Vitoria. Existe un abismo entre la Euroliga y la ACB. Con apenas dos días de margen, así ha quedado constatado en el Buesa Arena. El mismo Caja Laboral que sigue trabajando para alcanzar el nivel que le permita seguir vivo en la máxima competición continental se encuentra capacitado para despachar sin apenas quebranto envites del torneo doméstico como el que ayer le tocó disputar ante el Joventut. El equipo azulgrana aprovechó la visita del histórico conjunto verdinegro para darse un baño de autoestima y cargar las reservas de confianza de cara al fundamental partido del próximo jueves en el Medionalum Forum de Milán.
Un simple ramalazo de pasión le bastó al cuadro baskonista para destrozar el choque a las primeras de cambio. El parcial de 12-0 que se instaló en el marcador antes de llegar al ecuador del primer acto se convirtió en el epitafio de un duelo sin historia y en el que los músculos doloridos encontraron un bálsamo terapéutico. También hubo consuelo para las almas y cierta paz para las mentes, sumidas como estaban todavía en el recuerdo de la pifia del viernes y las consecuencias que puede tener en un futuro no muy lejano.
Las facilidades que ofreció el Joventut, equipo tierno y con muchas carencias en defensa, ahorraron angustias a la afición vitoriana. Salva Maldonado, consciente de la pésima puesta en escena de sus pupilos, no dudó a la hora de variar el rumbo del encuentro y sentar de una tacada al quinteto inicial por otros cinco jugadores del banquillo. El cambio, que buscaba cambiar el ritmo de un partido en el que el Caja Laboral había podido gozar jugando a campo abierto, por momentos dio la impresión de que podía llegar a tener su efecto. Pero se quedó en un mero espejismo. La Penya no tuvo en ningún momento nada que hacer en un encuentro en el que Ivanovic pudo permitirse incluso el lujo de conceder ciertas dosis de descanso a algunas de sus piezas más importantes.
El montenegrino, consciente de la trascedencia de la cita del jueves dosificó a jugadores como Nocioni, o Lampe, a pesar de que no pudo contar con Nemanja Bjelica -baja de última hora por unos problemas gástricos- y la rotación interior volvió a verse reducida a la mínima expresión. No importó demasiado. El argentino y el polaco se bastaron para sacar de la pintura a los endebles postes del Joventut en los minutos que le sirvieron al cuadro azulgrana para establecer la ventaja que le permitiría navegar con calma durante el resto del envite.
Bien dirigido por unHeurtel intermitente pero cada vez más asentado en su papel, con más confianza, el nuevo Caja Laboral aprovechó la coyuntura para seguir creciendo y conceder un espacio para el lucimiento a algunos jugadores que hasta la fecha seguían generando algunas dudas respecto a su papel en la película. Fabien Causeur y Carlos Cabezas supieron cazar al vuelo el guante que les lanzaban. El escolta galo, histérico en los primeros duelos oficiales, muy por debajo del nivel exhibido en los encuentros de preparación, entró en el quinteto inicial y presumió de piernas para rematar las transiciones, de manos para la defensa y sobre todo de intensidad. El malagueño, que no acababa de pillar el punto de lo que le pedía el técnico, cuajó su mejor partido con la elástica azulgrana.
Cabezas fue al fin Cabezas. O al menos una versión mucho más próxima al umbral de su talento de lo que se había visto hasta el momento. Dirigió, elevó las ventajas con una dirección que por momentos permitió detectar algo de fluidez en los ataques estáticos y, por encima de todo eso, reclamó su derecho a ser considerado como una de las posibles armas ofensivas del equipo con sus penetraciones y sus lanzamientos de larga distancia.
No fue el único que gozó de más crédito del habitual desde el banquillo. Ya con todo decidido (el último cuarto arrancó con un resultado de 72-54) Ivanovic decidió aprovechar el partido como banco de pruebas para testar la evolución de Milko Bjelica. El poste montenegrino progresa, pero sigue muy lejos de su mejor nivel. Y eso es un problema grave para un equipo que sigue desangrándose por su debilidad en el rebote y su falta de pívots.
Ante equipos de un nivel inferior no resulta tan traumático, pero en los duelos ante los grandes rivales, ante los gallos a los que se quiere mirara a los ojos, puede resultar dramático. Con tres días de margen para preparar un partido en el que se puede jugar gran parte de la temporada, el Caja Laboral puede olvidarse de la ACB, al menos hasta el fin de semana. El Joventut llegó cargado de tiritas a Vitoria. Las baterías de la autoestima se han recargado de cara al duelo de Milán.