más allá de la victoria en sí, sellada casi por pura inercia si se tiene en cuenta la abrumadora diferencia en cuanto a talento de las dos plantillas, el Baskonia no pudo rescatar prácticamente nada positivo de su visita a Murcia. Tabak ha repetido hasta la saciedad que estas anodinas jornadas de la recta final de la fase regular deben servir para llegar con buenas sensaciones al play off, pero sus jugadores se encargaron ayer de llevarle la contraria con una actuación presidida por una tibieza exasperante. Si la reciente visita a Miribilla había dejado un grato sabor de boca debido al espíritu y dinamismo mostrados por el grupo, las gotas de desidia acontecidas en el Palacio de los Deportes pimentonero supusieron una completa antítesis.

Muy pocos peones huyeron de la autocomplacencia en una matinal desangelada que reprodujo los peores vicios de la presente temporada. Por si había alguna duda, el choque de ayer acrecentó la teoría de que el Laboral Kutxa cuenta, por un lado, con un selecto grupo de guerrilleros encabezados por Nocioni y Pleiss con los que se puede ir al fin del mundo pero, por otro, varios elementos desconocedores de lo que implica el perfectamente denominado carácter baskonista. El argentino y el alemán fueron de los pocos que se salvaron del naufragio generalizado en labores de contención que permitió a uno de los rivales más modestos de la ACB acariciar la barrera del centenar de puntos.

El Chapu, todo pundonor, rabia, corazón y deseo hasta en las jornadas más descafeinados que invitan al absentismo laboral al más pintado, volvió a lanzar un aviso a las altas esferas a la hora de ganarse un buen contrato para el curso venidero. Desde luego, lo merece con creces y con él no se puede escatimar ningún euro. Nadie se imagina a un Baskonia huérfano de su tesón y garra en cada partido que siembra el miedo escénico en el rival de turno. El alero albiceleste, capaz ayer por ejemplo de desperdiciar dos tiros libres y a renglón seguido efectuar una entrada a canasta coronada con un mate portentoso, va sobrado de lo que otros compañeros de vestuario tristemente adolecen: espíritu ganador, coraje, ambición...

Pese a sus engañosos números, el paradigma de la indolencia volvió a ser Lampe. El polaco, querido y odiado a partes iguales por esa peculiar personalidad que le abandera para dejarse llevar lastimosamente en determinadas citas, constituyó un incesante coladero atrás. Tabak se cercioró rápidamente de lo que había al retirarle de la cancha en el primer cuarto a los 40 segundos de haberle concedido la alternativa. Bastaron una falta a Tillie tras llegar tarde a la hora de hacer el desplazamiento lateral y una violación en forma de pasos en la jugada siguiente para justificar su visto y no visto.

Sin ser el único culpable del desaguisado atrás, lo cierto es que los pívots locales, especialmente un Tillie del que su entrenador se olvidó de forma incomprensible cuando se cocía la suerte del ganador en el último cuarto, camparon a sus anchas con una facilidad aterradora. Entre el francés, Antelo y el menudo Lewis, estos últimos de escasa talla física con sus dos metros justitos, materializaron la friolera de 53 puntos.

El enérgico arranque vitoriano se convirtió en un espejismo. A partir del primer cuarto, posiblemente llevado por unos aires altaneros al percatarse de su superioridad, el Laboral Kutxa se limitó a intercambiar canastas. De repente, el equipo retrocedió varios pasos hacia atrás, perdió agresividad sobre la línea de pase, favoreció el contragolpe rival merced a un balance más propio de una tortuga y, en definitiva, consintió toda clase de licencias para encajar una lluvia de puntos. El Murcia, privado de su mejor jugador (Joe Ragland), comenzó a creer en la victoria y hasta los dos minutos finales no entregó la cuchara revivido por la laxitud defensiva azulgrana. Un aviso para el futuro.