vitoria. Si en otros momentos de la historia el Baskonia se ha sentido eficaz y solvente en el alambre acreditando una elogiable fortaleza mental para rematar toda clase de partidos, hoy en día se extiende la sombra de la sospecha respecto a la capacidad del equipo para erigirse en un ejecutor preciso. Cuatro de las seis últimas derrotas ligueras, selladas ante el Blusens (89-87), el Alicante (72-71), el Manresa (72-70) y el Joventut (66-68), han sido prácticamente calcadas. Rivales asequibles que se le suben a las barbas con el paso de los minutos, dudas respecto a la idoneidad o no de hacer falta pera reservarse el tiro de la victoria, una alarmante falta de oficio e ideas para elegir la mejor opción y, por ende, un tiro a la desesperada fruto de la improvisación que se encuentra lejos de besar la red.
De ahí la frustración que invade al baskonismo en uno de los peores momentos de la temporada donde la solidez del juego azulgrana se resiente más si cabe en unos finales caóticos y repletos de imprecisiones. El último despropósito tuvo lugar el domingo ante el Joventut con ese triple de Heurtel que ni siquiera tocó el aro. El bisoño base galo, acuciado por el reloj, recibió una patata caliente que no pudo transformar en nada positivo. Sin embargo, no es el único que ha vivido en sus propias carnes esta especie de maldición. En los últimos tiempos, se han registrado otros fatídicos desenlaces que cuestionan no sólo el trabajo de pizarra de Ivanovic para planificar las jugadas ganadoras sino también la nefasta ejecución de las mismas por parte de una plantilla desbordada por el exceso de responsabilidad y la tensión del momento.
En Alicante, Llompart se convirtió en el héroe del Lucentum con un triple sobre la bocina poco después de que Teletovic arriesgara más de la cuenta con un lejano triple que no venía a cuento. En el Nou Congost, el Manresa arañó al Baskonia otro triunfo vital tras otro pésimo ataque desembocado en un imposible misil del bosnio que se estrelló contra el tablero y acabó muy lejos de besar la red. Entre medias, el madridista Llull estuvo a punto de ocasionar un nuevo disgusto instantes después de que Prigioni malograra otro lanzamiento desde más de siete metros. En todos los casos, una terca apuesta por el tiro exterior en lugar de buscar el camino más sencillo para una canasta doble. Y, mientras tanto, los fantasmas no dejan de arreciar.