Cuenta la biblia que Dios puso a prueba la fe de Abraham ordenándole que matara a su primogénito en lo alto de una montaña. Cuchillo en mano, ascendió junto a su hijo Isaac, al que tampoco debía querer mucho, dispuesto a cumplir la orden del altísimo sin que en su corazón hubiera lugar para la duda. Cuando estaba a punto de degollar a su vástago como muestra de su absoluta devoción, Dios cambió de opinión y, afortunadamente -al menos para Isaac-, sustituyó al niño por un carnero que acabó desangrado como sacrificio. La moraleja de tan recurrente parábola del Génesis es clara: a veces ni Dios sabe lo que quiere.

Durante los últimos meses, al contrario de lo que ocurrió con Abraham, Josean Querejeta sí ha dudado sobre la conveniencia de sacrificar a uno de sus mejores amigos. Consternado ante la errática trayectoria que el Baskonia ha arrastrado desde los albores de la ya extinta temporada, los vientos de cambio golpeaban una y otra vez la cabeza del presidente azulgrana. Para su sorpresa, y por primera vez en mucho tiempo, a Dusko Ivanovic el equipo se le estaba yendo de las manos. La mala planificación se entremezclaba con el infortunio, y para cuando ambos quisieron darse cuenta el Caja Laboral afrontaba los play off de la ACB con pocas esperanzas de éxito. La fe inquebrantable que Querejeta tenía en el entrenador montenegrino desde que éste aterrizara en Vitoria hace once años se resquebrajaba hasta tal punto que todos daban por hecho que la cuerda estaba a punto de romperse, pero únicamente por un lado. Finalizada la campaña, Ivanovic mostraba su deseo de continuar, pero el máximo dirigente baskonista, que anunciará mañana la renovación del técnico, no lo tenía claro. Como todo ser humano, y al parecer divino, Querejeta dudaba si despedirse del hombre que más títulos ha regalado a la entidad vitoriana.

Siempre precavido, el lazkaoarra optó por el camino del medio. Primero, tantear. Luego, decidir. Stefano Pianigiani, entrenador del Montepaschi Siena, era su gran objeto de deseo, pero se dio cuenta de las complicaciones que entrañaba sacar al estiloso técnico italiano de un equipo con el que tiene contrato hasta 2013. Ninguna de las demás opciones, como Svetislav Pesic, convencían al presidente del Baskonia. Tras un tiempo de reflexión, la solución se abrió camino por sí misma. Como los creyentes que vuelven a la Iglesia en momentos de desdicha, Josean Querejeta halló en Ivanovic la respuesta a todas sus dudas.

miedo al pasado Los seis títulos que el preparador balcánico ha depositado en las vitrinas del Buesa Arena han sido la mejor forma de autoconvencerse. Poco amigo de los riesgos, el presidente azulgrana no ha querido revivir viejas turbulencias. Las que trajeron al pabellón de Zurbano a cinco entrenadores -Pedro Martínez, Perasovic, Natxo Lezkano, Maljkovic y Spahija- desde que en el verano de 2005 Ivanovic partiera rumbo a Barcelona. El perfil ideal para ocupar el banquillo baskonista ha sido imposible de encontrar en el mercado actual sin jugar a la ruleta rusa. El miedo a toparse con un nuevo Spahija, alguien sin la firmeza suficiente que pisara su despacho cada dos por tres por el más mínimo problema, ha hecho el resto. Mientras tanto, aunque se especulaba con la posibilidad de que se tomara un año sabático por circunstancias personales, Ivanovic veía pasar el tiempo sin sentarse a negociar una renovación que esperaba como agua de mayo. Su desafortunado paso por el Barça le había demostrado que, como en casa, en ningún sitio. Por primera vez, los malos resultados -nadie contaba con que este Caja Laboral se quedara fuera de todas las finales- han puesto a prueba la confianza de Querejeta en Ivanovic, pero su inminente renovación habla por sí misma. Josean ha recuperado la fe, y el técnico de 54 años podrá comenzar su octava temporada en tierras alavesas para refrendar sobre el parqué tan inusual confianza.