Apenas 73 puntos en el bautismo liguero ante el siempre rocoso Cajasol, 77 al Gran Canaria en La Roca, 66 en la fea derrota de Zaragoza, otros 72 insuficientes en el traspié frente al Valencia, 76 en la pista del limitado Valladolid, 72 ante el animoso Blusens y, el pasado domingo, apenas 65 para mantener la inercia positiva ante la revelación liguera del Lucentum Alicante. Este italianizado Caja Laboral, obligado a bajar a la mina y desplegar un trabajo de fontanería en aras de sacar adelante sus compromisos con inesperadas dosis de angustia, no había malvivido nunca tanto como ahora para engordar su casillero anotador. Tan meritorio es el hecho de que sea la segunda mejor defensa del torneo doméstico como inquietante el irrebatible dato que le sitúa el noveno a la hora de profanar el aro rival.

Que una plantilla con, se supone, tantas alternativas para erigirse en una amenaza constante para el rival de turno anote poco más de 70 puntos por comparecencia y no haya sido capaz hasta la fecha de superar la psicológica barrera de los 80 denota -conseguida con la simple ecuación de canasta por minuto- que algo no funciona y la máquina no está engrasada como debiera. Esa alarmante falta de clarividencia salta a la vista, teniendo en cuenta que el Caja Laboral se ha distinguido en las temporadas precedentes por ver el aro como una piscina. El baloncesto ha derivado hacia una guerra sin cuartel que, en momentos, equivale a combates pugilísticos y la calidad de los jugadores se ha resentido notablemente, pero eso no es óbice para ignorar que este cuadro vitoriano en obras carece de fluidez ofensiva y se nutre de los fogonazos de talento del apagafuegos Mirza Teletovic.

La ínfima roducción anotadora azulgrana a lo largo de estos siete primeros partidos ligueros ha dejado mucho que desear. Sobre todo, si se compara con los elevados registros durante las anteriores etapas bajo la férrea disciplina de Dusko Ivanovic. Del montenegrino se ha ensalzado siempre su querencia a edificar grupos rocosos que encajaran pocos puntos, no así la facilidad con la que sus equipos desplegaban un juego visto, dinámico e inundado de contragolpes. Esta tendencia se ha quebrado en el presente curso liguero, donde el Baskonia consigue unos escuálidos 71,5 puntos de media. Muy lejos de los 83,2 que totalizaba a estas alturas en la campaña 2010-11, los 82,8 de la 09-10 ó los 81,1 de la 08-09. Sin ir más lejos, en los dos últimos años de la primera etapa del balcánico el conjunto alavés promediaba 88,7 y 93 tantos respectivamente.

UN LLANERO SOLITARIO Salvo Teletovic, máximo anotador de la competición con 19,9 puntos y de largo el bastión más fiable al que se agarra el baskonismo para soñar con alguna heroicidad, los restantes elementos se debaten entre unas cifras paupérrimas. Apenas Oleson y un renacido San Emeterio -10,7 y 9,1 respectivamente- aciertan a tomar el relevo del capitán cuando éste atraviesa una pájara. Dos piezas predestinadas a insuflar aire fresco a un colectivo pendiente de concretar una personalidad y con una evidente saturación de efectivos en la cuerda exterior, léase Reggie Williams y Nemanja Bjelica, están pasando de puntillas en estos albores de curso. El primero, inadaptado al baloncesto europeo y a los rígidos esquemas de un equipo donde muy pocos tienen licencia para saltarse a la torera los sistemas, empieza a rememorar las pesadillas vividas con David Logan. El segundo, una eterna promesa europea que corre el riesgo de quedarse a medio camino, disputa minutos con cuentagotas en los compases iniciales de los partidos antes de verse relegado al ostracismo. Sólo queda confiar en que las victorias lleven aparejadas en el futuro una necesaria mejoría en el juego cuando toque ascender los exigentes ochomiles que aguardan a medio-largo plazo.