Vitoria. Al Caja Laboral le queda mucho trecho por recorrer para convertirse en aspirante a cualquier cosa. Tras haber sufrido un proceso degenerativo que la directiva quiso atajar con un traumático relevo en el banquillo y haber padecido más de un correctivo sonrojante en la Euroliga, queda fuera de dudas el hecho de que se encuentra muy lejos de alcanzar el punto de madurez que permita apreciar en su plenitud todo su potencial. Pero incluso en ese estado depresivo, con cambio de técnico incluido, continúa enviando señales que invitan a conservar la fe. Más aún tras el relevo en el banquillo.
Zan Tabak disfrutó ayer ante Unicaja de su primera victoria como técnico del conjunto vitoriano. En un partido en el que todo salió rodado, sus pupilos sacaron a relucir la versión más brillante de un plantel que en la ACB se está manejando con mucha más solvencia que en la Euroliga. Sin la presión de saberse contra las cuerdas, como sucede en la competición continental, sumó su tercera victoria de prestigio, tras las cosechadas ante Barcelona y Valencia Basket, y dejó constancia de que, cuando entre en dinámica y quizá con un par de retoques, puede llegar a convertirse en lo que todo el mundo esperaba que volviera a ser.
Lo más positivo de una matinal demasiado plácida tuvo que ver más con las sensaciones que con el resultado. No porque la victoria no tenga su peso, sino porque tras la sonrojante humillación sufrida en el Zalgirio Arena apenas unas horas antes resultaba una incógnita saber cómo responderían los jugadores. No se escondieron. Al contrario, dieron un paso al frente y ofrecieron un punto de apoyo al preparador croata, que en Kaunas pudo comprobar hasta qué punto llegaba la descomposición del plantel del que había aceptado hacerse cargo.
El propio Tabak había advertido durante sus comparecencias previas de que en sólo unos días resulta imposible cambiar por completo la dinámica de un equipo sumido en esta profunda sima de juego y confianza. Ayer, sin embargo, quedó claro que el cambio de entrenador ha surtido al menos el efecto anímico inicial que se perseguía. Puede que sea verdad que el croata ha dispuesto de pocos entrenamientos para perfilar las líneas maestras de su rescate baloncestístico, pero ayer pudieron percibirse los esbozos de algunas de ellas en una matinal en la que en el Buesa Arena se respiraron aires renovados, se limpió el ambiente.
Es probable que la historia se hubiese escrito de otra manera de no haber sido por la convincente puesta en escena que ofreció el cuadro azulgrana ante un Unicaja que ya desde los primeros compases perdió cualquier opción de hacerse con la victoria. A pesar de su enorme arsenal, de la versatilidad y cantidad de piezas con las que podía jugar Rasmin Repesa, al cuadro costasoleño le faltó fe. No llegó a inquietar en ningún momento de manera real el triunfo de un Baskonia en el que algunos jugadores encarnaron la mutación que parece encaminado a seguir el equipo.
Tabak ha tenido tiempo ya de variar algunos detalles en el plano defensivo. Del cambio automático en los bloqueos se ha pasado al flash o ayuda larga, que exige mayor esfuerzo a los jugadores pero también proporciona mayor dinamismo y agilidad a la defensa. El croata no quiere jugar con pequeños. Al contrario de lo que hacía Ivanovic, no desea una pareja interior compuesta por Milko Bjelica y Nocioni. O Lampe o Pleiss estuvieron siempre en cancha, y en ocasiones los dos. Sin embargo, lo más importante tiene que ver con los roles, con la definición de jerarquías que ya en su segunda cita como técnico del cuadro azulgrana sentó las bases de cuál es la función de cada actor en la representación.
Bastó con nueve jugadores para lograr la victoria ante un Unicaja que tiró de orgullo y en el segundo cuarto volvió a sembrar algunas dudas en el coliseo de Zurbano. Taylor Rochestie, que en Lituania ni dio ni pareció querer dar ni una a derechas, quedó señalado. No llegó a pisar el parqué. Tabak tiró de Heurtel y Cabezas, dos jugadores muy diferentes pero complementarios, y el invento funcionó. Jugar con tres bases no resulta sencillo. Menos aún si ninguno de los tres sabe a qué atenerse y el reparto de minutos se realiza exclusivamente a raíz de errores puntuales. Algo que ayer no sucedió.
Heurtel, Oleson y Lampe, tres jugadores que habían bajado muchos enteros en su juego durante las últimas semanas de Ivanovic, fueron los que abrieron la primera brecha en el marcador. Por momentos dio la impresión de que el equipo se soltaba el corsé y se detectaron detalles que recordaban al equipo que brillaba a la carrera. Unicaja, en vista de que en el cuerpo a cuerpo tenía pocas esperanzas de gloria, sobre todo porque ayer sí los postes baskonistas dominaron el rebote y en cierto modo la pintura, lo intentó con la artillería. Marcus Williams, una delicia de jugador de playground, y Gist recortaron distancias en el tercer cuarto a base de triples. Pero los azulgrana replicaron con la misma medicina, aumentada y corregida, y aplacaron los escasos intentos serios del cuadro cajista de pelear por el partido.
El resultado era en cierto modo accesorio, pero el Baskonia sumó un nuevo triunfo que fortalece su posición de alternativa en la ACB. Lo que preocupaba era la imagen del equipo y la actitud de los jugadores, que ambos casos resultaron esperanzadoras. Habrá que ver hasta qué punto la fuerza de estos aires renovados de ilusión que acompañan a Tabak permiten sumar el jueves una victoria que resulta vital ante el Armani.