Vitoria. La ACB se jacta un día sí y otro también de ser la competición más rutilante de Europa, pero hay ocasiones como ayer en que dicha etiqueta se le queda demasiado grande y no se ajusta del todo a la realidad por la ínfima calidad de alguno de sus asociados. Este Baskonia a medio hacer y en plena búsqueda de una personalidad definida conserva todavía altas dosis de oficio y la jerarquía suficiente como para convertir ciertos partidos en monólogos con poco sentido. La visita del animoso Blusens, un recién ascendido inmerso dentro de ese poblado ramillete de equipos cuya guerra es otra bien distinta que la de incrustarse en la zona noble, quedó zanjada a las primeras de cambio antes de que la monotonía se apoderara bruscamente de los acontecimientos.
Ocho minutos de ceguera absoluta por parte de los gallegos en los compases iniciales -su primera canasta en juego llevaría la firma de Andrés Rodríguez cuando el primer acto ya agonizaba- alimentaron el desequilibrio de fuerzas y redujeron el interés prácticamente a la mínima expresión. De ahí a la conclusión, un lento transcurrir de los minutos en los que el conjunto vitoriano, siempre a medio gas, cumplió el expediente sin grandes alardes y evitó hacer sangre frente a un forastero limitado cuyos porcentajes rozaron el esperpento. Entre que el poderoso no quiso al vislumbrar la nula oposición y la cenicienta no pudo por una simple cuestión de inoperancia, emergió un duelo tedioso que apenas rescató contadas noticias positivas entre los bostezos de la grada.
Acaso los buenos minutos en la pintura de un bregador Dorsey que deben favorecer su paulatina aclimatación y la atronadora ovación que recibió el cambio de Nemanja Bjelica a falta de tres minutos para la conclusión cuando Ivanovic le llamó a filas para disputar los minutos de la basura. Un detalle de dudoso gusto con la eterna esperanza serbia que, huérfana de confianza y la cara totalmente apesadumbrada, encajó la noticia más como un castigo. El internacional plavi, necesitado de varias transfusiones de sangre, continúa deambulando con más pena que gloria durante su aciaga etapa en Vitoria y cabalga con menos revoluciones dentro de una maquinaria que no espera a ningún rezagado.
Una aislada pájara En una matinal sin sobresaltos que volvió a dejar más sombras que luces a la hora de comprobar los progresos en la fluidez local para anotar, el Caja Laboral apenas vio discutida su hegemonía. Un comienzo arrollador como antesala de una fase de dudas en plena trama antes de retomar otra vez el pulso tras el descanso a un partido descafeinado que tampoco exigió lujos de ningún tipo. A impulsos, abanderado otra vez por la intermitencia y apretando el acelerador sólo cuando la situación lo requería, la tropa alavesa se dejó llevar durante muchos minutos. Bastaron una aseada intensidad defensiva y leves chispazos de talento a cargo de Oleson y Teletovic para mantener a raya a un Blusens que se sostuvo en pie a duras penas. Si, en ocasiones, el funambulista gallego no perdió el equilibrio del todo hasta caer en la lona fue más por la desgana azulgrana que por sus propios méritos.
El cuadro compostelano, cuyo aterrador comienzo le dejó a los pies de los caballos, sólo asomó la cabeza en el segundo cuarto cuando ese viejo rockero con cicatrices de guerra como Milt Palacio aplicó cloroformo a un duelo disputado en esos minutos al ralentí y la muñeca de Corbacho entró en calor. Sin noticias, en cambio, de los restantes veteranos que anidan en una plantilla justita cuya supervivencia tiene marcada en rojo otras jornadas del calendario. El Baskonia, pragmático y carente de velocistas para realzar un espectáculo a cámara lenta, adoleció de instinto asesino para hacer más grande la brecha.
Dos triples de Teletovic y Prigioni encendieron la mecha al inicio del último cuarto (59-36), pero todo volvió a las andadas a continuación. Como si se tratase de ahorrar energías de cara a la próxima refriega continental, languideció un partido que nadie guardará en la hemeroteca. Los románticos, sin embargo, confían en que la estética en el juego no se haga esperar demasiado.