Vitoria. Carlos Cabezas está soportando una situación complicada sin decir una palabra más alta que la otra. Sin tener culpa de nada y habiendo rendido a un buen nivel cuando ha dispuesto de oportunidades, el malagueño ha tenido que asumir un rol residual que a tenor del rendimiento tan dispar e irregular que están demostrando los otros dos bases de la plantilla puede sorprender a los aficionados. Pero lo está sabiendo llevar. Y cuando le toca, como sucedió ayer, sale a la pista y se expresa de la mejor manera que sabe.

El timonel costasoleño cambió la dinámica de un partido que se había enquistado en exceso para el cuadro azulgrana. Con Heurtel y Cook muy despistados, perdiendo balones, y el Valencia inmerso en un parcial de 8-0 que le permitió igualar la contienda (44-44), Zan Tabak miró al banquillo y dio con un remedio al que quizá debería recurrir en citas importantes.

Cabezas dio la talla. Como casi siempre. Salió con ganas de comerse el mundo y el equipo lo notó. Un parcial de 7-0, con un triple en transición suyo, reactivó a un equipo que luego, de nuevo con Cook, volvió a zozobrar en el último acto.