aseguran los gurús de la canasta que los ataques ganan partidos y las defensas conceden campeonatos. Pero sin acudir a maximalismos de esta índole, tendiendo a un concepto mucho más aristotélico, parece evidente que la virtud puede encontrarse en esto, como en tantos órdenes de la vida, en el término medio. Y así lo dejó patente el Caja Laboral en el Centro Insular de Deportes de Las Palmas.

El talento agachó el trasero ayer en la capital grancanaria. Un equipo que hasta la fecha había exhibido sus múltiples recursos ofensivos, esa capacidad para lanzarse a tumba abierta en cada duelo y superar casi por rutina los ochenta puntos, le dio la vuelta al calcetín. Sacó a relucir el carácter que hereda el presente vestuario tras el retorno de Andrés Nocioni y gracias a la fortaleza y a la agresividad defensiva que mostró en algunas fases del partido logró arruinar todos los intentos de remontada del equipo de Pedro Martínez.

Tras el demoledor parcial con el que el equipo azulgrana abrió el partido es probable que otro rival, en otro escenario, se hubiera venido abajo y hubiera permitido que el duele perdiese tensión para marcharse sin más historia por el sumidero. Pero este Gran Canaria, que se ha reforzado con mucha cabeza, evidenció que en el futuro va a ser un equipo a tener en cuenta y que, desde luego, en el presente -como en el pasado- es un anfitrión temible, poco dado a regalos en su cancha. Así las cosas, los hasta quince puntos de renta que amasó el cuadro baskonista en el primer acto fueron menguando conforme las rotaciones y el lógico descenso en el acierto hicieron acto de presencia. Y así, antes de que se cerrara el tercer cuarto y el combinado vitoriano acribillase al rival desde la línea de tres, la ventaja se redujo a sólo dos puntos (53-55) tras un dos más uno de Toolson que enardeció a la afición que abarrotaba las gradas de La Roca.

La hinchada amarilla recuperó su grito de guerra. El CID piaba y el ambiente se tornó ensordecedor. Llegaba el momento de la verdad y cuando quizá la anterior versión del conjunto gasteiztarra se hubiera deshecho como un azucarillo, el actual se vino arriba para dar una talla que, de ser la que en un futuro se convierta en habitual, resulta tremendamente esperanzadora. Primero llegó Oleson, que inauguró la brecha con el primero de cinco triples directos al corazón. Luego llegarían dos más de Heurtel, otro de Oleson y uno de Nocioni. Pero cuando la pista quedó definitivamente anegada de la sangre amarilla que manaba el equipo de Pedro Martínez fue cuando quedó constancia de que la puerta se había cerrado al otro lado de la cancha.

duelo roto Con Nocioni, Lampe y Nemanja sólidos como rocas bajo los aros y los exteriores desplegando una actividad aterradora -el trabajo de Oleson acabó hundiendo a Toolson-, al Gran Canaria no le quedó más remedio que sufrir mientras veía como todas sus opciones se esfumaban entre los dedos. Antes de que el equipo insular volviera a catar el sabor de la canasta, aún llegaría otra puñalada en forma de dos más uno de Nocioni, una canasta de Heurtel y una más del argentino. De haber acariciado el empate (53-55), sin tiempo siquiera para pestañear, habían pasado a perder por veintidós (53-75).

Esa defensa que quizá pueda decidir campeonatos, al menos ayer decidió un partido. El talento se remangó y se prestó a sudar. Ivanovic logró combinar lo nuevo con lo de siempre. Tradición y vanguardia. Solapó las dos versiones para dar como resultado una evolucionada. Ahora queda por saber si acaba consolidándose, si esto se convierte en hábito.