, nadie en su sano juicio se habría atrevido a pronosticar que el director de juego francés acabaría siendo el héroe del prmer encuentro de la serie de cuartos de final entre el Laboral Kutxa y el Herbalife.
Sin embargo, apenas unos segundos después, el galo se convirtió en el aprisionado epicentro de la piña de jugadores azulgranas que celebraba sobre el parqué del Buesa Arena una victoria que, a buen seguro, ninguno esperaba. Del infierno al cielo, del hielo al fuego, el cero o el cien. Así es él. Esta es la especialidad de la casa. Un funambulista sin red que se mueve como pez en el agua en los finales angustiosos en los que el balón parece quemar todas las manos menos las suyas. Un prodigio de personalidad -o de inconsciencia, nadie lo sabe a ciencia cierta todavía- que tan pronto desquicia al más sereno como provoca el delirio en una grada resignada ya a celebrar un funeral.
Heurtel conduce el juego del Baskonia -y los corazones de sus aficionados- como si estuviera a los mandos de la más temeraria montaña rusa y, como no podía ser de otra manera, asume los riesgos que una profesión de este calibre conlleva. Porque, por sorprendente que pueda parecer, el epílogo del duelo del jueves no es el primero a lo largo del presente curso en el que el timonel azulgrana toma decisiones que provocan el pánico mientras el balón surca los aires. En ocasiones, como ante el Granca, el susto se transforma en un irreprimible grito de admiración y sorpresa pero, en otras, da paso a una irreproducible retahíla de maldiciones.
Algo que perfectamente pudo haber ocurrido en la cita ante el combinado de Pedro Martínez. Porque el expediente que presentaba Heurtel hasta esos últimos segundos mágicos invitaba muy poco al optimismo. 0/4 en triples y 2/5 en lanzamientos de dos -con una bandeja fallada en los instantes previos-, unido a dos pérdidas y, para colmo, la increíble falta de puntería a la hora de cometer la falta táctica para buscar la remontada imposible parecían desaconsejar que fuese él quien se jugase el tiro definitivo.
Sin embargo, el director de juego francés no entiende de lógicas. Un impulso interior parece empujarlo siempre hacia el más difícil todavía y por eso cuando Lampe capturó el rebote del tiro libre fallado por Beirán a falta de diez segundos, le pasó la pelota a Nocioni y éste a su vez se la entregó al base, no lo dudó ni un instante. Tenía tiempo suficiente para buscar una última jugada con algún compañero pero, muy al contrario, se levantó como un resorte desde más allá de siete metros para ejecutar su característico lanzamiento. Durante unas décimas de segundo interminables contuvo -como todo el Buesa Arena- la respiración hasta que la pelota acabó siendo abrazada por la red. El desesperado intento canario por devolver el golpe resultó inútil y a partir de ahí se desató la euforia. En la pista y en la grada.
Un final increíble pero no tanto cuando Thomas Heurtel se encuentra sobre el parqué. Ya antes había dejado muestras de su particular querencia por erigirse en protagonista de este tipo de epílogos. Agonizaba el mes de noviembre cuando, en la octava jornada de la primera fase de la Euroliga, el Emporio Armani de Sergio Scariolo visitaba el Buesa Arena. Ambos conjuntos pugnaban a brazo partido por acceder al Top 16 y los de Zan Tabak necesitaban imperiosamente la victoria para no perder todas sus opciones. Con igualdad total en el marcador y el miedo atenazando a todos los protagonistas, el francés comenzó a dejar claro que tiene madera de líder. A falta de 4.4 segundos se jugó un uno contra uno con Langford lanzándose a tumba abierta hacia el aro. El resultado, una complicadísima canasta y la posterior victoria que sellaba el pasaporte baskonista para la siguiente fase del torneo continental.
La cruz, con el maccabi Sin embargo, no todo han sido satisfacciones. De nuevo en el pabellón de Zurbano pero ya dentro del Top 16, el galo sufrió la cruz de la moneda. En un importante encuentro ante el Maccabi, el conjunto hebreo llegó al último minuto con una ventaja de dos puntos (62-64). El técnico baskonista recurrió entonces a su último tiempo muerto y diseñó una jugada sobre la pizarra del banquillo. Todos esperaban que el equipo trasladara esa teoría al parqué pero el siempre imprevisible Heurtel fue incapaz de someterse al guión. Sin apenas consumir tiempo y en una posición nada favorable se jugó un triple que nadie entendió y que le convirtió en el blanco de todas las críticas al fallarlo. Cualquier otro, se habría hundido evitando en la medida de lo posible verse en el futuro en otra situación similar. Él, en cambio, las busca con denuedo. Es la particular adrenalina del funambulista sin red.