Hay dos rutas para llegar a la victoria en un partido de baloncesto, que en definitiva son la misma pero se encaran de distinta manera. Por un lado, se puede ganar anotando más canastas que el rival, sumando más puntos. Por el otro, la victoria puede llegar si se consigue que el rival meta menos puntos. El Caja Laboral de Dusko Ivanovic, que hasta hace no demasiado tenía la segunda grabada a fuego, reflejó ayer en Zaragoza que, al igual que la pasada campaña, parece estar más diseñado en este curso recién bautizado para aventurarse por la primera vía, un intercambio de golpes que otrora podría considerarse totalmente impropio de un equipo dirigido por Dusko Ivanovic y que, además, la historia reciente demuestra que no le ha reportado buenos resultados a este plantel.

Resulta muy complicado amarrar un triunfo en el baloncesto actual cuando el rival ronda los noventa puntos. Todo lo demás tiene que salir muy bien, y además debe ser consecuencia de un plan establecido, para que en esas circunstancias un equipo logre la victoria. Desde luego, no parece que en la hoja de ruta diseñada por el técnico montenegrino se incluyan partidos caóticos, pasados de revoluciones y tendentes a marcadores estratosféricos. De hecho, en algunas de las acciones en las que sus bases quisieron correr más de la cuenta ante el CAI, el preparador balcánico echó mano de su clásico gesto para pedir calma, dejando claro que no se ha transformado ni ha perdido el rumbo, por lo que da la impresión de que sigue siendo el mismo tipo que siempre ha sostenido que los partidos se ganan en defensa.

Y como se ganan, también se pueden perder. Los partidos y el rumbo. Porque cuando un equipo ofrece un rendimiento defensivo tan pobre como el que mostró ayer el Caja Laboral en Zaragoza no es ya que se intuya que no va a ganar el partido, sino que se plantean dudas en torno a las posibilidades de reencauzar el rumbo. Desde luego, visto lo visto en un envite en el que el conjunto maño encontró tantas facilidades para producir en ataque, sólo es posible mejorar. Y eso queda en manos del técnico, como otras muchas cosas en los albores de un curso que da la impresión de haber arrancado demasiado pronto para el cuadro gasteiztarra.

la rabia del 'chapu' La defensa azulgrana hizo aguas por todos los flancos y en todos los sentidos. Desde un punto de vista individual, en el plano colectivo y, lo que es peor, en cuanto a actitud, dejó mucho que desear. Y no sólo al aficionado, sino también en el seno del propio equipo. Hubo quien lo sufrió incluso desde dentro de la cancha. Andrés Nocioni, que trató de multiplicarse para llegar a las ayudas, para barrer rebotes mal cerrados y para llegar a triples que acababan en la red, repitió varias veces gestos de desesperación al cielo ante la evidencia de que los atacantes rivales anotaban con extrema sencillez.

La defensa falló en la pintura, donde tras los problemas de faltas de Pleiss volvieron a faltar centímetros, pero resultó aún más decepcionante en el perímetro. José Luis Abós debió de salir muy contento del pabellón. Sus sistemas salieron casi siempre a pedir de boca. Los exteriores baskonistas se quedaban enganchados en los bloqueos, llegaban tarde, apenas podían siquiera puntear los tiros. Pero lo más grave de todo llegó en algunas situaciones en las que algunos jugadores, sobre todo los dos bases del cuadro maño, dejaban fuera de combate a toda la defensa.

Llompart y Van Rossom retrataron a Cabezas, Heurtel y las ayudas que nunca llegaban a tiempo. El ex del Alicante, candidato a enemigo público del baskonismo tras lo de ayer y el triplazo del pasado ejercicio en el Centro de Tecnificación, se encargó así de rematar el partido con varias acciones sonrojantes. Está claro que queda tiempo, pero si el Baskonia tiene que trabajar muchas cosas, la primera será la defensa. O eso, o habrá que empezar a tomarse en serio lo de tratar de meter más canastas que el rival, algo que cuando supone tener que meter más de noventa puntos, no suele resultar sencillo y que no parece que convenza a Ivanovic.