Vitoria. Una aspiración cada vez más lejana. El Baskonia inicia mañana en Estambul el enésimo asalto al ansiado título de monarca de la Euroliga, el único que se le resiste en sus vitrinas y convertido ya en un sueño prácticamente inalcanzable ante la atroz competencia que campaña tras campaña reina dentro de un torneo diseñado a la medida de los grandes. Con las mismas amenazas de siempre ejerciendo como temibles compañeros de baile y un potencial, a priori, más limitado que el de los clásicos acaparadores de los últimos galardones, el conjunto vitoriano parte en el segundo o tercer vagón de los favoritos. Posiblemente, varios peldaños por debajo de siete u ocho conjuntos de relumbrón que aprovechan sistemáticamente su capacidad adquisitiva para convertir el torneo en un coto vetado a las sorpresas.
Atrás parecen haber quedado los dorados momentos de mediados de la pasada década en los que el billete para la Final Four se vio satisfecho hasta en cuatro ocasiones consecutivas entre los años 2005 y 2008. El Caja Laboral ya acumula tres temporadas fuera de la reunión más elitista del Viejo Continente (Berlín' 09, París' 10 y Barcelona' 11), algo que no es fruto de la casualidad. La capacidad del club vitoriano ha menguado para hallar recambios de calidad a la incesante fuga de sus estrellas a la NBA durante las últimas campañas y sus plantillas se han visto resentidas en cuanto a talento, potencial físico y experiencia. Tres intangibles fundamental para alcanzar las rondas más avanzadas. Una tendencia inversamente proporcional al crecimiento de otros oponentes con el dinero suficiente para atrapar a las piezas más determinantes del mercado.
El baloncesto no esconde secretos y los últimos ganadores de la Euroliga mantienen un mismo patrón que descansa en la amplitud de efectivos, una implacable fortaleza física para salir vivo de escenarios bélicos y el fulgor de las contadas estrellas que, perfectamente remuneradas, evitan cruzar el charco. Tras un frenético mercado estival marcado por la pujanza de los adinerados clubes turcos (Anadolu Efes, Fenerbahce y Galatasaray), las galácticas contrataciones del Armani Jeans -el nuevo rico del Viejo Continente- y la aparente crisis del baloncesto griego para mantener los lujos de años anteriores, existe el peligro de que las diferencias entre el Baskonia y el selecto grupo perteneciente a la aristocracia se hayan agudizado. La pista dictará sentencia desde esta semana, pero el techo para el cuadro de Ivanovic podrían ser nuevamente los cuartos de final. La ronda donde quedó fuera de combate a lo largo los tres últimos cursos frente al Barcelona, CSKA y Maccabi respectivamente.
Inicio plácido Sin embargo, al maratoniano alavés le convendrá ir paso a paso y evitar la tentación de mirar tan adelante. Encuadrado en la fase inicial en un lote de lo más asequible junto a rivales de diferente fuste como el Olympiacos, el Fenerbahce, el Bilbao Basket, el Bennet Cantú y el Sluc Nancy, el Caja Laboral se halla obligado a imponer su jerarquía y acceder al Top 16 en una posición elevada. Una vez desaparezcan del mapa las cenicientas, que ya se cuentan con los dedos de una mano, el listón de la exigencia se elevará sobremanera con el fatídico cruce ante alguno de los colosos de otros grupos. En el B emerge una clara superioridad del Panathinakos y el CSKA, el C dejará cadáveres importantes en el camino al coincidir nada menos que el Real Madrid, el Maccabi, el Efes, el Armani Jeans y el Partizan, mientras que la supremacía del Barcelona en el D únicamente será discutido por el Montepaschi.
En espera de que la asamblea apruebe a partir de la próxima campaña cambios en el formato como la apuesta por dos grupos de ocho equipos cada uno en el Top 16 o incluso el traslado de determinados encuentros a los viernes, la actual edición no presenta novedades significativas. Tras el pistoletazo de salida de ayer con el duelo entre el Zalgiris y el CSKA, nuevamente 24 equipos se sumergirán en una frenética espiral competitiva en busca del galardón más preciado. El mismo que Obradovic y su prolongación sobre la pista (Diamantidis) condujeron en mayo en Barcelona hacia las laureadas vitrinas del Panathinaikos.