vitoria. Existe la creencia, sobre todo en la NBA, de que el rendimiento de algunos jugadores crece de manera exponencial en los meses previos al final de su contrato. En determinados casos incluso la estadística refleja a las claras esta tendencia. Cuando uno se juega el pan, las piernas pesan menos, el esfuerzo luce más y el rendimiento suele aproximarse al esperado por el contratante, aunque no siempre haya sido así. Es un patrón que se repite pero del que algunos jugadores se encuentran exentos. Andrés Nocioni representa el ejemplo referencial de la excepción que confirma la regla. El argentino, expuesto en estos momentos a los tiras y aflojas que mantienen la directiva del Caja Laboral y sus agentes, está ofreciendo un nivel espectacular. Pero en su caso pocos son los que consideran que la fecha de vencimiento de su vinculación contractual con el combinado azulgrana tenga algo que ver.

Nocioni, adalid de la honradez, ha convertido en hábito el ejercicio de apostar el alma en la pelea por cada balón, pero justo en los momentos en los que algunos han osado poner en entredicho la conveniencia de prorrogar su contrato, en una fase del curso en la que empieza a decidirse todo, está exhibiendo asimismo una portentosa hombría para echarse al equipo a las espaldas y contagiar su espíritu belicoso al resto del vestuario. La descomunal actuación que firmó el viernes en Moscú fue sólo la última muesca en el cinturón del Chapu, que está atravesando un momento dulce. Por mucho que el veterano alero argentino exponga sus dudas sobre lo que pueda suceder en un futuro próximo, todo cambia cuando se viste de corto. Cuando juega, sigue mostrando el mismo apetito insaciable que lo convirtió desde su debut a comienzos de siglo en uno de los eternos iconos del baskonismo. A pesar de ser de largo el jugador más veterano del plantel azulgrana, el derroche de entrega y entusiasmo -a veces incluso excesivo- con el que se desenvuelve en cada partido vuelven a convertirlo en una pieza indispensable. Si Josean Querejeta decide finalmente no prolongar su contrato, a buen seguro habrá una importante parte de la afición que recibirá esa medida de mala gana.

El Chapu ha elevado sus prestaciones en los últimos partidos hasta convertirse junto a Lampe en el gran referente ofensivo de un equipo que ha necesitado de muñecas valientes en los encuentros más apretados. Tanto en la ACB como en la Euroliga, sus estadísticas mejoran conforme avanza el calendario. En los compromisos más recientes, justo cuando el Baskonia debía echar el resto para pelear por el segundo milagro continental de Tabak y para consolidar definitivamente el segundo puesto de la fase regular de la Liga Endesa, el argentino ha ofrecido lo mejor de su repertorio.

En Moscú, ante el Khimki, firmó su mejor registro anotador de la temporada con 24 puntos. No hizo más que confirmar la preeminencia ofensiva que venía asumiendo en un tramo en el que ha elevado a 16,2 puntos su media anotadora. Los 11 puntos que sumó en el primer cuarto del choque ante el combinado ruso, en el que el cuadro baskonista se jugaba la vida, representan además su proverbial capacidad para sacar pecho justo cuando otros sienten la necesidad de esconder la cabeza en un agujero.

Porque Nocioni, más que números, aporta sensaciones. Ofrece intangibles emocionales que a esta plantilla tan sobrada de talento como en ocasiones carente de orgullo le permiten aproximarse en cierto modo a los estándares de carácter de las versiones más brillantes de un equipo al que siempre se le ha exigido algo más que resultados. Y eso Nocioni lo tiene tan claro como la mayor parte de la afición, que lo tiene presente en sus oraciones y confía en que esas dudas que ha planteado sobre su futuro queden olvidadas en un inminente acuerdo que garantice su continuidad.

De una u otra manera, Nocioni se ha encargado de cerrar muchas bocas. Fue el primero en asumir que su regreso resultaría complicado, tras varias temporadas con protagonismo residual en la NBA. Al final, no obstante, su baloncesto se ha reivindicado a la par que su espíritu indomable volvía a ponerlo en un primer plano.