Vitoria. No hay vida más allá de esta noche. No existe nada fuera del Buesa Arena. Es un todo o nada. Y así lo ven los jugadores de ambos equipos. El Caja Laboral pretende zanjar hoy la vibrante semifinal que está disputando ante el Real Madrid para ahorrarse un quinto partido en la capital. Tal y como están las cosas, en un ambiente bélico tan añejo como el que se ha apoderado de la eliminatoria, en el club vitoriano no ocultan que hoy es el día, y el pabellón de Zurbano, el lugar. En un contexto en el que la poderosa maquinaria mediática blanca se ha puesto a funcionar para tratar de trasladar toda la presión a los colegiados, un quinto asalto en el Palacio de los Deportes se atisba como una encerrona por la que nadie quiere pasar.
En el bando visitante, el Madrid de Pablo Laso, la necesidad es si cabe mayor. El proyecto del vitoriano renacerá o quedará definitivamente enterrado en el pabellón en el que aprendió a sonreír, a llorar, a ganar y a perder. Pocos se acordarán si pierde de su asalto al Sant Jordi en Copa, del evidente crecimiento que ha experimentado su equipo en el presente curso o del juego dinámico que lo ha convertido, hasta este punto de la temporada, en uno de los combinados que despliegan un baloncesto más atractivo en el continente. Nada de eso valdrá de nada después de esta noche. No hay matices. Es rojo o negro. Vida o muerte. Y más para el Madrid que para un Baskonia que, en cualquier caso, afronta la cita con las mismas urgencias que su rival.
Dusko Ivanovic ha vuelto a lograrlo. El montenegrino, que ha vivido cuestionado durante meses, ha ofrecido una nueva lección táctica que sólo el enorme talento de las estrellas madridistas ha evitado que quedara traducido en una serie de tres partidos. El Baskonia ha sido mejor que su rival hasta el momento. Más allá del ruido que se ha querido generar en torno a las declaraciones y contradeclaraciones sobre los arbitrajes, el combinado gasteiztarra se ha acercado mucho más a la versión que su técnico lleva tiempo buscando de lo que lo ha hecho el Madrid.
El equipo de Pablo Laso se marchita sin libertad para correr, languidece en el ritmo cansino que ha impuesto un Pablo Prigioni que debe de estar paladeando el dulce sabor de la venganza, que siempre se ha dicho que sabe mejor fría. Llull y Sergio Rodríguez son dos excelentes jugadores, nadie lo pone en duda, pero ya se advirtió en los albores de la temporada que ninguno de los dos estaba preparado para gobernar duelos de esta exigencia e intensidad. Están recibiendo un curso acelerado de dirección de juego que a la postre está marcando el rumbo de la serie.
derroche defensivo En un evidente duelo de contrastes, hasta la fecha se ha jugado a lo que Ivanovic ha querido. Pero el Madrid dispone de calidad y sobre todo electricidad para desarmar por completo cualquier planteamiento si el partido se desboca. Le basta un chispazo. El conjunto baskonista debe vivir o morir aferrado al generoso derroche defensivo que le ha devuelto su identidad. Es la base de sus esperanzas de gloria, el cimiento de los sueños de su afición, que hoy volverá a anegar el Buesa Arena de un carácter que también entrará en juego. Si el Madrid temía el ambiente antes del choque del martes, lo de hoy, después de la disputa dialética de las directivas, puede llegar a encoger el corazón del más bravo.
A más de uno ya le ha venido grande el proyecto. Jugadores como Suárez, Begic, Pocius, Tomic e incluso Carroll, que han quedado retratados hasta ahora, tienen una oportunidad para buscar la redención. Sólo una. En el Baskonia también se aguarda a Teletovic, mientras el concurso de Nocioni, al que desde el club se da por descartado, sigue siendo una incógnita. El argentino, el baskonista 15.001 si no se viste de corto, sería un guerrero de valor inestimable en la batalla decisiva. De la que se sale victorioso o con los pies por delante, aunque a unos aún les pueda quedar una bala en la recámara.