reza un dicho habitual que afecta a los banquillos en el mundo del deporte que cada maestrillo tiene su librillo. Y es así. Todos los entrenadores poseen sus manías, que no deben ser defectos si acompañan las victorias. Nunca dejan indiferentes a nadie y casi siempre se encuentran en la diana de las críticas más ácidas con independencia de las decisiones que tomen. Su figura es seguida con lupa y, cuando los resultados dan la espalda, arrecian toda clase de comentarios respecto a los cambios que debería introducir para alterar la dinámica errática del equipo. Durante la larga década que estuvo al frente del Baskonia, por ejemplo, se acusó con toda la crudeza del mundo a Dusko Ivanovic de ser demasiado previsible en sus planteamientos, de no utilizar nunca la zona 2-3 y de apostar constantemente por el cambio automático en los bloqueos. "Es sota, caballo y rey. Todos los rivales nos conocen perfectamente", comentaba la mayoría.
Zan Tabak, el heredero del montenegrino, lleva aplicando su código baloncestístico a rajatabla desde que a mediados de noviembre se hiciese cargo de un conjunto melancólico que manaba sangre sin cesar. El preparador croata, que acaba de obrar dos milagros impensables en la Euroliga colocando al Caja Laboral entre los ocho mejores del Viejo Continente, inició su andadura en el Fernando Buesa Arena abogando por un reparto equitativo de los minutos entre todos los componentes de la plantilla y anunció que nadie jugaría más de 25 minutos debido a la elevada intensidad con la que se comportaría el equipo y el consiguiente desgaste físico que padecerían sus discípulos. Con el paso de los meses, también ha delimitado los roles con claridad. Relegó al ostracismo a Cabezas antes de que se rescindiera su contrato y apostó como base titular por Heurtel, si bien acaba de retirarle la confianza al inmaduro galo para devolverle los galones a Cook.
Si hay algo que sorprende de su mandato al frente del conjunto vitoriano es su renuncia a simultanear a lo largo de los últimos meses la presencia en pista de los dos gigantes en la zona. Lampe y Pleiss son, a su juicio, incompatibles pese a que en sus comienzos como máximo responsable técnico ambos protagonizaron una convivencia productiva y armónica bajo sus órdenes. Sin embargo, el polaco y el alemán no coinciden desde hace tiempo en ninguna de las combinaciones que ha puesto en liza para configurar el juego interior azulgrana. Mientras sí ha recurrido en tramos muy puntuales a dos cuatros como Milko y Nemanja Bjelica, no sucede lo mismo en el caso de los dos miembros más altos del plantel vitoriano. Ivanovic ya utilizó esta fórmula antes de ser relevado de sus funciones, aunque sin excesiva continuidad.
sin músculo ni fuerza física Después de que la introducción de esta variante táctica fuera una de las muchas claves que propició aquella idílica racha que condujo al Baskonia a encadenar la friolera de diecisiete victorias consecutivas, Tabak ha llegado a la conclusión de que dos piezas tan espigadas no pueden complementarse pese a la querencia del poste nacido en Lodz a abrirse hacia fuera para buscar el tiro exterior. En realidad, ambos postes atesoran algunas similitudes, pero ni mucho menos constituyen dos clones como para que uno deba estar estar en la pista y el otro en el banquillo. Pleiss, eso sí, no inspira la misma confianza a la hora de recibir el balón en un momento caliente, carece de la depurada técnica individual o el movimiento de pies de su compañero y recibe menos balones cuando entra en la rotación.
El Caja Laboral demanda soluciones para prolongar su fino hilo de vida en la Euroliga. Dada la abismal superioridad exhibida por Kaun y Krstic en los dos primeros asaltos de la eliminatoria ante el CSKA, la tropa alavesa necesita frenar la sangría, colocar trampas y endurecerse en la pintura. La posibilidad de que se recurra al mismo tiempo a los servicios de Lampe y Pleiss no es descabellada visto que el músculo y el potencial físico no son precisamente los grandes fuertes de los cuatro hombres altos.
Si la apuesta generaría en ataque huecos para que el teutón aproveche su envergadura en las inmediaciones del aro, en defensa también podría dar sus frutos. En ciertos momentos donde se impone una presencia física, contar a la vez con los dos techos del equipo podría ser una variante que proporcione interesantes dividendos para un colectivo sin argumentos e impotente a la hora de competir con un bloque de hormigón como el moscovita.