rafael Hettsheimeir está acostumbrado a ver su apellido escrito de mil maneras, y ninguna la correcta. Desde el Hettcheimeir, con una c intrusa, que lucía en el marcador durante uno de sus recientes partidos con Brasil en el Torneo de las Américas, hasta el Hettsheimer, con una i huérfana de su acompañante, que consta en la propia página oficial de la FIBA. Tal vez por eso casi todo el mundo le llama Rafa. A sus 26 años, el pívot brasileño del CAI Zaragoza es el último representante del equipo que logró el ascenso a la ACB hace dos años que mantiene su taquilla en el pabellón Príncipe Felipe. No es casualidad. Después de unos años ejerciendo de eterna promesa, cesión al Obradoiro incluida, Hettsheimeir se erige esta campaña en una de las grandes esperanzas mañas para dar ese paso adelante que tanto ansían.
Dispuesto a coger el cetro que tanto su técnico, José Luis Abós, como la afición del CAI han depositado en sus manos, el cinco de 2,08 metros transmite una confianza inusitada que en el primer partido de este curso, la derrota ante el Valencia por 82-66, en la que anotó 21 puntos y capturó 7 rebotes, le sirvió al menos para demostrar que éste va a ser su año. "Me siento importante en este equipo, aunque no más que el resto. Estamos muy ilusionados con la nueva temporada y queremos cumplir el sueño de disputar un play off o una Copa del Rey", explica el joven nacido en Sao Paulo.
Pero como tantas cosas en la vida, en el baloncesto nada surge fruto de la casualidad, y la eclosión experimentada por el jugador del CAI, rival mañana del Baskonia a las 12.15 horas en Zaragoza, tiene su base en un contexto concreto, el Torneo de las Américas donde Brasil logró clasificarse para los Juegos Olímpicos, y en un culpable concreto. Un compatriota rubio y espigado, viejo conocido de la afición vitoriana, cuyo poso aún se mantiene aferrado a las paredes del Buesa Arena. Un auténtico referente que, durante este verano, pasó a convertirse en un buen amigo.
"Hasta ahora los dos habíamos sido en otras ocasiones compañeros de selección, pero nunca habíamos llegado a hablar mucho. Sin embargo, en esta ocasión hemos compartido mucho tiempo juntos y para mí ha sido realmente bueno porque he aprendido muchísimas cosas de él que me van a ser muy útiles en mi juego. Cada día que entrenaba con él aprendía algo", explica sobre sus días en la concentración con el exbaskonista Tiago Splitter. A juzgar por el excelente torneo que cuajó en Argentina, Hettsheimeir fue una auténtica esponja como alumno aventajado de su compañero de equipo. De hecho, el center del CAI fue el principal culpable -19 puntos y 8 rebotes- de infligir a la albiceleste su primera derrota en el torneo por 73-71, aunque luego en la final la escuadra de los Prigioni, Nocioni, Scola, Oberto y compañía levantara el trofeo de campeón en su país natal.
Eso sí, el poste paulista, que este año cuenta con la competencia del exUnicaja Robert Archibald en la pintura zaragozana, tuvo tiempo mientras aún se encontraba en Brasil de ver por televisión al que mañana será su gran rival en la zona, Kevin Seraphin. "Vi sus partidos en el Europeo por televisión desde Brasil y la verdad es que me gustaba mucho cómo jugaba. Luego cuando regresé a España pude verle también en la Supercopa y me impresionó su capacidad para jugar por encima del aro.
"Aunque es un chico joven y todavía en progresión, juega realmente duro", sostiene el pívot, que junto a Carlos Cabezas y Pablo Aguilar ostenta esta temporada la capitanía de un CAI Zaragoza que encara el duelo de mañana con un rodaje mucho menor que el de los vitorianos, al no haber podido disputar su primer partido de la ACB frente al Blancos de Rueda Valladolid por el famoso lío de los pasaportes de los pucelanos Touré y Bagaric. "Nos hubiera gustado haber podido jugarlo y tal vez esa falta de rodaje contribuyó a que hiciéramos un mal partido en Valencia, pero ahora tenemos la oportunidad de debutar ante nuestro público frente al Baskonia", subraya. Mañana, con su apellido bien escrito en el marcador del Príncipe Felipe, Hettsheimeir será la gran amenaza para los hombres de Dusko Ivanovic.