Vitoria. Resultados más o menos aceptables, una trayectoria repleta de vaivenes y, sobre todo, la sensación de que este Baskonia se halla lejos de ser un sólido aspirante a los títulos. Es la conclusión que puede extraerse de esta irregular primera vuelta que ha dejado más sombras que luces. Ubicado en la cuarta posición liguera con un balance de doce victorias y cinco derrotas, únicamente por debajo de los mastodontes futbolísticos cada vez más inalcanzables e igualado con el Unicaja y el Alicante, la tropa de Ivanovic continúa pendiente de una reconstrucción que inyecte un refrescante soplo de aire a un proyecto que corre el riesgo de acabar en blanco por segunda temporada consecutiva. Los esporádicos buenos resultados a nivel doméstico no enmascaran una terca realidad como ha sido la falta de competitividad ante rivales de cierto calado, el discutible juego acreditado durante numerosos partidos soporíferos y el desequilibrio de una plantilla que malvive por la dramática ausencia de interiores de campanillas.

Llegado el ecuador de la campaña, sin reponerse todavía del mazazo continental que convierte las interminables semanas en una dolorosa monotonía, el Caja Laboral combate casi a diario contras las propias limitaciones de un equipo lisiado por la grave lesión de Maciej Lampe en pretemporada y la controvertida planificación deportiva que ha dejado dos cadáveres (Williams y Dorsey) por el camino. En espera del inminente regreso del interior polaco, al que se espera como agua de mayo el miércoles de la próxima semana pero cuyo estado físico es una incógnita, la escasa pujanza de un juego interior cogido con alfileres resulta sonrojante desde que se desataron las hostilidades y viene lastrando sistemáticamente la capacidad de crecimiento azulgrana.

Salvo aquella idílica tarde ante el Barcelona en el Iradier Arena y en momentos puntuales de otros partidos, el Baskonia ha destapado una vulnerabilidad evidente que le ha llevado a sucumbir ante el Valencia Basket, el CAI, el Unicaja, el Manresa y el Real Madrid. Incluso la mayoría de las victorias han dejado cierto poso de amargura por los raquíticos guarismos ofensivos. Con apenas 72,12 puntos de media por encuentro, posee el undécimo mejor bagaje de la competición. Previsible en casi todos sus movimientos, condenado al cinco contra cinco posicional y huérfano de la chispa que active los resortes de un bloque muy asequible de ser atado en corto por sus rivales, el conjunto vitoriano necesita innovar soluciones que posibiliten duelos más dinámicos. Sin pívots, la tarea es doblemente compleja. Como contrapunto a ese paupérrimo baremo atacante, queda el consuelo de que Ivanovic ha conseguido limitar al máximo el número de posesiones diseñando la segunda defensa más rocosa del torneo con apenas 67,59 puntos encajados.

Roles diferenciados La columna vertebral compuesta por Prigioni, San Emeterio y Teletovic ha vuelto a sostener los débiles cimientos de un edificio demasiado inestable. El argentino conserva magia en sus veteranas manos pese a que, en ocasiones, le cuesta imprimir un ritmo más vivo, el cántabro -preso de la ansiedad en ciertos momentos- atraviesa un prolongado bache que le mantiene lejos de la excelencia alcanzada el pasado ejercicio, mientras que el bosnio ha extendido su repertorio ofensivo reducido hasta ahora a la simple amenaza triplista. A su lado, siempre en un segundo plano, Brad Oleson ha protagonizado algún destacado fogonazo ofensivo dentro de su invariable intermitencia, Pau Ribas ha consolidado su condición de todoterreno y gregario de lujo hasta su inoportuna lesión en la muñeca, el elegante Milko Bjelica ha justificado -a falta de un poderoso físico para contrarrestar a fornidos cincos- su inteligencia y movilidad en la pintura.

Entre los aspectos negativos de la balanza, más allá de la sangrante tibieza interior que deja a los pívots rivales una autopista para maltratar el aro alavés, emergen la inmadurez de un Heurtel con pocas horas de vuelo para ofrecer recambios de calidad en la dirección y la frialdad de un Nemanja Bjelica que continúa sin dar un paso al frente en su segunda temporada ataviado con la elástica azulgrana. El alero serbio, reconvertido muchos minutos a falso cuatro, aterrizó en su día con la etiqueta de futura estrella y como uno de los baloncestistas más talentos de Europa, pero amenaza a quedarse a medio camino pese a que su técnico ha elevado su protagonismo en los últimos tiempos. Por el camino también se quedaron dos interesantes apuestas como Kevin Seraphin y Goran Dragic, de vuelta en la NBA una vez se desbloqueó el agrio conflicto entre la patronal y el sindicato de jugadores. De haber echado raíces en la capital alavesa, ambos hubiesen proporcionado un indudable salto de calidad al grupo.

Con las opciones todavía intactas en la Copa del Rey y la ACB, el margen de mejora se antoja sideral. En espera de la cirugía que pueda aplicar Josean Querejeta, el hombre llamado a devolver la ilusión es Lampe. Su simple presencia debe dotar de otra consistencia al juego interior, si bien existen serias reticencias sobre el estado de un poste que acumula cerca de siete meses de inactividad. A corto plazo, la situación de eventualidad de Golubovic y Walsh también debe ser resuelta por el club en uno u otro sentido, pero ambos pueden tener los días contados a las órdenes de Ivanovic.