Vitoria. Hay partidos en los que se pone en juego algo más que la victoria. El que ayer disputaron Caja Laboral y Bilbao Basket en el Buesa Arena, un derbi intenso, de alta exigencia, entraba dentro de esa categoría. El equipo de Zan Tabak se echó al zurrón un triunfo que, al margen de seguir con su lento pero seguro proceso de crecimiento, le permite mantener a raya a los vecinos y perpetuar las jerarquías.
El cuadro azulgrana se llevó el gato al agua con más sufrimiento del esperado en función del rumbo que había seguido el encuentro. Pero eso también tiene su valor. La séptima victoria consecutiva con el croata a los mandos de la nave llegó en un final muy ajustado que quizá no debió producirse pero se produjo. El Bilbao Basket, equipo beligerante y orgulloso como pocos, supo sobreponerse a un partido pésimo en el lanzamiento exterior y llegó al final con opciones de victoria. Fue en ese punto, cuando de verdad se pone a prueba el verdadero estado mental de un equipo, cuando el Baskonia evidenció que su progresión, apoyada en la bravura de sus principales pilares, sigue una línea constante.
Andrés Nocioni se mantuvo firme desde el tiro libre y anotó los cuatro últimos puntos del cuadro azulgrana en un partido que Hamilton cerró con un triple sobre la bocina. A pesar de los méritos contraídos por unos y otros a lo largo de los cuarenta minutos, el exiguo punto que separaba en el marcador a ambos equipos definía con fidelidad los apuros con los que al final llegó una victoria que permite consolidar al Caja Laboral como la principal alternativa al Real Madrid en la ACB. Al menos hasta la fecha.
Más allá de todos los problemas, del doloroso pero a la postre efectivo cambio de técnico, de las dudas que generaba la plantilla y el inmenso trabajo que le queda a Tabak para sacar el máximo jugo a un grupo que aún necesita algún retoque, está demostrando una sorprendente solidez en la competición doméstica. Ha vencido a Barcelona, Valencia Basket, Unicaja, Gran Canaria en La Roca y en Madrid, frente al intratable equipo de Laso, cayó por uno, en la prórroga y tras desperdiciar una última opción de victoria.
Ayer, ante el vecino, sumó un nuevo trofeo para su colección de víctimas ilustres. Pero no resultó sencillo. Más bien todo lo contrario. Tras un inicio equilibrado, en el que quedó constancia de que los pupilos de Fotis Katsikaris no tenían el día en el lanzamiento exterior (empezaron con un 0 de 8 en triples), la entrada en escena de la segunda unidad propició, como ante el Cedevita, que aflorara la mejor versión del combinado azulgrana.
En los partidos calientes, los jugadores fríos se derriten o arden sin remisión. Pero hay un espécimen que subsiste y disfruta en estos entornos infernales. Andrés Nocioni y Alex Mumbrú pertenecen a esa raza de jugadores que no se arrugan. Aceptaron el reto e iniciaron el derbi con un intercambio de golpes que mantuvo la igualdad (10-10) hasta que Tabak decidió mover el banquillo. La entrada de Cabezas varió las coordenadas del choque.
El director de juego malagueño se limitó a ofrecer pausa y a hacer que el resto de sus compañeros brillara, que es lo mejor que puede hacer un base. Bajo su mando llegó un parcial de 21-11 que permitiría abrir la primera brecha y establecer un dominio en un marcador en el que, salvo el 77-77 que se produjo a falta de segundos para el final, el cuadro local siempre estuvo por delante.
Causeur y San Emeterio, que volvió por sus fueros para firmar una actuación colosal, se conjuntaron para propiciar el estirón. Pero el Baskonia seguía mostrando carencias, sobre todo en defensa y cerca de los aros, y el conjunto vizcaíno aún vendería muy cara su derrota.
Tabak, que quiere ante todo recuperar anímicamente el vestuario y levantar el ánimo a sus jugadores, tomó una decisión que pudo haber costado el partido. Con 80-71 en el marcador retiró a Cabezas, autor de la última canasta, para dar entrada a un Heurtel que cometió dos errores imperdonables que sembraron el miedo en la grada. Katsikaris ordenó una atípica defensa de ajustes y el marcador volvió a apretarse. Llegó el momento de la verdad y el carrusel de tiros libres. Vasileiadis no falló. Nocioni tampoco. El argentino, de corazón caliente, mantuvo la cabeza fría para amarrar otra victoria de prestigio.